12/12/2017, 11:00
Juro se revolvió sobre sí mismo como una auténtica fiera, y Ayame tuvo que aferrarse a él con todas sus fuerzas para evitar que el chico volviera a abalanzarse sobre Riko.
—¡Jin-san! —exclamó, llamando la ayuda del último integrante del grupo, que se mantenía aparte de la escena, simplemente observando. Pero esta nunca llegó.
—¡Tú! —chillaba Juro, pero de alguna manera, y si aquello era siquiera posible, la voz que salía de su garganta era muy diferente a la que habían escuchado hasta ahora—. ¡Lo matamos por tu culpa, Hiro! ¡Pero en verdad fuiste tú!
«¿Hiro? ¿Quién es...?»
—¡Ah!
Juro la embistió violentamente, apartándola de él y arrojándola al suelo en el proceso. Ayame cayó con un gemido de dolor, pero en aquellos instantes no se preocupó demasiado por sí misma y lo primero que hizo al recuperarse fue volverse de nuevo hacia Juro para intentar detenerlo de nuevo antes de que hiciera alguna locura. Por suerte, todo parecía haber acabado de manera tan repentina como había empezado y Juro se había detenido en seco, completamente aturdido y confundido. Con un gesto de dolor, se envolvió con la otra mano el puño que había usado para golpear al peliblanco.
—Chicos... ¿Qué pasa? —preguntó—. Me siento un poco raro...¿Habéis encontrado algo?
Ayame abrió la boca, pero no supo qué responder a aquello.
—No... ¿No recuerdas nada...? —balbuceó, con el rostro sombrío. De alguna manera, aquel evento le recordó a cuando perdía el control bajo el yugo del Gobi, pero ni tenía constancia de que en Kusagakure existiera ningún jinchūriki ni tenía la libertad para contar algo así. De modo que no añadió nada más.
—¡Ah, si! ¡Ya me acuerdo! ¡En el cajón estaba esa pieza! —exclamó el chico, señalando una pieza que había caído al suelo, fruto del forcejeo—. Parece una especie de puzle. ¿Creéis que puede tener algún significado?
Ayame se agachó para inspeccionarla, sin atreverse a tocarla. Tal y como decía Juro, parecía la pieza de un puzzle. Estaba fabricada con metal y tenía forma cuadrada. El borde de la derecha tenía un pequeño saliente y el de abajo una hendidura, que sin duda encajarían con otras piezas similares. ¿Pero qué tenía aquella pieza de especial?
—Mmmhh... —murmuró, pensativa—. ¿Qué fue lo que dijo esa voz? Hablaba de cuatro piezas, o algo así... ¿Se referiría a cuatro como esta? Además, Juro habló de un tal Hiro...
— ¡No la cojas! Ni se te ocurra... —exclamó Riko, visiblemente alarmado—. Me has atacado, Juro, no sé qué te ha pasado, pero has cogido eso y te has lanzado a por mi, he conseguido separarnos y entonces Ayame te ha frenado, y cuando se te ha caído eso de las manos, has vuelto a la normalidad —explicó, antes de volverse hacia ella—. Gracias Ayame, por cierto...
Ella se sonrojó visiblemente.
—N... no tienes que dármelas. No podía simplemente quedarme mirando...
«No como...» Completó su mente, con cierto rencor.
—¿Por qué no nos ayudaste, Jin-san? —le recriminó, con los ojos ligeramente entrecerrados.
—¡Jin-san! —exclamó, llamando la ayuda del último integrante del grupo, que se mantenía aparte de la escena, simplemente observando. Pero esta nunca llegó.
—¡Tú! —chillaba Juro, pero de alguna manera, y si aquello era siquiera posible, la voz que salía de su garganta era muy diferente a la que habían escuchado hasta ahora—. ¡Lo matamos por tu culpa, Hiro! ¡Pero en verdad fuiste tú!
«¿Hiro? ¿Quién es...?»
—¡Ah!
Juro la embistió violentamente, apartándola de él y arrojándola al suelo en el proceso. Ayame cayó con un gemido de dolor, pero en aquellos instantes no se preocupó demasiado por sí misma y lo primero que hizo al recuperarse fue volverse de nuevo hacia Juro para intentar detenerlo de nuevo antes de que hiciera alguna locura. Por suerte, todo parecía haber acabado de manera tan repentina como había empezado y Juro se había detenido en seco, completamente aturdido y confundido. Con un gesto de dolor, se envolvió con la otra mano el puño que había usado para golpear al peliblanco.
—Chicos... ¿Qué pasa? —preguntó—. Me siento un poco raro...¿Habéis encontrado algo?
Ayame abrió la boca, pero no supo qué responder a aquello.
—No... ¿No recuerdas nada...? —balbuceó, con el rostro sombrío. De alguna manera, aquel evento le recordó a cuando perdía el control bajo el yugo del Gobi, pero ni tenía constancia de que en Kusagakure existiera ningún jinchūriki ni tenía la libertad para contar algo así. De modo que no añadió nada más.
—¡Ah, si! ¡Ya me acuerdo! ¡En el cajón estaba esa pieza! —exclamó el chico, señalando una pieza que había caído al suelo, fruto del forcejeo—. Parece una especie de puzle. ¿Creéis que puede tener algún significado?
Ayame se agachó para inspeccionarla, sin atreverse a tocarla. Tal y como decía Juro, parecía la pieza de un puzzle. Estaba fabricada con metal y tenía forma cuadrada. El borde de la derecha tenía un pequeño saliente y el de abajo una hendidura, que sin duda encajarían con otras piezas similares. ¿Pero qué tenía aquella pieza de especial?
—Mmmhh... —murmuró, pensativa—. ¿Qué fue lo que dijo esa voz? Hablaba de cuatro piezas, o algo así... ¿Se referiría a cuatro como esta? Además, Juro habló de un tal Hiro...
— ¡No la cojas! Ni se te ocurra... —exclamó Riko, visiblemente alarmado—. Me has atacado, Juro, no sé qué te ha pasado, pero has cogido eso y te has lanzado a por mi, he conseguido separarnos y entonces Ayame te ha frenado, y cuando se te ha caído eso de las manos, has vuelto a la normalidad —explicó, antes de volverse hacia ella—. Gracias Ayame, por cierto...
Ella se sonrojó visiblemente.
—N... no tienes que dármelas. No podía simplemente quedarme mirando...
«No como...» Completó su mente, con cierto rencor.
—¿Por qué no nos ayudaste, Jin-san? —le recriminó, con los ojos ligeramente entrecerrados.