16/12/2017, 19:55
Había más sopa esperando en su recipiente, en la cocina. Tomó nota de ello; seguro que repetiría cuando llegara el momento, pero ahora mismo tenía cosas muy distintas en mente y ni siquiera había acabado todavía con el alimento del bol.
Ritsuko le miró con aquellos ojos fríos y añorantes a los que el moreno no lograba habituarse. Exhaló un suspiró —algo que le habría preocupado si no fuera consciente de que era un gesto normal de la fémina— y se alzó, dispuesta a cumplir con sus deseos.
—¿Pasó algo? —cuestionó con tono quebradizo, pero él negó varias veces con el rostro.
Entonces la genin se sentó a la vera del kusajin. Ralexion centró su campo de visión sobre las facciones ajenas, paseándose una vez más por aquellos orbes escarchados. ¿Qué tenían que se le hacían tan fascinantes? No lo sabía, no gozaban de ninguna propiedad que se asemejara a sus preferencias habituales, pero tenían algo... quizás eran sus esperanzas de que bajo tanta tristeza se encondía algo más, algo jubiloso y enérgico.
Y la besó. De la misma manera furtiva y traicionera que uno podía hallar en una emboscada, pegó su faz con la de Ritsuko a gran velocidad y se tomó la libertad de unir sus labios. Lo alargó unos segundos, instantes efímeros pero a la vez eternos. Eventualmente se separó con una lentitud en brutal contraste con la que se había acercado.
Como si no hubiera hecho nada, como si nada de importancia hubiese acontecido, el Uchiha desvió la mirada y la llevó a la mesa, al bol de sopa. Tenía la mente en blanco; no era consciente de lo acelerado de su respiración ni cómo su corazón, desbocado, amenazaba con atravesarle el pecho y marcharse a parajes más tranquilos.
Ritsuko le miró con aquellos ojos fríos y añorantes a los que el moreno no lograba habituarse. Exhaló un suspiró —algo que le habría preocupado si no fuera consciente de que era un gesto normal de la fémina— y se alzó, dispuesta a cumplir con sus deseos.
—¿Pasó algo? —cuestionó con tono quebradizo, pero él negó varias veces con el rostro.
Entonces la genin se sentó a la vera del kusajin. Ralexion centró su campo de visión sobre las facciones ajenas, paseándose una vez más por aquellos orbes escarchados. ¿Qué tenían que se le hacían tan fascinantes? No lo sabía, no gozaban de ninguna propiedad que se asemejara a sus preferencias habituales, pero tenían algo... quizás eran sus esperanzas de que bajo tanta tristeza se encondía algo más, algo jubiloso y enérgico.
Y la besó. De la misma manera furtiva y traicionera que uno podía hallar en una emboscada, pegó su faz con la de Ritsuko a gran velocidad y se tomó la libertad de unir sus labios. Lo alargó unos segundos, instantes efímeros pero a la vez eternos. Eventualmente se separó con una lentitud en brutal contraste con la que se había acercado.
Como si no hubiera hecho nada, como si nada de importancia hubiese acontecido, el Uchiha desvió la mirada y la llevó a la mesa, al bol de sopa. Tenía la mente en blanco; no era consciente de lo acelerado de su respiración ni cómo su corazón, desbocado, amenazaba con atravesarle el pecho y marcharse a parajes más tranquilos.