16/12/2017, 21:55
De nuevo, habían utilizado a Rika como la chica de los recados, algo que le recordaba tanto a su pasado que le daba rabia que volviera a ocurrir algo con aquello. Pero esta vez, habían sido órdenes directas de su instructor, Nara Raiden. No se podía definir como rabieta ni tampoco como enfado mayor, simplemente estaba molesta con aquel encargo, aunque no iba a quejarse públicamente de ello, lo guardaría en su interior.
Un paquete. Esta vez llevaba a su espalda un paquete, pero le habían dicho que era, antes de llevarlo. Lo debía intercambiar en la ribera sur por algo que era bastante importante. Esa segunda parte se la habían contado. Rika pensaba que aquella tarea la podía hacer cualquier persona. Incluso un civil, seguía sin entender porque a ella.
La noche cayó cuando estaba ya en la ribera sur, fue hasta la casa indicada en el pequeño mapa que tenía y llamó una vez a la puerta, con un golpe seco. Solamente uno. Esperó durante alrededor de veinte segundos hasta que a la puerta se abrió dejándose se ver una mujer mayor, de alrededor sesenta años, con un bastón en la mano izquierda que utilizaba para mantenerse de pie.
- ¿Señora Yagami? Le he traído su pedido. – Indicó. No dijo su nombre, no era necesario. Ella sabía bien a lo que se refería. La mujer carraspeó un poco, cogió la caja que le ofreció la sarutobi. Entró en la cada a paso lento, y dejó la caja en un lugar seguro.
- Pásate mañana por la mañana ¿Si? – Respuesta a la que Rika se quedó un poco sin saber cómo responderle a aquella mujer mayor, así que solo asintió. – Todavía no lo tengo preparado…pero toma, unas moneditas como agradecimiento. – La señora regresó a la puerta y obsequió a Rika con unos cuantos ryos, los suficientes como para cenar en algún puesto de la aldea.
Aquello contentó a la joven, que, a pesar de no poder completar hoy su cometido, iba a cenar gratis. No podía decirle que no a comida gratis.
Contenta, se alejó del lugar y buscó un sitio para gastar aquel dinero. No se complicó mucho, entró al primer puesto de ramen que encontró en la zona. Y obviamente, pidió una sopa bien caliente y con extra de carne. Se sentó y comenzó a comer en silencio, pero le fue inevitable poner su oído en las conversaciones ajenas.
- No sabía que las gallinas pusieran huevos azules – Susurró muy bajito, hablando para ella misma.
La conversación avanzó en preguntarle a uno de los integrantes si era de la ribera norte. Bien se sabía la rivalidad entre aquellos dos lugares, así que por el momento no le pareció nada más fuera de lo habitual salvo por lo de los huevos azules, que aún lo estaba procesando mientras sorbía su sopa.
Un paquete. Esta vez llevaba a su espalda un paquete, pero le habían dicho que era, antes de llevarlo. Lo debía intercambiar en la ribera sur por algo que era bastante importante. Esa segunda parte se la habían contado. Rika pensaba que aquella tarea la podía hacer cualquier persona. Incluso un civil, seguía sin entender porque a ella.
La noche cayó cuando estaba ya en la ribera sur, fue hasta la casa indicada en el pequeño mapa que tenía y llamó una vez a la puerta, con un golpe seco. Solamente uno. Esperó durante alrededor de veinte segundos hasta que a la puerta se abrió dejándose se ver una mujer mayor, de alrededor sesenta años, con un bastón en la mano izquierda que utilizaba para mantenerse de pie.
- ¿Señora Yagami? Le he traído su pedido. – Indicó. No dijo su nombre, no era necesario. Ella sabía bien a lo que se refería. La mujer carraspeó un poco, cogió la caja que le ofreció la sarutobi. Entró en la cada a paso lento, y dejó la caja en un lugar seguro.
- Pásate mañana por la mañana ¿Si? – Respuesta a la que Rika se quedó un poco sin saber cómo responderle a aquella mujer mayor, así que solo asintió. – Todavía no lo tengo preparado…pero toma, unas moneditas como agradecimiento. – La señora regresó a la puerta y obsequió a Rika con unos cuantos ryos, los suficientes como para cenar en algún puesto de la aldea.
Aquello contentó a la joven, que, a pesar de no poder completar hoy su cometido, iba a cenar gratis. No podía decirle que no a comida gratis.
Contenta, se alejó del lugar y buscó un sitio para gastar aquel dinero. No se complicó mucho, entró al primer puesto de ramen que encontró en la zona. Y obviamente, pidió una sopa bien caliente y con extra de carne. Se sentó y comenzó a comer en silencio, pero le fue inevitable poner su oído en las conversaciones ajenas.
- No sabía que las gallinas pusieran huevos azules – Susurró muy bajito, hablando para ella misma.
La conversación avanzó en preguntarle a uno de los integrantes si era de la ribera norte. Bien se sabía la rivalidad entre aquellos dos lugares, así que por el momento no le pareció nada más fuera de lo habitual salvo por lo de los huevos azules, que aún lo estaba procesando mientras sorbía su sopa.