7/01/2018, 00:07
Aquella era una mañana como cualquier otra, el cielo despejado salvo por una que otra nube completamente blanca dejando en claro que no llovería pronto y una temperatura ideal para vestir como a uno se le antojase. No hacía frío ni calor, pero podías abrigarte sin exagerar que no te sentirías agobiado, o llevar poca ropa encima que el viento no te haría tiritar.
Era un día muy bonito, perfecto para dar un paseo en algún paraje natural, para almorzar en pleno campo o incluso llevar una práctica amistosa con algún compañero.
Lamentablemente, Ritsuko no era el tipo de persona que iba a buscar a alguien con quien pasar el rato y menos para ir a solicitar alguna misión. Más que nada porque era un día tan lindo que no le parecía adecuado invertirlo en un encargo que podría ser bastante pesado y aburrido, como limpiar los baños de la academia.
Así fue como la joven pelirroja decidió salir a pasear, primeramente acompañada por aquel shinobi que siempre se había asegurado de que ella no llegara tarde a sus clases, pero como era de esperarse, llegó un momento en el que se separaron en medio de la nada.
Conociéndose a sí misma, prefirió darse media vuelta y dirigirse a la aldea, pero dicho giro fue bastante errado, tanto que terminó por viajar en la dirección contraria a Kusagakure hasta que incluso cruzó la frontera y terminó en el país de la tierra. Aunque no había mucho para indicarle que lo había hecho así que simplemente siguió su camino.
«No recordaba haber caminado tanto »pensaba mientras seguía la marcha en línea recta, con la esperanza de encontrarse nuevamente con la aldea.
Aquello no ocurrió, pasaron varios días en los que tuvo que pararse en cada asentamiento que encontró para descansar y reponer suministros, pero de la aldea no había señales.
Finalmente, al cabo de aproximadamente una semana, la de ojos blancos llegó a los pies de una escalera que se veía excesivamente larga, estaba rodeada de infinidad de pilares que sentía que conocía, al menos porque se lo habían nombrado alguna vez en alguna clase así que rebuscó en su portaobjetos llevándose consigo un par de pinchazos por los shurikens y extrajo al fin el mapa, algo rotoso pero porque lo guarda siempre en el mismo lugar que sus armas cortantes. Es más, más de una vez se le ha destrozado la bomba de humo que suele llevar consigo justamente por eso.
—Esto no puede estar en el país del bosque —murmuraba a sí misma mientras buscaba en el mapa por algo que pudiera indicarle aunque sea vagamente dónde estaba.
Era un día muy bonito, perfecto para dar un paseo en algún paraje natural, para almorzar en pleno campo o incluso llevar una práctica amistosa con algún compañero.
Lamentablemente, Ritsuko no era el tipo de persona que iba a buscar a alguien con quien pasar el rato y menos para ir a solicitar alguna misión. Más que nada porque era un día tan lindo que no le parecía adecuado invertirlo en un encargo que podría ser bastante pesado y aburrido, como limpiar los baños de la academia.
Así fue como la joven pelirroja decidió salir a pasear, primeramente acompañada por aquel shinobi que siempre se había asegurado de que ella no llegara tarde a sus clases, pero como era de esperarse, llegó un momento en el que se separaron en medio de la nada.
Conociéndose a sí misma, prefirió darse media vuelta y dirigirse a la aldea, pero dicho giro fue bastante errado, tanto que terminó por viajar en la dirección contraria a Kusagakure hasta que incluso cruzó la frontera y terminó en el país de la tierra. Aunque no había mucho para indicarle que lo había hecho así que simplemente siguió su camino.
«No recordaba haber caminado tanto »pensaba mientras seguía la marcha en línea recta, con la esperanza de encontrarse nuevamente con la aldea.
Aquello no ocurrió, pasaron varios días en los que tuvo que pararse en cada asentamiento que encontró para descansar y reponer suministros, pero de la aldea no había señales.
Finalmente, al cabo de aproximadamente una semana, la de ojos blancos llegó a los pies de una escalera que se veía excesivamente larga, estaba rodeada de infinidad de pilares que sentía que conocía, al menos porque se lo habían nombrado alguna vez en alguna clase así que rebuscó en su portaobjetos llevándose consigo un par de pinchazos por los shurikens y extrajo al fin el mapa, algo rotoso pero porque lo guarda siempre en el mismo lugar que sus armas cortantes. Es más, más de una vez se le ha destrozado la bomba de humo que suele llevar consigo justamente por eso.
—Esto no puede estar en el país del bosque —murmuraba a sí misma mientras buscaba en el mapa por algo que pudiera indicarle aunque sea vagamente dónde estaba.