11/12/2017, 21:29
Ahora ambos se sentían mal, y en el caso de Ralexion, era de una manera tanto física como mental.
La sangre le brotaba como si hubieran reventado el grifo de un barril de vino tinto, al menos durante los primeros instantes. Ese era uno de los mayores problemas de las hemorragias nasales: muy impresionantes cuando el daño hecho podía ser un simple rasguño.
Frente a él escuchaba a la pelirroja disculparse una y otra vez. Se sintió un poco mareado, pero resistió. Los ataques a esa parte del rostro producían desconcierto y pérdidas de equilibrio, lo que potenciaba el dolor más de lo que se correspondía con el golpe encajado. Lo sabía a la perfección, pero eso no cambiaba lo jodidamente molesto que resultaba.
—Estoy bien, estoy bien... —le aseguró con voz ahogada.
Se quitó las manos de la cara, tapándose la nariz con la diestra acto seguido; lo que fuera en tal de parar el torrente hasta que las plaquetas hicieran su trabajo. Entonces fue testigo de Ritsuko, trozo de tela en mano, volviendo a su vera y tratando de limpiarle la faz. Se lo permitió, mas se sintió una pizca avergonzado.
Fue así que reparó en las lágrimas que estaban naciendo en las cuencas de los orbes de su compañera. Reaccionó de manera atropellada, queriendo decir muchas cosas a la vez y cómicamente no salió ninguna.
—¡R-Ritsuko, no llores! ¡Estoy bien, de veras! —logró articular al fin, frenético— ¡Podemos seguir el combate sin problemas!
La sangre le brotaba como si hubieran reventado el grifo de un barril de vino tinto, al menos durante los primeros instantes. Ese era uno de los mayores problemas de las hemorragias nasales: muy impresionantes cuando el daño hecho podía ser un simple rasguño.
Frente a él escuchaba a la pelirroja disculparse una y otra vez. Se sintió un poco mareado, pero resistió. Los ataques a esa parte del rostro producían desconcierto y pérdidas de equilibrio, lo que potenciaba el dolor más de lo que se correspondía con el golpe encajado. Lo sabía a la perfección, pero eso no cambiaba lo jodidamente molesto que resultaba.
—Estoy bien, estoy bien... —le aseguró con voz ahogada.
Se quitó las manos de la cara, tapándose la nariz con la diestra acto seguido; lo que fuera en tal de parar el torrente hasta que las plaquetas hicieran su trabajo. Entonces fue testigo de Ritsuko, trozo de tela en mano, volviendo a su vera y tratando de limpiarle la faz. Se lo permitió, mas se sintió una pizca avergonzado.
Fue así que reparó en las lágrimas que estaban naciendo en las cuencas de los orbes de su compañera. Reaccionó de manera atropellada, queriendo decir muchas cosas a la vez y cómicamente no salió ninguna.
—¡R-Ritsuko, no llores! ¡Estoy bien, de veras! —logró articular al fin, frenético— ¡Podemos seguir el combate sin problemas!