19/12/2017, 17:55
Los tres se reunieron al fin, casi como si se tratase de los tres mosqueteros. Nadie había arribado con un retraso sustancial así que, con suerte, podrían respirar tranquilos.
—Buenos y lluviosos días —saludó a ambas con su habitual actitud vivaracha.
La lluvia albergaba un significado para Ralexion que, quizás, contrastaba con el de la mayoría de habitantes de la ciudad. Cuando vives de la tierra, la lluvia es una bendición. Una época de sequía solía equivaler a hambre y en algunas ocasiones, muerte. Su familia nunca había pasado rachas tan malas, pero habían sido testigos de ello. Por ende, agradecía el contacto de la lluvia con su piel, así como el sonido que esta producía. El único motivo por el que vestía tan protegido era para no ir empapado a trabajar.
Si hubiera terminado en Amegakure, habría sido, sin lugar a dudas, muy feliz. No obstante, el destino guarecía un camino distinto para él.
No podían haber tres mosqueteros sin un D'Artagnan. Este se personó en la forma de un ave de caza bien insolente. El potente graznido del animal le llevó a alzar la vista, y entonces fue testigo de él. El halcón se precipitó sobre sus cabezas en una maniobra arriesgada, a lo que el Uchiha se inclinó un poco al lado y se cubrió las cabeza con las manos en un cómico acto reflejo.
—¡Kyaaa! ¡Entrega especial para los tres patitos de parte de Mamá Pato! ¡Kyaaaa!
Entonces dejó caer lo que llevaba entre sus garras, un objeto que le acertó de lleno en la parte trasera del cráneo, donde sus dedos no alcanzaban, produciéndole un inesperado y punzante dolor que le llevó a tensar la mandíbula.
—¡Kyaaa! ¡Hay que mejorar esos reflejos, patito! ¡Kyaaaa! —se jactó de él mientras ejecutaba su escapada.
—¡Cabronazo! ¡Más cuidado la próxima vez! —maldijo a su vez el Uchiha, agitando el puño derecho.
Aún protestando entre dientes, el kusajin se agachó para recoger aquello que el halcón había utilizado cual bomba improvisada. De inmediato pudo comprobar que se trataba de un pergamino de los que se usan para registrar misiones. Hojeó los contenidos con interés, y entonces se dispuso a poner al día a sus compañeras.
—Supongo que ese pajarraco venía de parte de Raiden-sensei. Esto es una misión de rango D. Tenemos que ayudar a unos monjes a restaurar varios santuarios localizados en caminos entre la aldea y Tane-Shigai —explicó con tono nítido—. Si queréis echarle vosotras mismas un vistazo, os lo paso.
En cualquiera de los casos, el muchacho estaba listo para partir tan pronto las otras dos féminas lo estuviesen.
Cuanto antes empezaran, antes terminarían.
—Buenos y lluviosos días —saludó a ambas con su habitual actitud vivaracha.
La lluvia albergaba un significado para Ralexion que, quizás, contrastaba con el de la mayoría de habitantes de la ciudad. Cuando vives de la tierra, la lluvia es una bendición. Una época de sequía solía equivaler a hambre y en algunas ocasiones, muerte. Su familia nunca había pasado rachas tan malas, pero habían sido testigos de ello. Por ende, agradecía el contacto de la lluvia con su piel, así como el sonido que esta producía. El único motivo por el que vestía tan protegido era para no ir empapado a trabajar.
Si hubiera terminado en Amegakure, habría sido, sin lugar a dudas, muy feliz. No obstante, el destino guarecía un camino distinto para él.
No podían haber tres mosqueteros sin un D'Artagnan. Este se personó en la forma de un ave de caza bien insolente. El potente graznido del animal le llevó a alzar la vista, y entonces fue testigo de él. El halcón se precipitó sobre sus cabezas en una maniobra arriesgada, a lo que el Uchiha se inclinó un poco al lado y se cubrió las cabeza con las manos en un cómico acto reflejo.
—¡Kyaaa! ¡Entrega especial para los tres patitos de parte de Mamá Pato! ¡Kyaaaa!
Entonces dejó caer lo que llevaba entre sus garras, un objeto que le acertó de lleno en la parte trasera del cráneo, donde sus dedos no alcanzaban, produciéndole un inesperado y punzante dolor que le llevó a tensar la mandíbula.
—¡Kyaaa! ¡Hay que mejorar esos reflejos, patito! ¡Kyaaaa! —se jactó de él mientras ejecutaba su escapada.
—¡Cabronazo! ¡Más cuidado la próxima vez! —maldijo a su vez el Uchiha, agitando el puño derecho.
Aún protestando entre dientes, el kusajin se agachó para recoger aquello que el halcón había utilizado cual bomba improvisada. De inmediato pudo comprobar que se trataba de un pergamino de los que se usan para registrar misiones. Hojeó los contenidos con interés, y entonces se dispuso a poner al día a sus compañeras.
—Supongo que ese pajarraco venía de parte de Raiden-sensei. Esto es una misión de rango D. Tenemos que ayudar a unos monjes a restaurar varios santuarios localizados en caminos entre la aldea y Tane-Shigai —explicó con tono nítido—. Si queréis echarle vosotras mismas un vistazo, os lo paso.
En cualquiera de los casos, el muchacho estaba listo para partir tan pronto las otras dos féminas lo estuviesen.
Cuanto antes empezaran, antes terminarían.