22/12/2017, 12:38
A través de los clones, Ayame pudo ver cómo Daruu activaba su Byakugan. Chasqueó la lengua con fastidio, por un momento se había olvidado de las capacidades que le daban aquellos ojos al Hyūga, así que fue entonces cuando se detuvo en seco al recordar que de nada serviría intentar esconderse. Daruu la vería allá donde fuera.
—¿Bromeas? ¡Está guapísima! —la elogió, y ella se sonrojó ligeramente—. ¡Y nos viene genial! Ilusionismo. Yo también haré ilusionismo.
Ayame enarcó una ceja, intrigada por sus palabras. ¿Acaso Daruu conocería alguna técnica de Genjutsu? Le convenía prepararse, por si acaso, pero las intenciones del chico eran bien diferentes. Cuando los kunais estaban a punto de colisionar contra él, extendió los brazos y emitió una potente ráfaga de chakra que, a todas luces, debería haber desviado los kunais ilusorios. Aunque las armas pasaron a través del Hyūga.
—Por cierto, Ayame... Quiero que sepas que —dijo, y señaló justo en la dirección en la que se encontraba la verdadera, siguiéndola con el dedo—. Mi Byakugan puede ver a través de estos clones. Eso es una ventaja. Les engañaremos, haremos que parezca que estoy confundido, y después de unos segundos... ¡Kai!
Daruu había interrumpido su flujo de chakra momentáneamente, sólo para hacerlo estallar justo después. La súbita inundación de chakra luchó momentáneamente con la ilusión de las réplicas, haciendo ondular ligeramente el aire, y Ayame se sonrió al comprobar que, de desearlo, podría mantener en pie el Genjutsu y sobreponerlo al intento de Daruu por disiparlo. Sin embargo, le dejó hacer. Las réplicas se desvanecieron en el aire con un breve brillo azulado, ella quedó al descubierto, y Daruu se abalanzó hacia ella. Se deslizó en el suelo para tenderle una zancadilla, pero Ayame saltó en el último momento y movió ligeramente los dedos de la mano derecha.
El cascabel que había tomado de su portaobjetos tintineó con delicadeza. Pero aquel tintineo se vio amplificado de repente, invadiría los oídos de Daruu y retumbaría en su oído interno, sacudiendo su sentido del equilibrio momentáneamente. Y, aprovechando aquel instante de debilidad, Ayame giró la cadera y le asestó una patada en el pecho que lo enviaría de vuelta varios metros más allá.
Tenía que admitirlo, estaba deseando probar aquella técnica.
—¿Cuánto tiempo más tenemos que continuar así? —preguntó, acomodándose la máscara sobre el punte de la nariz.
—¿Bromeas? ¡Está guapísima! —la elogió, y ella se sonrojó ligeramente—. ¡Y nos viene genial! Ilusionismo. Yo también haré ilusionismo.
Ayame enarcó una ceja, intrigada por sus palabras. ¿Acaso Daruu conocería alguna técnica de Genjutsu? Le convenía prepararse, por si acaso, pero las intenciones del chico eran bien diferentes. Cuando los kunais estaban a punto de colisionar contra él, extendió los brazos y emitió una potente ráfaga de chakra que, a todas luces, debería haber desviado los kunais ilusorios. Aunque las armas pasaron a través del Hyūga.
—Por cierto, Ayame... Quiero que sepas que —dijo, y señaló justo en la dirección en la que se encontraba la verdadera, siguiéndola con el dedo—. Mi Byakugan puede ver a través de estos clones. Eso es una ventaja. Les engañaremos, haremos que parezca que estoy confundido, y después de unos segundos... ¡Kai!
Daruu había interrumpido su flujo de chakra momentáneamente, sólo para hacerlo estallar justo después. La súbita inundación de chakra luchó momentáneamente con la ilusión de las réplicas, haciendo ondular ligeramente el aire, y Ayame se sonrió al comprobar que, de desearlo, podría mantener en pie el Genjutsu y sobreponerlo al intento de Daruu por disiparlo. Sin embargo, le dejó hacer. Las réplicas se desvanecieron en el aire con un breve brillo azulado, ella quedó al descubierto, y Daruu se abalanzó hacia ella. Se deslizó en el suelo para tenderle una zancadilla, pero Ayame saltó en el último momento y movió ligeramente los dedos de la mano derecha.
El cascabel que había tomado de su portaobjetos tintineó con delicadeza. Pero aquel tintineo se vio amplificado de repente, invadiría los oídos de Daruu y retumbaría en su oído interno, sacudiendo su sentido del equilibrio momentáneamente. Y, aprovechando aquel instante de debilidad, Ayame giró la cadera y le asestó una patada en el pecho que lo enviaría de vuelta varios metros más allá.
Tenía que admitirlo, estaba deseando probar aquella técnica.
—¿Cuánto tiempo más tenemos que continuar así? —preguntó, acomodándose la máscara sobre el punte de la nariz.