8/08/2015, 22:19
~ La ley de la no armonía ~
Dicen que el dinero no da la felicidad, así como la salud lo es todo, el amor es lo mas importante, los padres son los últimos que fallarían a un hijo, e innumerables sandeces. Sin embargo la realidad se rige sobre 2 leyes básicas y fundamentales. La primera, nunca bajes la guardia. La segunda, y no por ello menos importante, uno mismo debe hacer las cosas si desea que salgan bien.
Desde el día en que nació, Sendo no ha llegado a ser nada afortunado. Hijo único, en una familia de únicamente una pareja, sin herencias, sin legado, albino, con heterocromia, con unos padres inapropiados... Mares de lagrimas eran frecuentes en el seno familiar, si no era a causa de una borrachera del padre, era una ausencia de comida. El nacimiento del hijo había resultado casi un castigo, y muchas veces aunque fuese inconscientemente, así lo hacían ver sendos padres. Sendo creció sin saber de su sangre, pues ni tan siquiera su padre lo sabía. Creció sin amigos, pues en esa aldea solo habían adultos, y creció rodeado de desdén.
Apenas llegaba su quinta primavera, el hijo de ésta familia comenzó a desarrollar un talento asombroso para el dibujo, una de las muchas aficiones que lo salvaban de una cruda y difícil realidad. La familia duramente llegaba a fin de mes, el padre no tenía trabajo y la madre estaba casi siempre fuera de casa.... momentos que el padre aprovechaba para desahogar su ira sobre el pequeño. Siempre había una causa justificando dicha acción, y un padre no había de ser malo, era un pensamiento alocado, o al menos eso pensaba la madre. Un beso y una disculpa, y ahí no había sucedido nada.
Sendo buscaba en su mente la libertad, no había mal que en su imaginación pudiese hacerle daño, allí el era el rey. Sus dibujos, no eran mas que sus fantasías expresadas en papel, así mas tarde podía volver a revivirlas.
La sexta primavera de su vida se acercaba, la familia por otro lado parecía ir a peor situación, y más aun al ser despedida la madre... todo parecía irse al traste en breve. Fue casualmente, o no, el día del cumpleaños del progenitor cuando sucederían uno de los acontecimientos mas impactantes en ésta familia.
Desde el día en que nació, Sendo no ha llegado a ser nada afortunado. Hijo único, en una familia de únicamente una pareja, sin herencias, sin legado, albino, con heterocromia, con unos padres inapropiados... Mares de lagrimas eran frecuentes en el seno familiar, si no era a causa de una borrachera del padre, era una ausencia de comida. El nacimiento del hijo había resultado casi un castigo, y muchas veces aunque fuese inconscientemente, así lo hacían ver sendos padres. Sendo creció sin saber de su sangre, pues ni tan siquiera su padre lo sabía. Creció sin amigos, pues en esa aldea solo habían adultos, y creció rodeado de desdén.
Apenas llegaba su quinta primavera, el hijo de ésta familia comenzó a desarrollar un talento asombroso para el dibujo, una de las muchas aficiones que lo salvaban de una cruda y difícil realidad. La familia duramente llegaba a fin de mes, el padre no tenía trabajo y la madre estaba casi siempre fuera de casa.... momentos que el padre aprovechaba para desahogar su ira sobre el pequeño. Siempre había una causa justificando dicha acción, y un padre no había de ser malo, era un pensamiento alocado, o al menos eso pensaba la madre. Un beso y una disculpa, y ahí no había sucedido nada.
Sendo buscaba en su mente la libertad, no había mal que en su imaginación pudiese hacerle daño, allí el era el rey. Sus dibujos, no eran mas que sus fantasías expresadas en papel, así mas tarde podía volver a revivirlas.
La sexta primavera de su vida se acercaba, la familia por otro lado parecía ir a peor situación, y más aun al ser despedida la madre... todo parecía irse al traste en breve. Fue casualmente, o no, el día del cumpleaños del progenitor cuando sucederían uno de los acontecimientos mas impactantes en ésta familia.
~ La ley del ahorcado ~
Ardiente mañana relucía con el avistamiento del astro flamígero, un día mas. Sendo levantaba su mirada desde la cama, buscando los primeros rayos de sol. Su mirada, triste, no llegaba a ver con claridad por la ventana, pero tampoco importaba... en éste día no había mas importancia que la celebración de 6 primaveras. ¿Habría hoy algo de almorzar? Eso si que era para debatir en éstos momentos.
Un ruido alertó al albino, su mirada rápidamente se clavó sobre la recién abierta puerta, entre la cuál se hallaba la madre del chico. Sus ojos tornaban oceánicos, por una clara influencia de lágrimas. Sin duda algo pasaba.
—¿Te encuentras bien madre?— Preguntó el joven aún desde la cama.
—Tu-tu.... tu....— Apenas había pronunciado una palabra y explotó a llorar, aunque no duró demasiado en su posición, casi a la vez que comenzó a llorar salió corriendo hacia el comedor.
"¿Que diablos... ? ¿Padre habrá bebido otra vez... ?" Pensó a la par que volvía su mirada hacia la ventana. "Creo que no es eso.... es muy temprano....."
Tras alzarse, no muy lejos de su cama, situada en una mesilla se encontraba la parte superior de su pijama. El albino agarró la prenda, la cuál se puso casi al instante. La prenda quedó abierta, omitió la parte de abrocharse los botones con tal de ahorrar unos segundos, tras lo cuál avanzó hacia la puerta de la habitación. Apenas había salido del habitáculo, sus ojos se abrieron cual búho. Una escena impresionante se representaba frente a él.
—¡Idiota! ¡Ayúdame!- Gritó la mujer entre llantos. —¡Aún podemos salvarlo! ¡Ayúdame a baja a papa! ¡AYÚDAME!-
En el comedor, la luz atravesaba con potencia la persiana, iluminando ténuemente un inerte caparazón. El cuerpo del padre yacía colgado sobre una soga. A sus pies, una botella de alcohol barato derramada, y no mucho mas lejos una silla derrumbada. Quizás la presión había sido demasiado para él, y había recurrido al camino fácil. A su lado, la mujer insistía en intentar salvarlo... apretaba con fuerzas la mano del cadáver, y le hablaba como si éste fuese a responder. No mas allá de la expectativa de la mujer, aquel inerte cuerpo ya poseía un color mas blanco al cabello del hijo, así como un olor a putrefacción bastante desagradable. Sendo no acudió a la llamada auxilio de la madre, quedó pasivo observando. En la mente del joven solo se veía algo positivo en esta situación, ya no recibiría mas palizas sin motivo. El peliblanco comenzó a reír a carcajadas, inconscientemente mostraba el resentimiento que había sentido hacia ese hombre durante toda su vida.
—Padre a muerto.... jajajajajaja! BWAJAJAJAJAJA!—
—¡Estúpido! ¡TU TIENES LA CULPA! ¡TODO HA SIDO CULPA TUYA!— Gritó furiosa la mujer mientras soltaba la mano del difunto. La mujer no tardó en dirigirse hacia la posición del albino para propinarle un espeluznante puñetazo en la cabeza que lo dejaría inconsciente.
"¿Yo tengo la culpa... ?" Fue el último pensamiento que rondó la cabeza del chico antes de que todo se volviese turbio.
Un ruido alertó al albino, su mirada rápidamente se clavó sobre la recién abierta puerta, entre la cuál se hallaba la madre del chico. Sus ojos tornaban oceánicos, por una clara influencia de lágrimas. Sin duda algo pasaba.
—¿Te encuentras bien madre?— Preguntó el joven aún desde la cama.
—Tu-tu.... tu....— Apenas había pronunciado una palabra y explotó a llorar, aunque no duró demasiado en su posición, casi a la vez que comenzó a llorar salió corriendo hacia el comedor.
"¿Que diablos... ? ¿Padre habrá bebido otra vez... ?" Pensó a la par que volvía su mirada hacia la ventana. "Creo que no es eso.... es muy temprano....."
Tras alzarse, no muy lejos de su cama, situada en una mesilla se encontraba la parte superior de su pijama. El albino agarró la prenda, la cuál se puso casi al instante. La prenda quedó abierta, omitió la parte de abrocharse los botones con tal de ahorrar unos segundos, tras lo cuál avanzó hacia la puerta de la habitación. Apenas había salido del habitáculo, sus ojos se abrieron cual búho. Una escena impresionante se representaba frente a él.
—¡Idiota! ¡Ayúdame!- Gritó la mujer entre llantos. —¡Aún podemos salvarlo! ¡Ayúdame a baja a papa! ¡AYÚDAME!-
En el comedor, la luz atravesaba con potencia la persiana, iluminando ténuemente un inerte caparazón. El cuerpo del padre yacía colgado sobre una soga. A sus pies, una botella de alcohol barato derramada, y no mucho mas lejos una silla derrumbada. Quizás la presión había sido demasiado para él, y había recurrido al camino fácil. A su lado, la mujer insistía en intentar salvarlo... apretaba con fuerzas la mano del cadáver, y le hablaba como si éste fuese a responder. No mas allá de la expectativa de la mujer, aquel inerte cuerpo ya poseía un color mas blanco al cabello del hijo, así como un olor a putrefacción bastante desagradable. Sendo no acudió a la llamada auxilio de la madre, quedó pasivo observando. En la mente del joven solo se veía algo positivo en esta situación, ya no recibiría mas palizas sin motivo. El peliblanco comenzó a reír a carcajadas, inconscientemente mostraba el resentimiento que había sentido hacia ese hombre durante toda su vida.
—Padre a muerto.... jajajajajaja! BWAJAJAJAJAJA!—
—¡Estúpido! ¡TU TIENES LA CULPA! ¡TODO HA SIDO CULPA TUYA!— Gritó furiosa la mujer mientras soltaba la mano del difunto. La mujer no tardó en dirigirse hacia la posición del albino para propinarle un espeluznante puñetazo en la cabeza que lo dejaría inconsciente.
"¿Yo tengo la culpa... ?" Fue el último pensamiento que rondó la cabeza del chico antes de que todo se volviese turbio.
~ La ley del vivero ~
Los recuerdos a destacar hasta la sexta primavera eran pocos, pero quizás eso fuese lo mejor, no recordar los momentos de dificultad... aunque quizás los recuerdos que mas sobrellevaba eran los mas dolorosos. Fuere como fuere, los tiempos que transcurrieron a la muerte del padre de la familia no fueron a peor, si no al contrario. La madre encontró un trabajo en un vivero, y se pudieron mudar a una casa distinta en la misma aldea. Fue un tiempo de paz, de agradable estancia, que aunque no llegase a disfrutar con la madre debido a su trabajo, fue inolvidable. No había palizas, podía dormir a la hora que le viniese en gana, nadie le reprochaba nada, no tenía vigilancia...
La vida en general parecía sonreír a la escasa familia, al parecer había sobrado alguien durante mucho tiempo. Los días transcurrían, y aunque la tragedia les había besado hacía poco, ya llevaban casi 10 meses de recuperación... obviamente no demasiado, pero las heridas las cura el tiempo, o eso dicen.
En incontables ocasiones el chico había acudido al trabajo de la madre, pues además de ser un lugar armonioso, el edificio era precioso y la compañía agradable. Como un día cualquiera, el chico acudió a ver a su madre tras el almuerzo, llevando consigo un plato para que la mujer comiese también. El día era de lo mas agradable, así como la sonrisa de la madre al ver a su hijo traerle la comida. Un cálido abrazó fue la recompensa del chico, mas que suficiente.
—Sendo, ¿Que vas a querer por tu cumpleaños?— Preguntó indiscretamente.
El joven quedó asombrado, hacía mucho que no vivían tan bien, y no recordaba haber recibido mas que la comida en un cumpleaños. Sin duda la reacción del albino fue quedar asombrado y callado, no tenía respuesta a esa pregunta... ahora mismo no deseaba nada, lo tenía todo.
—Madre, no gastes el dinero en un regalo. Usa el dinero para que viajemos algún día a la capital del país, eso si sería un regalo, y para ambos.—
—¡Que buena idea!—
La madre confirmó que la idea del chico había sido espléndida, a la par agarró el plato y comenzó a comer ayudada por la mesa de muestras como soporte al plato. El joven quedó asombrado mirando una extraña planta, una planta de raíces negras y hojas rojas con marcas triangulares color azabache. Sus tallos eran delgados y espinosos, así mismo estaba autoprotegida por varias ramas menores terminadas en filosas puntas. Su mirada quedó tan empapada de asombro ante esa planta, que la madre no pudo evitar darse cuenta.
—Es fascinante, ¿verdad? Esta planta es muy rara. La semana que viene van a mandarla a la capital para que se estudie, al parecer tiene propiedades parecidas a las de una sanguijuela. Será un gran avance para la medicina. Yo la he llamado Orquidea Negra.—
—Es hermosa.... espeluznante y hermosa....— Comentó el peliblanco.
De pronto, la armonía se vio eclipsada por el pánico. La tierra comenzó a temblar, el pánico cundió en las calles, y no fue distinto dentro del vivero. Sendo agarró la mano de su madre, e intentó arrastrarla hacia la salida.
—¡Vamos madre! ¡Hay que salir fuera!—
Apenas había avanzado 3 pasos, una enorme parte del techo cayó sobre el albino, aprisionando parte de su torso y la mayor parte de sus piernas. La mano de su madre se esfumó de entre sus dedos, y éste solo vio la situación desde una perspectiva bastante inferior. El dolor era tan intenso que sobrepasaba los límites del mismo, haciendo que no sintiese nada mas que un frío atroz. Las lagrimas brotaron de sus ojos, así como un gemido de angustia y malestar que haría temblar a los mismos difuntos.
—¡Madre! ¡Ayúdame!—
Gritaba desesperado, tendiendo la mano hacia la de su madre. Pero ésta estaba ya en la salida del edificio. Los ojos del peliblanco se abrieron como platos, y las lagrimas quedaron atascadas, cerca a desprenderse por sus mejillas.
—¡MADREEEEEEEEEEEEEEEEE....!— Gritó abrumado por la situación.
Sin embargo, la madre no tuvo remordimientos. Ella también tenia lagrimas en sus mejillas, pero a saber a causa de qué serían... sin mirar a su hijo a los ojos, abandonó la sala dejándolo a su amparo. El albino quedó con la mano alzada hacia la posición de su madre un instante, pero no tardó en darse cuenta que estaba solo. El chico quedó en el suelo, llorando, esperando a ver que sucedía. ¿Caería el edificio sobre su cuerpo? ¿Sería tan solo un terremoto? El chico sucumbió ante el dolor emocional y físico, cerró los ojos y dejó todo transcurrir.
La vida en general parecía sonreír a la escasa familia, al parecer había sobrado alguien durante mucho tiempo. Los días transcurrían, y aunque la tragedia les había besado hacía poco, ya llevaban casi 10 meses de recuperación... obviamente no demasiado, pero las heridas las cura el tiempo, o eso dicen.
En incontables ocasiones el chico había acudido al trabajo de la madre, pues además de ser un lugar armonioso, el edificio era precioso y la compañía agradable. Como un día cualquiera, el chico acudió a ver a su madre tras el almuerzo, llevando consigo un plato para que la mujer comiese también. El día era de lo mas agradable, así como la sonrisa de la madre al ver a su hijo traerle la comida. Un cálido abrazó fue la recompensa del chico, mas que suficiente.
—Sendo, ¿Que vas a querer por tu cumpleaños?— Preguntó indiscretamente.
El joven quedó asombrado, hacía mucho que no vivían tan bien, y no recordaba haber recibido mas que la comida en un cumpleaños. Sin duda la reacción del albino fue quedar asombrado y callado, no tenía respuesta a esa pregunta... ahora mismo no deseaba nada, lo tenía todo.
—Madre, no gastes el dinero en un regalo. Usa el dinero para que viajemos algún día a la capital del país, eso si sería un regalo, y para ambos.—
—¡Que buena idea!—
La madre confirmó que la idea del chico había sido espléndida, a la par agarró el plato y comenzó a comer ayudada por la mesa de muestras como soporte al plato. El joven quedó asombrado mirando una extraña planta, una planta de raíces negras y hojas rojas con marcas triangulares color azabache. Sus tallos eran delgados y espinosos, así mismo estaba autoprotegida por varias ramas menores terminadas en filosas puntas. Su mirada quedó tan empapada de asombro ante esa planta, que la madre no pudo evitar darse cuenta.
—Es fascinante, ¿verdad? Esta planta es muy rara. La semana que viene van a mandarla a la capital para que se estudie, al parecer tiene propiedades parecidas a las de una sanguijuela. Será un gran avance para la medicina. Yo la he llamado Orquidea Negra.—
—Es hermosa.... espeluznante y hermosa....— Comentó el peliblanco.
De pronto, la armonía se vio eclipsada por el pánico. La tierra comenzó a temblar, el pánico cundió en las calles, y no fue distinto dentro del vivero. Sendo agarró la mano de su madre, e intentó arrastrarla hacia la salida.
—¡Vamos madre! ¡Hay que salir fuera!—
Apenas había avanzado 3 pasos, una enorme parte del techo cayó sobre el albino, aprisionando parte de su torso y la mayor parte de sus piernas. La mano de su madre se esfumó de entre sus dedos, y éste solo vio la situación desde una perspectiva bastante inferior. El dolor era tan intenso que sobrepasaba los límites del mismo, haciendo que no sintiese nada mas que un frío atroz. Las lagrimas brotaron de sus ojos, así como un gemido de angustia y malestar que haría temblar a los mismos difuntos.
—¡Madre! ¡Ayúdame!—
Gritaba desesperado, tendiendo la mano hacia la de su madre. Pero ésta estaba ya en la salida del edificio. Los ojos del peliblanco se abrieron como platos, y las lagrimas quedaron atascadas, cerca a desprenderse por sus mejillas.
—¡MADREEEEEEEEEEEEEEEEE....!— Gritó abrumado por la situación.
Sin embargo, la madre no tuvo remordimientos. Ella también tenia lagrimas en sus mejillas, pero a saber a causa de qué serían... sin mirar a su hijo a los ojos, abandonó la sala dejándolo a su amparo. El albino quedó con la mano alzada hacia la posición de su madre un instante, pero no tardó en darse cuenta que estaba solo. El chico quedó en el suelo, llorando, esperando a ver que sucedía. ¿Caería el edificio sobre su cuerpo? ¿Sería tan solo un terremoto? El chico sucumbió ante el dolor emocional y físico, cerró los ojos y dejó todo transcurrir.
~ La ley de un nuevo nacimiento ~
Al abrir los ojos, el chico vio el cielo estrellado y una luna llena que iluminaba con fuerza todo bajo ella. Era extraño ver el cielo desde el interior de un edificio, pero en breve recordó los últimos detalles antes de perder la consciencia. El joven ahora no tenía ninguna roca sobre él, tan solo añicos de lo que antes había sido el techo, todo el edificio estaba destruido, y un detalle extraño era que la planta negra, o lo que quedaba de ella, se encontraba apenas a medio metro suya.... pero la planta en su mayor parte había desaparecido. Lo mas extraño era que en sí, la mayor parte de la susodicha había quedado reducida a un liquido negro, quizás debido a que se hubiese aplastado o algo.... a saber.
El chico intentó levantarse, pero su cuerpo estaba totalmente hecho polvo. Tan solo con ese mero intento, la sangre brotó de su boca, así como un intenso calambre recorrió toda su columna, entumeciendolo completamente. Su dolor emergió de las profundidades, pero por un instante olvidó éste. Al igual que el techo, parte de los muros también habían caído, dejando ver el resto de la pequeña aldea.... o lo que quedaba de ésta. La aldea entera había sido arrasada por éste fenómeno o ataque. No quedaba un solo edificio en pié, y no se escuchaba un alma. ¿Qué diantres había pasado?
Apenas habían transcurrido unos segundos, pero el momento pareció durar eternamente. De nuevo el dolor se apoderó de su mente, y un gemido de dolor salió de lo más profundo de su ser.
—¡Otro superviviente!— Se escuchó lejano.
De pronto, un par de personas con trajes extraños aparecieron a su vera. Una careta y una espada daban a ver que podían ser guerreros o algo parecido. ¿Habrían sido ellos los causantes de esta hecatombe? Uno de ellos le tomó la mano al peliblanco, buscando quizás su pulso.
—Está débil, debemos evacuarlo rápidamente.— Comentó.
El otro individuo asintió con la cabeza, a la par que agarraba al chico de un puñado y lo reposaba sobre su hombro derecho. El dolor que recorría el cuerpo del chico era tanto que ni pudo aguantar consciente.
—Lo llevaré a la aldea, necesita tratamiento médico urgente.—
Tras el incidente del vivero, el chico despertó semanas después, en una sala de hospital. Era la primera vez que veía ese sitio, y lo corroboró al mirar por la ventana. Estaba en una aldea distinta, y bastante militar... había guardias como los que lo habían agarrado del vivero por todos lados de aquella aldea. Además todo parecía muy tradicional, bastante clásico y lleno de dojos... no llegó a fijarse en mucho mas antes de que un medico entrase en la sala.
—Al fin despiertas.—
El chico miró al señor, y con curiosidad y desdén preguntó por su futuro. —¿Dónde estoy? ¿qué ha sido de mi aldea?—
-Estás en Kusagakure, jovencito. Con respecto a tu aldea... fue arrasada por un fatídico terremoto. Aún no saben la causa, pero todo indica que no fue algo provocado.-
—Entiendo.... —
Tras una larga recuperación y siendo por así decirlo huérfano, ya que no sabía nada de su madre, su destino quedó guiado por una costumbre militar de una villa un tanto siniestra a su ver. Poco a poco, el joven fue aprendiendo lo que era el chakra, así como las nociones básicas de un shinobi. Poco a poco se fue acostumbrando a eso de ser un shinobi y todas estas patrañas nuevas... aunque su caso fue bastante singular entre su promoción, pues los chunin le daban clases por separado, pues al parecer su chakra había sido influenciado por algo, era distinto al del resto, algo singular y único que lo hacia especial.
El chico intentó levantarse, pero su cuerpo estaba totalmente hecho polvo. Tan solo con ese mero intento, la sangre brotó de su boca, así como un intenso calambre recorrió toda su columna, entumeciendolo completamente. Su dolor emergió de las profundidades, pero por un instante olvidó éste. Al igual que el techo, parte de los muros también habían caído, dejando ver el resto de la pequeña aldea.... o lo que quedaba de ésta. La aldea entera había sido arrasada por éste fenómeno o ataque. No quedaba un solo edificio en pié, y no se escuchaba un alma. ¿Qué diantres había pasado?
Apenas habían transcurrido unos segundos, pero el momento pareció durar eternamente. De nuevo el dolor se apoderó de su mente, y un gemido de dolor salió de lo más profundo de su ser.
—¡Otro superviviente!— Se escuchó lejano.
De pronto, un par de personas con trajes extraños aparecieron a su vera. Una careta y una espada daban a ver que podían ser guerreros o algo parecido. ¿Habrían sido ellos los causantes de esta hecatombe? Uno de ellos le tomó la mano al peliblanco, buscando quizás su pulso.
—Está débil, debemos evacuarlo rápidamente.— Comentó.
El otro individuo asintió con la cabeza, a la par que agarraba al chico de un puñado y lo reposaba sobre su hombro derecho. El dolor que recorría el cuerpo del chico era tanto que ni pudo aguantar consciente.
—Lo llevaré a la aldea, necesita tratamiento médico urgente.—
Tras el incidente del vivero, el chico despertó semanas después, en una sala de hospital. Era la primera vez que veía ese sitio, y lo corroboró al mirar por la ventana. Estaba en una aldea distinta, y bastante militar... había guardias como los que lo habían agarrado del vivero por todos lados de aquella aldea. Además todo parecía muy tradicional, bastante clásico y lleno de dojos... no llegó a fijarse en mucho mas antes de que un medico entrase en la sala.
—Al fin despiertas.—
El chico miró al señor, y con curiosidad y desdén preguntó por su futuro. —¿Dónde estoy? ¿qué ha sido de mi aldea?—
-Estás en Kusagakure, jovencito. Con respecto a tu aldea... fue arrasada por un fatídico terremoto. Aún no saben la causa, pero todo indica que no fue algo provocado.-
—Entiendo.... —
Tras una larga recuperación y siendo por así decirlo huérfano, ya que no sabía nada de su madre, su destino quedó guiado por una costumbre militar de una villa un tanto siniestra a su ver. Poco a poco, el joven fue aprendiendo lo que era el chakra, así como las nociones básicas de un shinobi. Poco a poco se fue acostumbrando a eso de ser un shinobi y todas estas patrañas nuevas... aunque su caso fue bastante singular entre su promoción, pues los chunin le daban clases por separado, pues al parecer su chakra había sido influenciado por algo, era distinto al del resto, algo singular y único que lo hacia especial.
~ La ley del primer examen ~
Los años habían pasado, y básicamente hablando por cifras o fechas, su estancia en la academia había empezado a los 8 años, y en 4 años ya estaba preparado para examinarse, pero no se le permitió ese privilegio por no haberse centrado en su carrera como shinobi. Sin duda era algo normal, pues tampoco tenía alicientes por convertirse en ninja. Hasta los 14 años no se le permitió al joven presentarse al examen genin, el cuál sin lugar a dudas recordaría por un tiempo.
Sendo se presentó en el aula del examen, donde los chunin y un par de jounin esperaban. Frente a él, uno de sus compañeros de clase, un genin con el que había compartido horas y horas, compañero con el que había compartido hasta el almuerzo. Su nombre Kuro Maotsuke.
—Habéis entrenado durante años para éste momento, vuestra promoción a genin. Las normas son sencillas: no hay normas. Es un combate sencillo, en el que deberéis mostrar todas vuestras facultades como shinobis.— Comentó un jounin.
—Lo siento mucho Sendo-san, pero vas a morder el polvo.... mi familia estará orgullosa de mi!— Sin duda su compañero tenia... "tacto".
—Tsk! Kuro-san.... siempre tan caballeroso...—
Ambos sonrieron, quizás se conocían demasiado bien.... o eso pensaban, aunque el albino ocultaba mucho en su interior. El joven de ojos de distinto color alzó su guardia, y no tardó mucho en imitarle su antagonista. Sendos shinobis pretendían dar su mejor esfuerzo, pues en ello pendía su graduación.
—¡Que comience el show!— Añadió Sendo antes de lanzarse al ataque.
El albino corrió a la par que unía sus manos en una leve sucesión de sellos. Por su parte, Kuro realizó un movimiento para lanzar kunais... su acción fue mas que prevista por Sendo. Una bocanada de agua había causado que sus metales saltaran por los aires, dando hueco a un rápido movimiento punzante por parte del albino. El puño de Sendo tornaba color negro, y mas que un puño, se había transformado en algo parecido a una cuchilla de gran tamaño, la cual atravesaba el torso del antagonista. El rostro de Kuro cambió de pronto, apenas había resistido unos segundos... y toda su vida pasaba ante sus ojos. No podía evitar llorar, cayó sobre el hombro de su compañero, y le agarró en un abrazo. De pronto, la alarma saltó, sin duda el calor de la batalla le había tomado, y se había pasado con creces.
—No.... no quiero morir.... no quiero..... no...— Aquejó el shinobi a oídos de Sendo.
—Shhhhh.... tranquilo, no temas a morir.... te estoy salvando de vivir en este mundo tan cruel. Ahora eres libre....— Cortó el albino ante las replicas de su compañero. —¡Disfruta tu libertad!—
En ese mismo instante los profesores llegaron hasta la posición de los chicos, separando a ambos de una manera rápida y eficaz. La sangre brotó, salpicando las ropas de ambos, y Kuro no tardó en caer al suelo inerte. Pese a intento de los profesores por salvarlo, les fue imposible. Mientras que en el rostro del chico solo se veía dolor y angustia, en el del albino por el contrario no se mostraba signo de sentimiento alguno, parecía indiferente ante el hecho de haber acabado con la vida de su compañero. No era cierto, en el fondo estaba contento por él... se estaba ahorrando una infinidad de sufrimientos a si continuase viviendo. Le acababa de salvar.
Un tiempo de reflexión y castigo se le vendría encima. Aunque ésto para el chico no era nada, había soportado castigos, palizas y torturas durante toda su vida. Hasta su madre le había traicionado y roto el corazón... ¿qué mas daba un poco mas?
Sendo se presentó en el aula del examen, donde los chunin y un par de jounin esperaban. Frente a él, uno de sus compañeros de clase, un genin con el que había compartido horas y horas, compañero con el que había compartido hasta el almuerzo. Su nombre Kuro Maotsuke.
—Habéis entrenado durante años para éste momento, vuestra promoción a genin. Las normas son sencillas: no hay normas. Es un combate sencillo, en el que deberéis mostrar todas vuestras facultades como shinobis.— Comentó un jounin.
—Lo siento mucho Sendo-san, pero vas a morder el polvo.... mi familia estará orgullosa de mi!— Sin duda su compañero tenia... "tacto".
—Tsk! Kuro-san.... siempre tan caballeroso...—
Ambos sonrieron, quizás se conocían demasiado bien.... o eso pensaban, aunque el albino ocultaba mucho en su interior. El joven de ojos de distinto color alzó su guardia, y no tardó mucho en imitarle su antagonista. Sendos shinobis pretendían dar su mejor esfuerzo, pues en ello pendía su graduación.
—¡Que comience el show!— Añadió Sendo antes de lanzarse al ataque.
El albino corrió a la par que unía sus manos en una leve sucesión de sellos. Por su parte, Kuro realizó un movimiento para lanzar kunais... su acción fue mas que prevista por Sendo. Una bocanada de agua había causado que sus metales saltaran por los aires, dando hueco a un rápido movimiento punzante por parte del albino. El puño de Sendo tornaba color negro, y mas que un puño, se había transformado en algo parecido a una cuchilla de gran tamaño, la cual atravesaba el torso del antagonista. El rostro de Kuro cambió de pronto, apenas había resistido unos segundos... y toda su vida pasaba ante sus ojos. No podía evitar llorar, cayó sobre el hombro de su compañero, y le agarró en un abrazo. De pronto, la alarma saltó, sin duda el calor de la batalla le había tomado, y se había pasado con creces.
—No.... no quiero morir.... no quiero..... no...— Aquejó el shinobi a oídos de Sendo.
—Shhhhh.... tranquilo, no temas a morir.... te estoy salvando de vivir en este mundo tan cruel. Ahora eres libre....— Cortó el albino ante las replicas de su compañero. —¡Disfruta tu libertad!—
En ese mismo instante los profesores llegaron hasta la posición de los chicos, separando a ambos de una manera rápida y eficaz. La sangre brotó, salpicando las ropas de ambos, y Kuro no tardó en caer al suelo inerte. Pese a intento de los profesores por salvarlo, les fue imposible. Mientras que en el rostro del chico solo se veía dolor y angustia, en el del albino por el contrario no se mostraba signo de sentimiento alguno, parecía indiferente ante el hecho de haber acabado con la vida de su compañero. No era cierto, en el fondo estaba contento por él... se estaba ahorrando una infinidad de sufrimientos a si continuase viviendo. Le acababa de salvar.
Un tiempo de reflexión y castigo se le vendría encima. Aunque ésto para el chico no era nada, había soportado castigos, palizas y torturas durante toda su vida. Hasta su madre le había traicionado y roto el corazón... ¿qué mas daba un poco mas?
~ La ley del castigo ~
Tras aquel examen de ascenso, el joven adquirió una mala fama ejemplar... No solo eso, si no que se le prohibió tomar el rango de genin. El mismo profesorado dictó que el chico era un peligro, y que debían imponerle un castigo ejemplar.
No muy lejos del propósito, el chico fue mandado a un reformatorio. Una escuela donde "reformaban" a los chicos a base de golpes y castigos físicos. Un lugar adorable, vamos. Allí paso un buen trecho, aunque por suerte podía leer y dibujar, lo cual le dio mucha libertad. Pasado un tiempo, fue estudiando libros que normalmente la gente no tomaba, sobre todo uno llamado diccionario anglosajón. En éste, vio una palabra de otro idioma que realmente le definía por completo como martil. Blame, culpable. El era a quien todas las culpas echaban, absolutamente todo iba a parar sobre sus hombros... esa palabra le definía por completo, esa palabra era su auténtico nombre.
Aprovechando esos interminables ratos muertos en su calabozo, pues eso mas que un cuarto era una cárcel, el chico comenzó a experimentar con sus habilidades. Ese extraño chakra era bastante maleable, y comenzó a averiguar cosas que podía hacer con el, como por ejemplo cubrir su cuerpo con éste. Ésto le empezaba a resultar fácil, le llegó a pillar mas la confianza a realizar técnicas de ésta habilidad que de su propia afinidad elemental. Sin duda, era un bicho raro... o quizás lo llevaba en la sangre...
Lo que era irrevocable, era que su afán por salvar a sus iguales continuaba creciendo y creciendo. Él era quien debía ayudar al resto a encontrar la paz, fuere como fuere. Aunque tras su examen, se dio cuenta de que esa obsesión no podía estar destapada a todo público, le considerarían un loco, y lo encerrarían de nuevo. Al menos éste tiempo de encarcelamiento o reforma, le sirvieron de bastante.
No muy lejos del propósito, el chico fue mandado a un reformatorio. Una escuela donde "reformaban" a los chicos a base de golpes y castigos físicos. Un lugar adorable, vamos. Allí paso un buen trecho, aunque por suerte podía leer y dibujar, lo cual le dio mucha libertad. Pasado un tiempo, fue estudiando libros que normalmente la gente no tomaba, sobre todo uno llamado diccionario anglosajón. En éste, vio una palabra de otro idioma que realmente le definía por completo como martil. Blame, culpable. El era a quien todas las culpas echaban, absolutamente todo iba a parar sobre sus hombros... esa palabra le definía por completo, esa palabra era su auténtico nombre.
Aprovechando esos interminables ratos muertos en su calabozo, pues eso mas que un cuarto era una cárcel, el chico comenzó a experimentar con sus habilidades. Ese extraño chakra era bastante maleable, y comenzó a averiguar cosas que podía hacer con el, como por ejemplo cubrir su cuerpo con éste. Ésto le empezaba a resultar fácil, le llegó a pillar mas la confianza a realizar técnicas de ésta habilidad que de su propia afinidad elemental. Sin duda, era un bicho raro... o quizás lo llevaba en la sangre...
Lo que era irrevocable, era que su afán por salvar a sus iguales continuaba creciendo y creciendo. Él era quien debía ayudar al resto a encontrar la paz, fuere como fuere. Aunque tras su examen, se dio cuenta de que esa obsesión no podía estar destapada a todo público, le considerarían un loco, y lo encerrarían de nuevo. Al menos éste tiempo de encarcelamiento o reforma, le sirvieron de bastante.
~ La ley del perdón ~
Cierto día, mientras el chico estudiaba en su habitación, ajeno al resto, un barullo llamó su atención. Normal, "barullo" se escapaba a las dimensiones de lo sucedido. Entre seis y siete chicos habían tomado a la fuerza a un par de trabajadores del recinto, y los tenían con un cuchillo al cuello. Pedían no muy amablemente que los soltaran, mas su petición no quería ser escuchada por nadie. Quizás estaban condenando a aquellos pobres trabajadores con tal de que los chicos quedasen en el centro. Evidentemente, los esfuerzos del reformatorio no eran para nada eficientes... de ahí nadie salía reformado, quizás alguno se arrepentía de sus actos, pero eran una mayoritaria minoría.
El albino se encogió de hombros, a él ni le iba ni le venía el problema. Si morían, bien, si se libraban... pues ya les llegaría su hora mas tarde... Con su característica calma, el joven cruzó por entre medio de todo ese jaleo. Tomó un vaso de agua del comedor, y se dispuso a volver a su habitación, como si nada tuviese que ver con él. Sin embargo, su fama y su templanza en aquel acontecimiento le jugarían una mala pasada. Mientras regresaba, un brillo metálico le deslumbró.
—Pilla éso, Sendo!— Gritaron desde el otro lado del comedor.
Como acto reflejo, el chico dejó caer el libro que llevaba entre manos, y tomó un cuchillo al vuelo. No había sido lanzado con propósito de herirlo, si no de manera curva, para que éste lo tomase. Al hacerlo, vio como uno de los agresores le sonreía, intentando hacer ver al albino que contaban con él.
"¿Que diantres pretenden?" Pensó el chico mientras observaba el cuchillo.
Para cuando se quiso dar cuenta, tras del chico de orbes dispares se presentaron una escuadra de genins, lideradas por un jounin. El rostro del chico que había ofrecido el cuchillo al albino cambió de pronto, para nada esperaba a un experimentado shinobi dando apoyo tan rápido a éste reformatorio.
El albino miró hacia detrás, donde el jefe de esa escuadra observaba como sus pupilos intentarían hacer el trabajo. Pero para cuando éstos lo intentasen, el asunto estaría algo mas "sencillo". Sin previo aviso, el Senju lanzó sin preámbulos el cuchillo a la cabeza del que segundos antes le había ofrecido el cuchillo. Estupefactos, todos quedaron en silencio. Segundos mas tardes, el cuerpo de chico cayó al suelo, y el trabajador del recinto, con lagrimas entre los ojos, corrió dirección al jounin.
—A mi me dejáis en paz, idiotas.— Sentenció el peliblanco.
Los otros chicos que aún contenían al otro trabajador se rajaron, y dejaron libre al sujeto. Quizás promovidos por el hecho de perder a uno de ellos, o quizás por el hecho de que habían shinobis allí, y tenían todas las de perder. Fuera como fuera, no tenían opción, y sin luchar terminaron rindiéndose.
El albino se fue hacia su habitación, como si nada, tranquilo cual mapache en su madriguera. La situación se resolvió rápidamente, y al cabo de unos días, llegó un mensaje para el chico.
Un par de días mas tarde, el chico obtuvo su redención, a coste de una muerte sin importancia tal y como sugerían los encargados. El chico, quisiera o no, se había ganado un fama bastante desagradable, pues sus actos no fueron borrados de ningún lado, tan solo elogiados. El albino había quitado ya dos vidas, aunque una hubiese servido para salvar a otra.
El albino se encogió de hombros, a él ni le iba ni le venía el problema. Si morían, bien, si se libraban... pues ya les llegaría su hora mas tarde... Con su característica calma, el joven cruzó por entre medio de todo ese jaleo. Tomó un vaso de agua del comedor, y se dispuso a volver a su habitación, como si nada tuviese que ver con él. Sin embargo, su fama y su templanza en aquel acontecimiento le jugarían una mala pasada. Mientras regresaba, un brillo metálico le deslumbró.
—Pilla éso, Sendo!— Gritaron desde el otro lado del comedor.
Como acto reflejo, el chico dejó caer el libro que llevaba entre manos, y tomó un cuchillo al vuelo. No había sido lanzado con propósito de herirlo, si no de manera curva, para que éste lo tomase. Al hacerlo, vio como uno de los agresores le sonreía, intentando hacer ver al albino que contaban con él.
"¿Que diantres pretenden?" Pensó el chico mientras observaba el cuchillo.
Para cuando se quiso dar cuenta, tras del chico de orbes dispares se presentaron una escuadra de genins, lideradas por un jounin. El rostro del chico que había ofrecido el cuchillo al albino cambió de pronto, para nada esperaba a un experimentado shinobi dando apoyo tan rápido a éste reformatorio.
El albino miró hacia detrás, donde el jefe de esa escuadra observaba como sus pupilos intentarían hacer el trabajo. Pero para cuando éstos lo intentasen, el asunto estaría algo mas "sencillo". Sin previo aviso, el Senju lanzó sin preámbulos el cuchillo a la cabeza del que segundos antes le había ofrecido el cuchillo. Estupefactos, todos quedaron en silencio. Segundos mas tardes, el cuerpo de chico cayó al suelo, y el trabajador del recinto, con lagrimas entre los ojos, corrió dirección al jounin.
—A mi me dejáis en paz, idiotas.— Sentenció el peliblanco.
Los otros chicos que aún contenían al otro trabajador se rajaron, y dejaron libre al sujeto. Quizás promovidos por el hecho de perder a uno de ellos, o quizás por el hecho de que habían shinobis allí, y tenían todas las de perder. Fuera como fuera, no tenían opción, y sin luchar terminaron rindiéndose.
El albino se fue hacia su habitación, como si nada, tranquilo cual mapache en su madriguera. La situación se resolvió rápidamente, y al cabo de unos días, llegó un mensaje para el chico.
Cita:El administrador ha considerado que gracias a tu actuación, no ha habido ningún herido importante. Tu comportamiento está siendo ejemplar, y por lo consiguiente, mereces salir del reformatorio. Eres un chico ejemplar.
Enhorabuena.
Un par de días mas tarde, el chico obtuvo su redención, a coste de una muerte sin importancia tal y como sugerían los encargados. El chico, quisiera o no, se había ganado un fama bastante desagradable, pues sus actos no fueron borrados de ningún lado, tan solo elogiados. El albino había quitado ya dos vidas, aunque una hubiese servido para salvar a otra.
~ La ley del héroe ~
Pese a que poca gente se arrimaba al chico, el albino continuó su carrera como shinobi. Su meta era obvia, había de ser fuerte como ninguno para poder acabar con todos. Además, tan solo cuando estuviese en el rango de anbu podría averiguar sobre su madre, pues fueron anbu los que le trajeron desde su aldea. Quizás entre ellos pasase información de aquel acontecimiento, pero evidentemente no darían trapo alguno a un chico cualquiera...
Con el tiempo, el chico terminó de nuevo el curso de genin, y terminó por graduarse. Ésta vez no tuvo problemas, aunque su contrincante en ésta ocasión casi ni se dignó a oponer resistencia. Quizás fuese que el chico ya llevaba demasiada experiencia, o simplemente que su oponente le tenía miedo. Fuese lo que fuese, lo que importaba era lo que tenía entre manos al terminar. Una banda de tela negra con una placa metálica que hacía referencia con un grabado a la aldea que habitaba, Kusagakure.
Como auto regalo tras el ascenso, Blame fue a una afamada herrería, e hizo un encargo un tanto singular. Quería una espada, pero que tuviese la forma de una llave.
¿Motivo? Todo héroe necesita destacar sobre el resto, y una capa no le molaba. Había de tener la llave para liberar las almas de la humanidad, una llave que sirviese para matar. Literal, y metafóricamente. Tan solo daba un pequeño paso en pos de su futuro, un futuro que solo le quitarían de las manos pasando sobre su cadáver.
Con el tiempo, el chico terminó de nuevo el curso de genin, y terminó por graduarse. Ésta vez no tuvo problemas, aunque su contrincante en ésta ocasión casi ni se dignó a oponer resistencia. Quizás fuese que el chico ya llevaba demasiada experiencia, o simplemente que su oponente le tenía miedo. Fuese lo que fuese, lo que importaba era lo que tenía entre manos al terminar. Una banda de tela negra con una placa metálica que hacía referencia con un grabado a la aldea que habitaba, Kusagakure.
Como auto regalo tras el ascenso, Blame fue a una afamada herrería, e hizo un encargo un tanto singular. Quería una espada, pero que tuviese la forma de una llave.
¿Motivo? Todo héroe necesita destacar sobre el resto, y una capa no le molaba. Había de tener la llave para liberar las almas de la humanidad, una llave que sirviese para matar. Literal, y metafóricamente. Tan solo daba un pequeño paso en pos de su futuro, un futuro que solo le quitarían de las manos pasando sobre su cadáver.