18/12/2017, 10:55
—Y llegaste a la final de un torneo al que fueron los mejores genin de las tres aldeas —la interrumpió Daruu, eclipsando su voz con la suya propia—. Cosa que ya es más que lo que hice yo, que quedé eliminado. ¿Sabes la envidia que te tenía por haber pasado de ronda? ¿Lo sabes?
Ayame agachó la cabeza. Sintió la mano de Daruu en su hombro pero en lugar de verse reconfortada se encogió sobre sí misma. Pero él la acarició con suavidad, y ella no tardó demasiado en volver a relajarse.
—Luché contra un Uchiha también —continuó, y a la mente de Ayame acudió rápidamente el rostro de Uchiha Patsue—, y empaté, quedamos eliminados los dos... pero en ese momento supe que sólo podrían haber habido esas dos opciones, es decir... O daba fin al combate por mí mismo, o perdía. Pero no podía superarle.
«¿Todos los Uchiha son tan poderosos?» Pensó Ayame con un estremecimiento de terror.
La mano de Daruu abandonó su hombro, dejando una fría sensación donde había estado hasta el momento. Se alejó varios pasos.
—Sabes que tenía algo pendiente con Uchiha Akame desde hacía tiempo. Lo busqué, allá en los dojos, antes de tu combate contra él —continuó, serio—. Combatimos. Es extremadamente diestro, y a pesar de que tengo el Byakugan demostró una destreza en combate mayor que la mía. Es probable que sea el genin más fuerte en Uzushiogakure... De alguna manera... lo puedo sentir. ¿Sabes qué es lo peor? Parecía que estaba rivalizando con él, pero cuando acabó el combate, me miró a los ojos, y sin ningún tipo de sello, sin previo aviso... Entré en un genjutsu. Una vez más. Como contigo. Y entonces sentí el beso del fuego.
«¿También Genjutsu? ¿Hay algo que esos ojos no puedan hacer?» Se preguntó, entrecerrando ligeramente los ojos. Había apretado tanto la mano contra el mango del kunai que los nudillos se le habían vuelto blancos como la leche.
—Sentí que en una batalla real, estaría muerto —suspiró Daruu, y a Ayame se le encogió
el corazón ante aquella mera afirmación—. Primero contra ti y luego contra Akame. Estaba frustrado. No sabía como contraatacarlos. Pero no me quedé llorando y sintiéndome un inútil. Me propuse trabajar para dejar de sentir que lo era. Para dejar de serlo. Por eso le pedí a tu padre que me enseñase a combatirlos. Por eso y nada más. Levántate, deja de llorar y pon cara de dura. Muerde con fuerza a la nada y aprieta los dientes. Supera tus debilidades y pule tus fortalezas. Y algún día, seremos los genin más fuertes de Amegakure, y luego, seremos chūnin, jōnin. Seremos ninjas fuertes que no se dejarán matar. Ni que maten a las personas que amamos. El mundo no es un torneo, es mucho más cruel. Si nos quedamos parados llorando, el resto va a seguir avanzando, y llegará un momento que tengamos que chocar kunais con ellos.
Ayame dejó caer los hombros.
—Tú y yo sabemos que el que yo llegara a la final fue mera suerte —replicó, con un hilo de voz—. Si en alguna de las rondas me hubiese tocado contra ti o contra Patsue-san, habría sido descalificada mucho antes. Tú eres más fuerte que yo, eso es algo que ya sabemos.
Se levantó, aún aferrando con fuerza el kunai, con ganas de acuchillar al mismo aire si hacía falta con tal de deshacerse de aquel desasosiego, y tomó aire varias veces.
—Yo también me encontré con Akame antes de enfrentarme a él, y quizás eso sólo lo hizo aún peor —le confesó, temblando ligeramente—. No pude evitarlo después de lo que me contaste. Le increpé que intentara matarte sin ningún tipo de remordimiento, y ambos acabamos gritándonos. Quizás si no hubiese estado allí otro ninja de Uzushiogakure, él y yo... —chasqueó la lengua y terminó por sacudir la cabeza—. Estoy muy lejos de convertirme en nada parecido a "la genin más fuerte de Amegakure", y mi padre lo sabe, por eso me hizo a un lado a la mínima oportunidad. Ha tirado la toalla conmigo porque parece que no doy la suficiente talla para él... ¿Sabes? Él no se alegró de que pasara siquiera la primera ronda, más bien al contrario, quería llevarme de vuelta a Amegakure —sonrió, pero era una sonrisa rota por la pena, y enseguida se vio acompañada de las traicioneras lágrimas que había estado reteniendo hasta ahora—. Por eso le prometí que ganaría el torneo. ¡Ja! Qué ilusa... Seguro que se deshizo en alegría cuando me vio caer de aquella forma tan humillante.
Ayame agachó la cabeza. Sintió la mano de Daruu en su hombro pero en lugar de verse reconfortada se encogió sobre sí misma. Pero él la acarició con suavidad, y ella no tardó demasiado en volver a relajarse.
—Luché contra un Uchiha también —continuó, y a la mente de Ayame acudió rápidamente el rostro de Uchiha Patsue—, y empaté, quedamos eliminados los dos... pero en ese momento supe que sólo podrían haber habido esas dos opciones, es decir... O daba fin al combate por mí mismo, o perdía. Pero no podía superarle.
«¿Todos los Uchiha son tan poderosos?» Pensó Ayame con un estremecimiento de terror.
La mano de Daruu abandonó su hombro, dejando una fría sensación donde había estado hasta el momento. Se alejó varios pasos.
—Sabes que tenía algo pendiente con Uchiha Akame desde hacía tiempo. Lo busqué, allá en los dojos, antes de tu combate contra él —continuó, serio—. Combatimos. Es extremadamente diestro, y a pesar de que tengo el Byakugan demostró una destreza en combate mayor que la mía. Es probable que sea el genin más fuerte en Uzushiogakure... De alguna manera... lo puedo sentir. ¿Sabes qué es lo peor? Parecía que estaba rivalizando con él, pero cuando acabó el combate, me miró a los ojos, y sin ningún tipo de sello, sin previo aviso... Entré en un genjutsu. Una vez más. Como contigo. Y entonces sentí el beso del fuego.
«¿También Genjutsu? ¿Hay algo que esos ojos no puedan hacer?» Se preguntó, entrecerrando ligeramente los ojos. Había apretado tanto la mano contra el mango del kunai que los nudillos se le habían vuelto blancos como la leche.
—Sentí que en una batalla real, estaría muerto —suspiró Daruu, y a Ayame se le encogió
el corazón ante aquella mera afirmación—. Primero contra ti y luego contra Akame. Estaba frustrado. No sabía como contraatacarlos. Pero no me quedé llorando y sintiéndome un inútil. Me propuse trabajar para dejar de sentir que lo era. Para dejar de serlo. Por eso le pedí a tu padre que me enseñase a combatirlos. Por eso y nada más. Levántate, deja de llorar y pon cara de dura. Muerde con fuerza a la nada y aprieta los dientes. Supera tus debilidades y pule tus fortalezas. Y algún día, seremos los genin más fuertes de Amegakure, y luego, seremos chūnin, jōnin. Seremos ninjas fuertes que no se dejarán matar. Ni que maten a las personas que amamos. El mundo no es un torneo, es mucho más cruel. Si nos quedamos parados llorando, el resto va a seguir avanzando, y llegará un momento que tengamos que chocar kunais con ellos.
Ayame dejó caer los hombros.
—Tú y yo sabemos que el que yo llegara a la final fue mera suerte —replicó, con un hilo de voz—. Si en alguna de las rondas me hubiese tocado contra ti o contra Patsue-san, habría sido descalificada mucho antes. Tú eres más fuerte que yo, eso es algo que ya sabemos.
Se levantó, aún aferrando con fuerza el kunai, con ganas de acuchillar al mismo aire si hacía falta con tal de deshacerse de aquel desasosiego, y tomó aire varias veces.
—Yo también me encontré con Akame antes de enfrentarme a él, y quizás eso sólo lo hizo aún peor —le confesó, temblando ligeramente—. No pude evitarlo después de lo que me contaste. Le increpé que intentara matarte sin ningún tipo de remordimiento, y ambos acabamos gritándonos. Quizás si no hubiese estado allí otro ninja de Uzushiogakure, él y yo... —chasqueó la lengua y terminó por sacudir la cabeza—. Estoy muy lejos de convertirme en nada parecido a "la genin más fuerte de Amegakure", y mi padre lo sabe, por eso me hizo a un lado a la mínima oportunidad. Ha tirado la toalla conmigo porque parece que no doy la suficiente talla para él... ¿Sabes? Él no se alegró de que pasara siquiera la primera ronda, más bien al contrario, quería llevarme de vuelta a Amegakure —sonrió, pero era una sonrisa rota por la pena, y enseguida se vio acompañada de las traicioneras lágrimas que había estado reteniendo hasta ahora—. Por eso le prometí que ganaría el torneo. ¡Ja! Qué ilusa... Seguro que se deshizo en alegría cuando me vio caer de aquella forma tan humillante.