13/12/2017, 19:16
Luego de las disculpas ambos se dirigieron al edificio del Morikage en lo que para ella era un tiempo récord imbatible. Habían ido directamente al lugar sin dar ni una sola vuelta innecesaria tal y como hubiese hecho ella, y estamos siendo generosos al decir solo ‘una vuelta’.
De momento, la kunoichi se mantuvo a un lado del Uchiha, como una especie de compañía, un extra, sin presencia ni nada que llamase la atención de nadie, supuso que él mismo pediría el expediente por ella pero… en un susurro le quedó en claro que no iba a ser tan caballeroso.
—Hola, quería pedir mi expediente para comprobar una cosita —dijo tímidamente y haciendo alguna que otra pausa para hallar las palabras adecuadas.
No se le daba bien hablar con desconocidos, y el que tenía a su lado ya debería de saberlo. Aunque con algo de suerte aquel empleado la comprendería y no haría más preguntas de las necesarias.
—Ah… Me llamo Ryōtarō Ritsuko y mi bandana... —se interrumpió para desatarse la bandana de la cintura lo que provocó que algunas cosas cayeran de su portaobjetos.
«Ay mi madre »
Rápidamente se acuclilló y comenzó a recolectar las cosas que cayeron, aunque ahora su rostro estaba enrojecido y algunas lágrimas comenzaban a invadir sus ojos por la vergüenza que estaba pasando.
De momento, la kunoichi se mantuvo a un lado del Uchiha, como una especie de compañía, un extra, sin presencia ni nada que llamase la atención de nadie, supuso que él mismo pediría el expediente por ella pero… en un susurro le quedó en claro que no iba a ser tan caballeroso.
—Hola, quería pedir mi expediente para comprobar una cosita —dijo tímidamente y haciendo alguna que otra pausa para hallar las palabras adecuadas.
No se le daba bien hablar con desconocidos, y el que tenía a su lado ya debería de saberlo. Aunque con algo de suerte aquel empleado la comprendería y no haría más preguntas de las necesarias.
—Ah… Me llamo Ryōtarō Ritsuko y mi bandana... —se interrumpió para desatarse la bandana de la cintura lo que provocó que algunas cosas cayeran de su portaobjetos.
«Ay mi madre »
Rápidamente se acuclilló y comenzó a recolectar las cosas que cayeron, aunque ahora su rostro estaba enrojecido y algunas lágrimas comenzaban a invadir sus ojos por la vergüenza que estaba pasando.