14/12/2017, 12:49
(Última modificación: 14/12/2017, 12:50 por Aotsuki Ayame.)
—Sí, claro, estoy de acuerdo —respondió Daruu, que también se acariciaba la barbilla con gesto pensativo—. Pero, ¿qué Taijutsu? Algo fijo... Improvisación...
El chico movió los hombros en círculo, como si estuviera preparándose, y Ayame le miró con la cabeza ligeramente ladeada.
—Veamos...
Antes de que pudiera terminar de entender qué era lo que estaba pasando por su cabeza, Daruu arrancó a correr hacia Ayame. Ella, por pura inercia, tensó todos los músculos del cuerpo, preparándose para lo que le venía encima.
—¡Una llave simple! —pidió.
Y Ayame pasó su brazo derecho por debajo de su axila y cargó el cuerpo de su compañero sobre el hombro para arrojarlo hacia delante ayudándose de un preciso giro de cadera. Daruu rodó por encima de ella, cayó con gracilidad en el suelo y, para sorpresa de Ayame, aún acuclillado sus manos se juntaron en el sello del tigre.
—¡ESONOESTAIJUTSU!
—¡Agáchate!
Ayame apenas tuvo tiempo de agacharse antes de que la enorme bola de agua le pasara rozando la coronilla.
—¡Tramposo! —le recriminó.
—Bien, quédate en esa posición. Ahora tenemos que pensar en algo que quede bien, para que el público haga unos "OOOOOH" y unos "AHHHH". Que parezca que uno de los dos está en las últimas... —Daruu se lo pensó durante unos instantes mientras Ayame le contemplaba tratando de recuperarse del susto.
Aunque nadie le avisó de que aquel no iba a ser el último.
De golpe e improviso, Daruu se arrojó contra ella, tirándola de espaldas al suelo. Estaba encima de ella, con un extraño brillo en los ojos, y Ayame contuvo la respiración durante unos instantes, con las mejillas encendidas como braseros. El tiempo pareció paralizarse, y un extraño hormigueo que no había sentido nunca antes invadió su pecho.
«Q... ¿Qué es esto...?» Se preguntaba, extrañamente confundida y asustada. El primer, y más estúpido, pensamiento que le cruzó su mente fue que estaba demasiado cerca.
—Ahora... A... Ahora tienes que usar el Suika —continuó, y Ayame se sintió como si despertara de un extraño sueño. Por un momento había olvidado qué estaban haciendo ahí—. Parecerá que estoy a punto de apuñalarte, pero creerán que es un clon y...
—A... ah... sí... de acuerdo...
Daruu sacó un kunai del portaobjetos, y cuando simuló apuñalarla, Ayame se deshizo debajo de él en agua. Su compañero se levantó, dándole la espalda y comenzó a mirar a su alrededor como si la estuviera buscando.
—Entonces yo me hago el confundido, y ahora tiene que parecer que pierdo yo. No sé, cógeme del cuello por atrás o algo.
Como un tiburón al acecho, Ayame emergió del mismo charco en el que se había convertido, saltó sobre Daruu y le inmovilizó tomándole por debajo de los brazos.
—¿Así? —preguntó. Volvían a estar muy pegados, pero Ayame hizo todo lo posible por no pensar en ello de nuevo—. Deberíamos usar las armas que nos han dado, no las nuestras. Para evitar accidentes, sobre todo. Aunque un Hōzuki no debe sangrar —se rio.
El chico movió los hombros en círculo, como si estuviera preparándose, y Ayame le miró con la cabeza ligeramente ladeada.
—Veamos...
Antes de que pudiera terminar de entender qué era lo que estaba pasando por su cabeza, Daruu arrancó a correr hacia Ayame. Ella, por pura inercia, tensó todos los músculos del cuerpo, preparándose para lo que le venía encima.
—¡Una llave simple! —pidió.
Y Ayame pasó su brazo derecho por debajo de su axila y cargó el cuerpo de su compañero sobre el hombro para arrojarlo hacia delante ayudándose de un preciso giro de cadera. Daruu rodó por encima de ella, cayó con gracilidad en el suelo y, para sorpresa de Ayame, aún acuclillado sus manos se juntaron en el sello del tigre.
—¡ESONOESTAIJUTSU!
—¡Agáchate!
Ayame apenas tuvo tiempo de agacharse antes de que la enorme bola de agua le pasara rozando la coronilla.
—¡Tramposo! —le recriminó.
—Bien, quédate en esa posición. Ahora tenemos que pensar en algo que quede bien, para que el público haga unos "OOOOOH" y unos "AHHHH". Que parezca que uno de los dos está en las últimas... —Daruu se lo pensó durante unos instantes mientras Ayame le contemplaba tratando de recuperarse del susto.
Aunque nadie le avisó de que aquel no iba a ser el último.
De golpe e improviso, Daruu se arrojó contra ella, tirándola de espaldas al suelo. Estaba encima de ella, con un extraño brillo en los ojos, y Ayame contuvo la respiración durante unos instantes, con las mejillas encendidas como braseros. El tiempo pareció paralizarse, y un extraño hormigueo que no había sentido nunca antes invadió su pecho.
«Q... ¿Qué es esto...?» Se preguntaba, extrañamente confundida y asustada. El primer, y más estúpido, pensamiento que le cruzó su mente fue que estaba demasiado cerca.
—Ahora... A... Ahora tienes que usar el Suika —continuó, y Ayame se sintió como si despertara de un extraño sueño. Por un momento había olvidado qué estaban haciendo ahí—. Parecerá que estoy a punto de apuñalarte, pero creerán que es un clon y...
—A... ah... sí... de acuerdo...
Daruu sacó un kunai del portaobjetos, y cuando simuló apuñalarla, Ayame se deshizo debajo de él en agua. Su compañero se levantó, dándole la espalda y comenzó a mirar a su alrededor como si la estuviera buscando.
—Entonces yo me hago el confundido, y ahora tiene que parecer que pierdo yo. No sé, cógeme del cuello por atrás o algo.
Como un tiburón al acecho, Ayame emergió del mismo charco en el que se había convertido, saltó sobre Daruu y le inmovilizó tomándole por debajo de los brazos.
—¿Así? —preguntó. Volvían a estar muy pegados, pero Ayame hizo todo lo posible por no pensar en ello de nuevo—. Deberíamos usar las armas que nos han dado, no las nuestras. Para evitar accidentes, sobre todo. Aunque un Hōzuki no debe sangrar —se rio.