17/12/2017, 01:02
—No, vengo de Amegakure.— Señalé la bandana que se encontraba en mi frente, aparentemente el señor la estaba obviando por alguna razón.
—Muy listo chiquillo, pero esa placa podría ser robada, además, ¿qué interés puede tener tu gente en algo como eso?— Respondió sin dar su brazo a torcer con facilidad.
No sería muy fácil hacerle hablar al encargado del puesto, incluso estaba llamándome ladrón, me mantuve en silencio mientras comía los fideos y bebía del caldo. —Pues, por lo menos sé que está aquí, usted no se ha encargado de negarlo y en los otros pueblos no está.— Comenté con gran seguridad y con la finalidad de presionar un poco.
—No sé nada! Y aunque lo supiera no te lo dijera.— Se apresuró a decir para darse la vuelta, pero luego retrocedió. —Y más te vale que cuando termines te marches antes de que se esparza el rumor de que un muchacho de la ribera norte está por aquí.— Amenazó y se viró a atender a otros clientes, clientes que algunos tenían puestas su mirada en mi...
Volteé a ver a la gente y sus ojos no demostraban ningún ápice de amabilidad, sería mejor que le hiciera caso al señor, terminé de comer rápidamente lo que quedaba del ramen y entonces me levanté, dejé unas monedas en el mesón. Di un par de pasos hacia lo desconocido, no sabía exactamente a donde ir, lo mejor sería buscar una posada pero aún no veía ninguna.
—Escuché que buscas la gallina de los huevos de oro.— Comentó una voz infantil desde la sombra de un callejón.
—¿Sabes donde podría encontrarla?— Me acerqué un par de pasos mostrando interés en sus palabras.
—Sí, jijiji, peroooo.— Hubo un silencio incómodo en el cual pude ver la figura de la niña salir de la oscuridad, tenía una larga cabellera negra que llegaba poco más abajo de sus hombros anudada con una cola, una ropas viejas y rasgadas, su piel estaba bastante sucia, incluso tenía algunos raspones, pero eso no era lo que realmente importaba, sino el hecho de que extendía su mano hacia mi. —Nada es gratis en la vida.— Evidentemente quería algo a cambio.
—¿Cómo sé que no me engañaras?— Exigí garantía de algún modo, no iba a caer en su juego así de fácil.
—Pues... Soy tu mejor opción.— Recogió la mano y se dio la vuelta. —Sí no estás interesado... Se escondió en la oscuridad nuevamente.
—No! Espera, está bien.— Cedí rápida a la par que buscaba algunas monedas en mi bolsa y se los daba a la niña.
—Muy listo chiquillo, pero esa placa podría ser robada, además, ¿qué interés puede tener tu gente en algo como eso?— Respondió sin dar su brazo a torcer con facilidad.
No sería muy fácil hacerle hablar al encargado del puesto, incluso estaba llamándome ladrón, me mantuve en silencio mientras comía los fideos y bebía del caldo. —Pues, por lo menos sé que está aquí, usted no se ha encargado de negarlo y en los otros pueblos no está.— Comenté con gran seguridad y con la finalidad de presionar un poco.
—No sé nada! Y aunque lo supiera no te lo dijera.— Se apresuró a decir para darse la vuelta, pero luego retrocedió. —Y más te vale que cuando termines te marches antes de que se esparza el rumor de que un muchacho de la ribera norte está por aquí.— Amenazó y se viró a atender a otros clientes, clientes que algunos tenían puestas su mirada en mi...
Volteé a ver a la gente y sus ojos no demostraban ningún ápice de amabilidad, sería mejor que le hiciera caso al señor, terminé de comer rápidamente lo que quedaba del ramen y entonces me levanté, dejé unas monedas en el mesón. Di un par de pasos hacia lo desconocido, no sabía exactamente a donde ir, lo mejor sería buscar una posada pero aún no veía ninguna.
—Escuché que buscas la gallina de los huevos de oro.— Comentó una voz infantil desde la sombra de un callejón.
—¿Sabes donde podría encontrarla?— Me acerqué un par de pasos mostrando interés en sus palabras.
—Sí, jijiji, peroooo.— Hubo un silencio incómodo en el cual pude ver la figura de la niña salir de la oscuridad, tenía una larga cabellera negra que llegaba poco más abajo de sus hombros anudada con una cola, una ropas viejas y rasgadas, su piel estaba bastante sucia, incluso tenía algunos raspones, pero eso no era lo que realmente importaba, sino el hecho de que extendía su mano hacia mi. —Nada es gratis en la vida.— Evidentemente quería algo a cambio.
—¿Cómo sé que no me engañaras?— Exigí garantía de algún modo, no iba a caer en su juego así de fácil.
—Pues... Soy tu mejor opción.— Recogió la mano y se dio la vuelta. —Sí no estás interesado... Se escondió en la oscuridad nuevamente.
—No! Espera, está bien.— Cedí rápida a la par que buscaba algunas monedas en mi bolsa y se los daba a la niña.