Al abrirse las puertas de la sala, la chica ladeó la cabeza en un gesto que hasta se veía incómodo. Aunque, no era del todo incómodo, casi era un gesto acorde a la compostura que mantenía. Sus ojos se clavaron en el que recién ingresaba, un chico que realmente se le hacía familiar. Arqueó una ceja, incrédula ante la burla que le hacía el destino.
«¿En serio? ¿NO HABÍA OTRO? ¿EN SERIO?»
Su mirada no fue la única que se hincó en el cuerpo del superior, la señora que aguardaba tras el mostrador también acompañó la acción. Sin embargo, ésta no pensaba de igual manera. El chico se adelantó hasta la posición de ésta última, dejando tras de sí su estúpido paraguas. Realizó una reverencia de lo mas formal, mucho mas de lo que la chica previamente había apremiado, y saludó a la señora.
—Buenos días, es usted Manase-san, ¿verdad? —con una pregunta que no concertaba una respuesta, la mujer adelantó las formalidades para darle un pergamino, el pergamino que previamente había seleccionado para Aiko.
La chica miró de nuevo hacia ambos laterales, buscando que hubiese otro chuunin, pero sus efímeros deseos no se vieron realizados por ningún tipo de Deidad fugaz. Pudo cagarse en todas las supuestas Deidades existentes y por existir, pero habría sido una perdida de tiempo...
—Aquí tiene el pergamino referente a la misión que se le comentó, y ahí aguarda la kunoichi que ha sido asignada bajo su tutela para cumplir la tarea. Le deseo suerte en su cumplimiento.
La mujer, que había señalado a la pelirroja como genin partícipe en la misión, ya no tenía escapatoria. Su cara era todo un poema, lo había escuchado, y no podía escaquearse. Sin embargo, no movió un solo dedo, permaneció sentada como si la cosa no fuese con ella... aunque su rostro reflejaba que no quería afrontar la realidad.
Sin demora, la rubia continuó con sus tareas, aún le quedaba bastante trabajo. La cantidad de papeles y pergaminos sobre su mostrador daba eso a entender, así como su actitud centrada en eliminarlos, archivarlos y ordenarlos. No necesariamente en ese orden.
«¿En serio? ¿NO HABÍA OTRO? ¿EN SERIO?»
Su mirada no fue la única que se hincó en el cuerpo del superior, la señora que aguardaba tras el mostrador también acompañó la acción. Sin embargo, ésta no pensaba de igual manera. El chico se adelantó hasta la posición de ésta última, dejando tras de sí su estúpido paraguas. Realizó una reverencia de lo mas formal, mucho mas de lo que la chica previamente había apremiado, y saludó a la señora.
—Buenos días, es usted Manase-san, ¿verdad? —con una pregunta que no concertaba una respuesta, la mujer adelantó las formalidades para darle un pergamino, el pergamino que previamente había seleccionado para Aiko.
La chica miró de nuevo hacia ambos laterales, buscando que hubiese otro chuunin, pero sus efímeros deseos no se vieron realizados por ningún tipo de Deidad fugaz. Pudo cagarse en todas las supuestas Deidades existentes y por existir, pero habría sido una perdida de tiempo...
—Aquí tiene el pergamino referente a la misión que se le comentó, y ahí aguarda la kunoichi que ha sido asignada bajo su tutela para cumplir la tarea. Le deseo suerte en su cumplimiento.
La mujer, que había señalado a la pelirroja como genin partícipe en la misión, ya no tenía escapatoria. Su cara era todo un poema, lo había escuchado, y no podía escaquearse. Sin embargo, no movió un solo dedo, permaneció sentada como si la cosa no fuese con ella... aunque su rostro reflejaba que no quería afrontar la realidad.
Sin demora, la rubia continuó con sus tareas, aún le quedaba bastante trabajo. La cantidad de papeles y pergaminos sobre su mostrador daba eso a entender, así como su actitud centrada en eliminarlos, archivarlos y ordenarlos. No necesariamente en ese orden.