- ¿Por qué es tan importante esa gallina? – Preguntó la kunoichi con curiosidad.
—¿Cuántas gallinas que pongan huevos azules conoces?— Respondí con una pregunta, en mi vida había escuchado sobre ello, pero a lo mejor en el país del bosque era más común de lo que parecía... o quizás no. —Eso la hace especial y rara, ¿no crees?— Ese era el mejor motivo para ir en busca de aquel animal emplumado.
- ¿Me estás diciendo que te acompañe a buscar algo que ni siquiera tú has visto? – Manifestó un poco incrédula, le daba razón a la duda, después de todo no nos conocíamos de nada y podría ser todo mentira de mi parte.
—Sí, básicamente.— fui preciso y concreto en la respuesta.
- Está bien. Te acompañaré. Pero una condición. Si es todo mentira y no existe, te marcharás del pueblo.
"A otro pueblo en donde sí esté..."
—Acepto, sí la gallina no está aquí no tengo porque estarlo yo.— Accedí también a su condición.
Di unos cuantos pasos hacia ella y estiré mi diestra. —Mucho gusto, Inoue Keisuke.— Me presenté, esperé que hiciera lo mismo y aceptara mi apretón de manos.
"¿Por qué no puede llover en los demás países como en el mío?"
—Hablé con una niña que accedió a informarme donde era, así que técnicamente no tendríamos que buscar mucho.— Mi viré y regresé a la calle por dónde venía caminando. —Al final de esta calle, que parece no tener fin.— Agregué porque ciertamente desde ese punto donde estábamos se veía poco, solo el sendero de los faroles alumbrando el camino.—Se encuentra el patio de la granja donde está la gallina.— Expliqué brevemente.
—Vamos.— Comencé a caminar en esa dirección.
El par de shinobis caminó sin dificultad alguna por la calle en dirección a la granja, las calles seguían igual de solas que antes e incluso podían empezar a ver que ya algunos faroles no alumbraban, unos cuantos pasos más adelante habían salido de las calles del pueblo y ahora solo eran guiados por el astro lunar.
Desde ese punto en donde se encontraban ahora podían ver una valla a unos trescientos metros de distancia en linea recta, aproximadamente, sí esa era la cerca, no había duda de que habían encontrado la granja, solo sería sencillo, seguir caminando y llegar hasta allá.
El murmullo de la noche y las ráfagas de viento acompañaron al dúo por un camino pastoso, la temperatura había descendido unos cuantos grados más, y el viento que los azotaba levemente podría hacer que su piel se erizara, pero no la del pelirrojo, después de todo estaba acostumbrado a climas fríos y húmedos. Por un momento ambos se olvidaron de las amenazas del señor en el puesto de ramen, se les olvidó la riña entre ambas riberas y avanzaron observando el firmamento estampado de estrellas, percibiendo la silueta de algunas vacas a su alrededor e incluso escuchando los ruidos de algunos animales que posiblemente no sabían cuales eran.
Todo se mantenía muy pacífico hasta que...
—Cuidado!— Advertí cuando sentí el que suelo se desquebrajaba y se hundía abruptamente; no fue sencillo pero logré saltar hacia adelante, tocando piso firme, o eso creí, pero ahí también estaba hueco y terminé cayendo de lleno en un profundo hueco de varios metros de profundidad y de diámetro.
La suerte de Rika no fue diferente, escuchó la advertencia del pelirrojo, incluso pudo haber saltado en cualquier dirección, pero lugar en donde pusiera el pie el suelo se desplomaría y quedaría varios metros bajo tierra al lado del shinobi; ahora ambos se encontraban sucios y un poco adoloridos por la caída, pero nada de lo que pudieran preocuparse, todavía.
—¿Qué es esto? ¿Qué pasa aquí?— Manifesté tras incorporarme y dirigirme a la peliverde y tenderle la mano para ayudarla a parar.
Cuando ambos mirasen la única salida viable, verían que la luna seguía igual de brillante que antes y que les mostraba el camino, pero también les mostraba a sus captores, varias siluetas se posaron en la superficie, eran cuatro personas de distintos tamaños y una que al pelirrojo le sería un poco familiar.
—Los tenemos jijiji— Rió la fémina.
—Eso fue muy fácil.— Se mofó el otro.
—Y dicen ser ninjas, que patraña.— Agregó la tercera.
El cuarto se quedó en silencio.
—¿Cuántas gallinas que pongan huevos azules conoces?— Respondí con una pregunta, en mi vida había escuchado sobre ello, pero a lo mejor en el país del bosque era más común de lo que parecía... o quizás no. —Eso la hace especial y rara, ¿no crees?— Ese era el mejor motivo para ir en busca de aquel animal emplumado.
- ¿Me estás diciendo que te acompañe a buscar algo que ni siquiera tú has visto? – Manifestó un poco incrédula, le daba razón a la duda, después de todo no nos conocíamos de nada y podría ser todo mentira de mi parte.
—Sí, básicamente.— fui preciso y concreto en la respuesta.
- Está bien. Te acompañaré. Pero una condición. Si es todo mentira y no existe, te marcharás del pueblo.
"A otro pueblo en donde sí esté..."
—Acepto, sí la gallina no está aquí no tengo porque estarlo yo.— Accedí también a su condición.
Di unos cuantos pasos hacia ella y estiré mi diestra. —Mucho gusto, Inoue Keisuke.— Me presenté, esperé que hiciera lo mismo y aceptara mi apretón de manos.
"¿Por qué no puede llover en los demás países como en el mío?"
—Hablé con una niña que accedió a informarme donde era, así que técnicamente no tendríamos que buscar mucho.— Mi viré y regresé a la calle por dónde venía caminando. —Al final de esta calle, que parece no tener fin.— Agregué porque ciertamente desde ese punto donde estábamos se veía poco, solo el sendero de los faroles alumbrando el camino.—Se encuentra el patio de la granja donde está la gallina.— Expliqué brevemente.
—Vamos.— Comencé a caminar en esa dirección.
...
El par de shinobis caminó sin dificultad alguna por la calle en dirección a la granja, las calles seguían igual de solas que antes e incluso podían empezar a ver que ya algunos faroles no alumbraban, unos cuantos pasos más adelante habían salido de las calles del pueblo y ahora solo eran guiados por el astro lunar.
Desde ese punto en donde se encontraban ahora podían ver una valla a unos trescientos metros de distancia en linea recta, aproximadamente, sí esa era la cerca, no había duda de que habían encontrado la granja, solo sería sencillo, seguir caminando y llegar hasta allá.
El murmullo de la noche y las ráfagas de viento acompañaron al dúo por un camino pastoso, la temperatura había descendido unos cuantos grados más, y el viento que los azotaba levemente podría hacer que su piel se erizara, pero no la del pelirrojo, después de todo estaba acostumbrado a climas fríos y húmedos. Por un momento ambos se olvidaron de las amenazas del señor en el puesto de ramen, se les olvidó la riña entre ambas riberas y avanzaron observando el firmamento estampado de estrellas, percibiendo la silueta de algunas vacas a su alrededor e incluso escuchando los ruidos de algunos animales que posiblemente no sabían cuales eran.
Todo se mantenía muy pacífico hasta que...
—Cuidado!— Advertí cuando sentí el que suelo se desquebrajaba y se hundía abruptamente; no fue sencillo pero logré saltar hacia adelante, tocando piso firme, o eso creí, pero ahí también estaba hueco y terminé cayendo de lleno en un profundo hueco de varios metros de profundidad y de diámetro.
La suerte de Rika no fue diferente, escuchó la advertencia del pelirrojo, incluso pudo haber saltado en cualquier dirección, pero lugar en donde pusiera el pie el suelo se desplomaría y quedaría varios metros bajo tierra al lado del shinobi; ahora ambos se encontraban sucios y un poco adoloridos por la caída, pero nada de lo que pudieran preocuparse, todavía.
—¿Qué es esto? ¿Qué pasa aquí?— Manifesté tras incorporarme y dirigirme a la peliverde y tenderle la mano para ayudarla a parar.
Cuando ambos mirasen la única salida viable, verían que la luna seguía igual de brillante que antes y que les mostraba el camino, pero también les mostraba a sus captores, varias siluetas se posaron en la superficie, eran cuatro personas de distintos tamaños y una que al pelirrojo le sería un poco familiar.
—Los tenemos jijiji— Rió la fémina.
—Eso fue muy fácil.— Se mofó el otro.
—Y dicen ser ninjas, que patraña.— Agregó la tercera.
El cuarto se quedó en silencio.