22/12/2017, 11:51
Keisuke había aceptado la condición de Rika, la sarutobi lo acompañaría hasta que el misterio de la gallina se hubiera resuelto. El joven se presentó extendiéndole el brazo y dándole la mano como símbolo de respeto. Lo habitual. La chica correspondió, estrechándosela. No sabía cuánto iba durar aquella expedición, pero esperaba que no se alargara demasiado. No quería perseguir un cuento de hadas.
- Sarutobi Rika. – Se presentó.
El joven parecía bastante más seguro de la existencia de aquella especie de lo que lo estaba ella. Si realmente existía, ¿para qué la necesitaría? ¿le iban a dar una buena cantidad de ryos por ella? Las dudas que se le pasaban por la mente eran muchas, pasando de un extremo a otro.
- ¿Una niña? – Preguntó extrañada. –Así que está en una granja, y que vamos a hacer, ¿robarla? – Si la gallina pertenecía a alguien, no sabía que plan albergaba la mente de Keisuke.
Aun así, lo acompañó. Podía estar simplemente tomándole el pelo y fuera una excusa para salir de la ciudad sin más. El caminar fue rápido, y los dos permanecieron en silencio durante un rato. La calle era bastante larga, pero al ritmo que llevaban llegarían en un breve espacio de tiempo. Así fue, poco después se fue visionando la valla de la famosa granja de la que hablaba y Rika, empezó a pensar que igual tenía razón después de todo.
Pero no fue todo tan bonito. Era una trampa. Keisuke advirtió a la sarutobi de esta, pero ni uno ni otro fueron capaces de reaccionar a tiempo ante la situación. Su destino fue el mismo, caer en un hoyo. La caída produjo un par de golpes y por ende, dolores musculares a la joven. Y obviamente, manchó sus ropas. Alguien había construido esa trampa para ellos.
Rika se mantuvo en silencio, pensando una salida, una forma de escape, mientras el chico de Amegakure vociferaba y tenía un encuentro con cuatro siluetas más. La chica jamás había visto a esos cuatro, pero hablaban en general de ellos. ¿Quiénes eran?
-¿Cómo salimos de aquí? – Le preguntó a su compañero sin hacer mucho caso a las otras voces. Ella confiaba que siendo una kunoichi de aquella zona, nadie se atrevería a armar jaleo con ella, pues podría repercutirles de forma muy grave. A menos que aquella gente fuera en contra del propio sistema. Cosa que, en ese momento, no quería contemplar.
Buscó en sus pertenencias, concretamente en el portaobjetos del cinturón, junto a su bandana y sacó un kunai. No pensó en si era factible o no. Simplemente lo sacó y lo clavó en la pared de tierra. Miró a Keisuke y esperó la reacción de este. Ella tenía un plan para salir de allí, aunque quizá, no fuera el más viable.
- Sarutobi Rika. – Se presentó.
El joven parecía bastante más seguro de la existencia de aquella especie de lo que lo estaba ella. Si realmente existía, ¿para qué la necesitaría? ¿le iban a dar una buena cantidad de ryos por ella? Las dudas que se le pasaban por la mente eran muchas, pasando de un extremo a otro.
- ¿Una niña? – Preguntó extrañada. –Así que está en una granja, y que vamos a hacer, ¿robarla? – Si la gallina pertenecía a alguien, no sabía que plan albergaba la mente de Keisuke.
Aun así, lo acompañó. Podía estar simplemente tomándole el pelo y fuera una excusa para salir de la ciudad sin más. El caminar fue rápido, y los dos permanecieron en silencio durante un rato. La calle era bastante larga, pero al ritmo que llevaban llegarían en un breve espacio de tiempo. Así fue, poco después se fue visionando la valla de la famosa granja de la que hablaba y Rika, empezó a pensar que igual tenía razón después de todo.
Pero no fue todo tan bonito. Era una trampa. Keisuke advirtió a la sarutobi de esta, pero ni uno ni otro fueron capaces de reaccionar a tiempo ante la situación. Su destino fue el mismo, caer en un hoyo. La caída produjo un par de golpes y por ende, dolores musculares a la joven. Y obviamente, manchó sus ropas. Alguien había construido esa trampa para ellos.
Rika se mantuvo en silencio, pensando una salida, una forma de escape, mientras el chico de Amegakure vociferaba y tenía un encuentro con cuatro siluetas más. La chica jamás había visto a esos cuatro, pero hablaban en general de ellos. ¿Quiénes eran?
-¿Cómo salimos de aquí? – Le preguntó a su compañero sin hacer mucho caso a las otras voces. Ella confiaba que siendo una kunoichi de aquella zona, nadie se atrevería a armar jaleo con ella, pues podría repercutirles de forma muy grave. A menos que aquella gente fuera en contra del propio sistema. Cosa que, en ese momento, no quería contemplar.
Buscó en sus pertenencias, concretamente en el portaobjetos del cinturón, junto a su bandana y sacó un kunai. No pensó en si era factible o no. Simplemente lo sacó y lo clavó en la pared de tierra. Miró a Keisuke y esperó la reacción de este. Ella tenía un plan para salir de allí, aunque quizá, no fuera el más viable.