8/01/2018, 13:28
Ayame despegó los pies del suelo en el último instante, y con la mano derecha activó una técnica terrible. Daruu pudo ver un destello en la punta de sus dedos gracias al Byakugan, y una onda de chakra que se expandió desde un pequeño cascabel e inundó la habitación en cuestión de un instante. No había nada más que eso, chakra, y para cuando dedujo que se trataba de un Genjutsu ya estaba rodando por el suelo, con los oídos tapados —futilmente, pues el estruendo era ilusorio—, intentando mitigar un pinchazo que le impedía prácticamente moverse. Sentía un dolor acuciante en el pecho, y tuvo que suponer que Ayame le había herido de alguna manera, pero no sabía cómo.
Extendió el brazo tembloroso como un flan y asió la máscara, que se había desprendido. Se la acomodó sin dejar que un público imaginario descubriese su verdadera identidad, y se levantó, resollando.
—¿Cuánto tiempo más tenemos que continuar así? —preguntó Ayame.
—Espera... espera —interrumpió Daruu, que todavía estaba algo aturdido—. ¿Un Genjutsu auditivo? Qué malvada eres, no tengo Byakugan en las orejas —sonrió, tonteando—. Pues no lo sé, Ayame. Takeuchi-san nos dijo que trabajaríamos el guión un poco más tarde, pero tengo la sensación de que nos está dejando a ciegas a propósito. —Se acomodó el cuello y se masajeó un hombro, acercándose a la muchacha—. ¿Qué te parece si lo dejamos por ahora, nos cambiamos, y visitamos el escenario en la terraza, como nos dijo?
La terraza ocupaba todo el ancho y largo de la torre, y estaba repleta de mesas y sillas. Estaba cubierta por el resto de la torre, y varios pilares, en el borde exterior y rodeando el escenario central, se ocupaban de aguantar el techo. A izquierda y derecha, adyacentes a las escaleras, habían dos barras con camareros: uno se tenía que llevar su propia bebida a la mesa.
Al ascender, el camarero más cercano llamó su atención, y Daruu dio un respingo.
—Disculpen, ¿son ustedes los genin que van a representar el espectáculo? —solicitó.
—Esto... sí. Sí.
—Takeuchi-senpai nos dijo que podían disfrutar de barra libre durante la tarde de hoy, así que si quieren algo... Aquí me tienen. —El camarero sonrió afablemente, y les dedicó a los muchachos una sencilla reverencia.
Daruu se revolvió, incómodo. No estaba acostumbrado a aquél servicio tan... servicial. Y de alguna forma, se sentía mal por tener aquel privilegio, tan simple como era. Por otra parte, el falso combate le había dejado el gaznate más seco que el País del Viento en el mes de Flama. «Además, tonto, estás trabajando para ellos. Esto es sólo una comodidad extra para que rindas mejor. No estás aprovechándote de nada.»
—Eh... esto... entonces, ¿me pone una Ame-Cola, ¿por favor?
El camarero hizo otra pequeña reverencia y le sirvió el refresco. Daruu cogió la lata y el vaso y se encogió de hombros mirando a Ayame. Luego, se dirigió a una de las mesas más cercanas a la tarima, retiró una de las sillas de madera y se sentó. Aguardó a su compañera.
—El escenario es considerablemente más pequeño que la sala de entrenamiento —observó, abriendo su lata, cuya anilla emitió un sonoro clack—. Eso significa que vamos a tener que controlar muy bien lo que hacemos.
Se dio cuenta de que a ambos lados del escenario, las mesas dejaban un amplio pasillo libre. La tarima central tenía dos rampas.
—Esas rampas serán para subir los carros de los señores feudales —dijo, y señaló el atrezzo montañoso que había en el lado norte del escenario—. Y esas montañas tienen una tarima arriba del todo, ¿lo ves? Tiene que formar parte de la obra.
»Si conseguimos dar con Takeuchi-san más tarde, deberíamos preguntarle con exactitud cuál es el guión. Me siento un poco a ciegas.
Extendió el brazo tembloroso como un flan y asió la máscara, que se había desprendido. Se la acomodó sin dejar que un público imaginario descubriese su verdadera identidad, y se levantó, resollando.
—¿Cuánto tiempo más tenemos que continuar así? —preguntó Ayame.
—Espera... espera —interrumpió Daruu, que todavía estaba algo aturdido—. ¿Un Genjutsu auditivo? Qué malvada eres, no tengo Byakugan en las orejas —sonrió, tonteando—. Pues no lo sé, Ayame. Takeuchi-san nos dijo que trabajaríamos el guión un poco más tarde, pero tengo la sensación de que nos está dejando a ciegas a propósito. —Se acomodó el cuello y se masajeó un hombro, acercándose a la muchacha—. ¿Qué te parece si lo dejamos por ahora, nos cambiamos, y visitamos el escenario en la terraza, como nos dijo?
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La terraza ocupaba todo el ancho y largo de la torre, y estaba repleta de mesas y sillas. Estaba cubierta por el resto de la torre, y varios pilares, en el borde exterior y rodeando el escenario central, se ocupaban de aguantar el techo. A izquierda y derecha, adyacentes a las escaleras, habían dos barras con camareros: uno se tenía que llevar su propia bebida a la mesa.
Al ascender, el camarero más cercano llamó su atención, y Daruu dio un respingo.
—Disculpen, ¿son ustedes los genin que van a representar el espectáculo? —solicitó.
—Esto... sí. Sí.
—Takeuchi-senpai nos dijo que podían disfrutar de barra libre durante la tarde de hoy, así que si quieren algo... Aquí me tienen. —El camarero sonrió afablemente, y les dedicó a los muchachos una sencilla reverencia.
Daruu se revolvió, incómodo. No estaba acostumbrado a aquél servicio tan... servicial. Y de alguna forma, se sentía mal por tener aquel privilegio, tan simple como era. Por otra parte, el falso combate le había dejado el gaznate más seco que el País del Viento en el mes de Flama. «Además, tonto, estás trabajando para ellos. Esto es sólo una comodidad extra para que rindas mejor. No estás aprovechándote de nada.»
—Eh... esto... entonces, ¿me pone una Ame-Cola, ¿por favor?
El camarero hizo otra pequeña reverencia y le sirvió el refresco. Daruu cogió la lata y el vaso y se encogió de hombros mirando a Ayame. Luego, se dirigió a una de las mesas más cercanas a la tarima, retiró una de las sillas de madera y se sentó. Aguardó a su compañera.
—El escenario es considerablemente más pequeño que la sala de entrenamiento —observó, abriendo su lata, cuya anilla emitió un sonoro clack—. Eso significa que vamos a tener que controlar muy bien lo que hacemos.
Se dio cuenta de que a ambos lados del escenario, las mesas dejaban un amplio pasillo libre. La tarima central tenía dos rampas.
—Esas rampas serán para subir los carros de los señores feudales —dijo, y señaló el atrezzo montañoso que había en el lado norte del escenario—. Y esas montañas tienen una tarima arriba del todo, ¿lo ves? Tiene que formar parte de la obra.
»Si conseguimos dar con Takeuchi-san más tarde, deberíamos preguntarle con exactitud cuál es el guión. Me siento un poco a ciegas.