13/12/2017, 00:12
—¿Rika...?
Silencio, como si de la tumba se tratase.
«Lo dije en broma pero... ¿va a convertirse esto en una auténtica historia de miedo...?», pensó, tragando saliva. Era aventurero como el que más, y el terror le resultaba una emoción interesante, a la par con la excitación. No obstante, todos tenemos nuestros límites, y cuando uno se ve superado por tal sensación sufre de la misma manera que cualquiera.
En esa situación la súbita desaparición de los signos de vida de la fémina Sarutobi le había intimidado. También sintió ese extraño viento, lo cual le indicó que algo ocurría.
¿Y si le había ocurrido algo a su nueva compañera? Ralexion estaba seguro de que alguien andaba jugueteando con ellos, lo cual le irritaba. Aquella era la gota que colmaba el vaso. Alzó su diestra y la extendió frente a sí, de forma que si se topaba de bruces con algo sus dedos lo harían antes que sus pies.
Tanteando en la oscuridad como si de un auténtico ciego se tratase, el moreno echó a caminar en la dirección que, según su memoria, pensaba que se encontraba la mesa con las velas.
—¡Rika!
Silencio, como si de la tumba se tratase.
«Lo dije en broma pero... ¿va a convertirse esto en una auténtica historia de miedo...?», pensó, tragando saliva. Era aventurero como el que más, y el terror le resultaba una emoción interesante, a la par con la excitación. No obstante, todos tenemos nuestros límites, y cuando uno se ve superado por tal sensación sufre de la misma manera que cualquiera.
En esa situación la súbita desaparición de los signos de vida de la fémina Sarutobi le había intimidado. También sintió ese extraño viento, lo cual le indicó que algo ocurría.
¿Y si le había ocurrido algo a su nueva compañera? Ralexion estaba seguro de que alguien andaba jugueteando con ellos, lo cual le irritaba. Aquella era la gota que colmaba el vaso. Alzó su diestra y la extendió frente a sí, de forma que si se topaba de bruces con algo sus dedos lo harían antes que sus pies.
Tanteando en la oscuridad como si de un auténtico ciego se tratase, el moreno echó a caminar en la dirección que, según su memoria, pensaba que se encontraba la mesa con las velas.
—¡Rika!