25/12/2017, 13:36
—Y yo todo el cielo en mis ojos.
Levanté una ceja, sorprendido ¿A qué venia aquello? Lo que estábamos buscando no volaba, caminaba. Y pese a que había quedado muy épico en el momento, y si era verdad lo que decía, molaba un huevo, en el contexto de lo que estábamos haciendo no tenía mucho sentido.
Las venas se le hincharon alrededor de los ojos y estos se volvieron totalmente blancos. No sabía muy bien que estaba haciendo, parecía ser algún tipo de técnica de rastreo. Mi curiosidad por sus ojos volvió a aumentar. Tal vez no estaba al nivel del hombre pez, pero sí lo suficiente alta para querer estudiar sobre el tema.
—Lo he encontrado. Pero le ha regalado el collar a su pareja. Y yo no voy a robar para devolverle lo robado a un cuervo. Lo siento.
La pregunta importante era ¿Cómo? ¿Cómo lo había encontrado desde tan lejos? ¿A qué nivel llegaba aquella técnica de rastreo? Las dudas empezaron a asaltar mi mente y no escuche si quiera lo que decía el cuervo. Tendría que averiguarlo. En otro momento más idóneo, o tal vez otro día, pero tenía que saber que había hecho. Curiosidad científica.
—Ni tu y yo —Hice una pequeña pausa dramática, ya que pensaba ayudar, al menos para llevarme la satisfacción de molestar un poquito a alguien, aunque fuera un pájaro. —Pero conozco a alguien que si lo hará, si me haces el favor de sujetarme el paraguas.
Le tendí el paraguas a Daruu. Kiara se aferró a la varilla metálica del mismo. Su manía por no mojarse sus “preciosas” plumas no conocía límites. A veces me preguntaba por qué había aceptado trabajar con alguien de amegakure, el lugar en el que jamás dejaba de llover. Tal vez en su momento no tenía ni idea de donde se había metido.
—Oye ¿Cómo es ella? Tú chicha, ¿Es guapa? Es obvio que no es tan hermosa como yo, claro, pero siento curiosidad.
Kiara aprovechó el momento para interrogar al cuervo. Uno de esos interrogatorios que acaban resultando bochornosos, esos que suelen hacerte tus padres para ver si tienes pareja o, para saber cómo es tu pareja. Esos interrogatorios en los que acabas más rojo que un tomate. Ella era ese tipo de “persona”.
Yo parte mi parte, preferí ignorar aquella conversación y centrarme en mi nuevo cometido, que ya no se limitaba a traducir al cuervo. Cuando tuviera ambas manos vacías, si es que Daruu me cogía el paraguas, realizaría una serie de sellos, tras la cual me mordería el pulgar y plantaría la mano en el suelo mojado de la terraza.
— ¡Kuchiyose no Jutsu!
Y tras una cortinilla de humo, aparecería otro cuervo negro como la noche.
—¡Pero bueno! Ella estar a punto de confesar a su marido que él bebe no ser de él, sino del sensei
Algo dentro de mi sabía que iba a pasar justo eso.
Levanté una ceja, sorprendido ¿A qué venia aquello? Lo que estábamos buscando no volaba, caminaba. Y pese a que había quedado muy épico en el momento, y si era verdad lo que decía, molaba un huevo, en el contexto de lo que estábamos haciendo no tenía mucho sentido.
Las venas se le hincharon alrededor de los ojos y estos se volvieron totalmente blancos. No sabía muy bien que estaba haciendo, parecía ser algún tipo de técnica de rastreo. Mi curiosidad por sus ojos volvió a aumentar. Tal vez no estaba al nivel del hombre pez, pero sí lo suficiente alta para querer estudiar sobre el tema.
—Lo he encontrado. Pero le ha regalado el collar a su pareja. Y yo no voy a robar para devolverle lo robado a un cuervo. Lo siento.
La pregunta importante era ¿Cómo? ¿Cómo lo había encontrado desde tan lejos? ¿A qué nivel llegaba aquella técnica de rastreo? Las dudas empezaron a asaltar mi mente y no escuche si quiera lo que decía el cuervo. Tendría que averiguarlo. En otro momento más idóneo, o tal vez otro día, pero tenía que saber que había hecho. Curiosidad científica.
—Ni tu y yo —Hice una pequeña pausa dramática, ya que pensaba ayudar, al menos para llevarme la satisfacción de molestar un poquito a alguien, aunque fuera un pájaro. —Pero conozco a alguien que si lo hará, si me haces el favor de sujetarme el paraguas.
Le tendí el paraguas a Daruu. Kiara se aferró a la varilla metálica del mismo. Su manía por no mojarse sus “preciosas” plumas no conocía límites. A veces me preguntaba por qué había aceptado trabajar con alguien de amegakure, el lugar en el que jamás dejaba de llover. Tal vez en su momento no tenía ni idea de donde se había metido.
—Oye ¿Cómo es ella? Tú chicha, ¿Es guapa? Es obvio que no es tan hermosa como yo, claro, pero siento curiosidad.
Kiara aprovechó el momento para interrogar al cuervo. Uno de esos interrogatorios que acaban resultando bochornosos, esos que suelen hacerte tus padres para ver si tienes pareja o, para saber cómo es tu pareja. Esos interrogatorios en los que acabas más rojo que un tomate. Ella era ese tipo de “persona”.
Yo parte mi parte, preferí ignorar aquella conversación y centrarme en mi nuevo cometido, que ya no se limitaba a traducir al cuervo. Cuando tuviera ambas manos vacías, si es que Daruu me cogía el paraguas, realizaría una serie de sellos, tras la cual me mordería el pulgar y plantaría la mano en el suelo mojado de la terraza.
— ¡Kuchiyose no Jutsu!
Y tras una cortinilla de humo, aparecería otro cuervo negro como la noche.
—¡Pero bueno! Ella estar a punto de confesar a su marido que él bebe no ser de él, sino del sensei
Algo dentro de mi sabía que iba a pasar justo eso.