27/12/2017, 12:06
(Última modificación: 9/01/2018, 11:47 por Aotsuki Ayame.)
Eri soltó una risilla en respuesta, y Ayame la contempló, sorprendida por su reacción.
—No es que no quisiera ser kunoichi, es más, adoro haberme convertido en una —explicó, aún con una sonrisa suelta en sus labios—. Mi padre era shinobi, pero también tocaba la flauta, solo que nunca fue muy reconocido, pero se le daba realmente bien. —Eri se encogió de hombros, pero Ayame comenzaba a atisbar el camino que iba a tomar la historia—. Luego él murió, y siento que, para no sé, honrar su muerte, podría hacer que su música llegase más allá de las cuatro paredes de Uzushiogakure, ya que bueno, soy el vivo reflejo —acentuó aquellas dos palabras cerrando y abriendo los dedos índice y corazón varias veces a modo de comillas—, de mi padre.
—Vaya, lo siento mucho. Y siento haber tocado un tema tan delicado —respondió Ayame, torciendo el gesto en una mueca de apuro. Sin embargo, enseguida se apresuró a esbozar una suave sonrisa. Dadas las circunstancias, entendía lo importante que era la música para la kunoichi de Uzushiogakure. Y, quizás por primera vez, se alegró sinceramente de haberla ayudado a participar en el concurso—. Pero es un gesto muy bonito el que quieras honrar la memoria de tu padre de esta manera.
Arriba, en el escenario, la pareja de ancianos seguía con su actuación. Se trataba de una canción de ritmo marcado, popular, aunque todo parecía indicar que se estaba acercando a su final mientras ellas charlaban.