9/01/2018, 12:14
—Gracias —respondió la pelirroja, con una amplia sonrisa—. Y gracias por ayudarme a intentar cumplirlo, sin ti no hubiéramos salido tan bien paradas, ¿no crees?
Ayame le devolvió la sonrisa y abrió la boca para responder que sin su intervención, a ella ni se le habría pasado la cabeza subirse al escenario. Sin embargo, la conversación se vio interrumpida cuando, por el rabillo del ojo, vio que uno de los jueces del concurso había subido a la tarima. Ayame enmudeció y, junto a Eri, aguardó con creciente expectación.
—Buenas noches a todos —saludó el juez calvo de ojos cansados, con voz monótona como la de un
robot—. En breves se contarán los votos de todos los jueces y procederemos a decir los veredictos, gracias por su paciencia y comprensión. —Con una leve reverencia el hombre abandonó el escenario.
—¡Uff! —resopló Eri, removiéndose en el sitio—. Con el tercer puesto me conformo, vamos... —murmuraba en voz baja, cruzando los dedos.
Y Ayame, contagiada de su nerviosismo, empezó a cambiar el peso de su cuerpo de una pierna a otra. ¿Pero por qué estaba tan nerviosa de repente, si ella ni siquiera había estado interesada en el concurso desde un principio? Pronto comprendió que sentía miedo. Miedo porque la había invadido su vena competitiva. Miedo al fracaso y al choque que supondría contra su autoestima si quedaban las últimas. Y, desde luego, miedo a fallarle a Eri. ¿La culparía si no lo conseguían?
Varios largos minutos después, los tres jueces tomaron el escenario.
—¡Buenas noches! —exclamó el hombre del bigote—. Después de hacer el recuento de votos, procederemos a recitar los nombres de los grupos concursantes que se han alzado entre los tres primeros puestos, pero antes de nada, ¡gracias por participar! —concluyó, levantando ambas manos y provocando un estallido de ovaciones entre el público.
Ayame, muerta de los nervios, entrelazó ambas manos.
—Gracias, Yamato —agradeció sin cambiar aquel gesto serio—. En tercer lugar, tenemos a Kuromo Kyoya y Kuromo Chiko.
—¡Un aplauso! —pidió Yamato.
Ayame no los conocía, debían de haber actuado mientras ellas dos ensayaban, pero de todas maneras se unió a los aplausos del público.
—En segundo lugar, Aotsuki Ayame y Uzumaki Eri.
Ayame se quedó petrificada en el sitio. La frase había caído sobre ella como un auténtico mazazo, y aún necesitó de varios segundos para terminar de asimilar su significado. Segundo lugar. Ayame. Eri. Ellas. Todo comenzó a dar vueltas a su alrededor. Ellas habían quedado segundas. Habían ganado el segundo premio. El segundo premio en un concurso musical. Ellas.
—¡Eso sí que era un espectáculo! —exclamó Yamato.
Y Ayame tuvo que esforzarse para tragar saliva mientras las envolvían los estruendosos aplausos del público. Aunque ella no terminaba de oírlos. Era como si los separara una cortina de agua. Y tenía la garganta repentinamente seca.
—Y en primer lugar, Kagami Chio por su gran actuación con el violín, un aplauso por los ganadores —concluyó la jueza, alejándose del centro del escenario.
Eri se giró hacia Ayame, con lágrimas en los ojos e igual de estupefacta que ella.
—Hemos... Sido elegidas...
Ayame boqueó varias veces, sin saber muy bien qué decir. No terminaba de creérselo. No terminaba de creer que al público le hubiese gustado tanto la actuación que habían hecho. Pero al final no pudo reprimir una sonrisa cargada de felicidad, consciente de lo que eso significaba para la pelirroja.
—¡Sí! ¡Felicidades, Eri-san, lo has conseguido! —se interrumpió momentáneamente, al reparar en algo que había quedado eclipsado con toda aquella montaña rusa de sensaciones—. Es una pena que no hayan clasificado también a Patsue-san... él también lo hizo muy bien con esas canciones tan divertidas.
Ayame le devolvió la sonrisa y abrió la boca para responder que sin su intervención, a ella ni se le habría pasado la cabeza subirse al escenario. Sin embargo, la conversación se vio interrumpida cuando, por el rabillo del ojo, vio que uno de los jueces del concurso había subido a la tarima. Ayame enmudeció y, junto a Eri, aguardó con creciente expectación.
—Buenas noches a todos —saludó el juez calvo de ojos cansados, con voz monótona como la de un
robot—. En breves se contarán los votos de todos los jueces y procederemos a decir los veredictos, gracias por su paciencia y comprensión. —Con una leve reverencia el hombre abandonó el escenario.
—¡Uff! —resopló Eri, removiéndose en el sitio—. Con el tercer puesto me conformo, vamos... —murmuraba en voz baja, cruzando los dedos.
Y Ayame, contagiada de su nerviosismo, empezó a cambiar el peso de su cuerpo de una pierna a otra. ¿Pero por qué estaba tan nerviosa de repente, si ella ni siquiera había estado interesada en el concurso desde un principio? Pronto comprendió que sentía miedo. Miedo porque la había invadido su vena competitiva. Miedo al fracaso y al choque que supondría contra su autoestima si quedaban las últimas. Y, desde luego, miedo a fallarle a Eri. ¿La culparía si no lo conseguían?
Varios largos minutos después, los tres jueces tomaron el escenario.
—¡Buenas noches! —exclamó el hombre del bigote—. Después de hacer el recuento de votos, procederemos a recitar los nombres de los grupos concursantes que se han alzado entre los tres primeros puestos, pero antes de nada, ¡gracias por participar! —concluyó, levantando ambas manos y provocando un estallido de ovaciones entre el público.
Ayame, muerta de los nervios, entrelazó ambas manos.
—Gracias, Yamato —agradeció sin cambiar aquel gesto serio—. En tercer lugar, tenemos a Kuromo Kyoya y Kuromo Chiko.
—¡Un aplauso! —pidió Yamato.
Ayame no los conocía, debían de haber actuado mientras ellas dos ensayaban, pero de todas maneras se unió a los aplausos del público.
—En segundo lugar, Aotsuki Ayame y Uzumaki Eri.
Ayame se quedó petrificada en el sitio. La frase había caído sobre ella como un auténtico mazazo, y aún necesitó de varios segundos para terminar de asimilar su significado. Segundo lugar. Ayame. Eri. Ellas. Todo comenzó a dar vueltas a su alrededor. Ellas habían quedado segundas. Habían ganado el segundo premio. El segundo premio en un concurso musical. Ellas.
—¡Eso sí que era un espectáculo! —exclamó Yamato.
Y Ayame tuvo que esforzarse para tragar saliva mientras las envolvían los estruendosos aplausos del público. Aunque ella no terminaba de oírlos. Era como si los separara una cortina de agua. Y tenía la garganta repentinamente seca.
—Y en primer lugar, Kagami Chio por su gran actuación con el violín, un aplauso por los ganadores —concluyó la jueza, alejándose del centro del escenario.
Eri se giró hacia Ayame, con lágrimas en los ojos e igual de estupefacta que ella.
—Hemos... Sido elegidas...
Ayame boqueó varias veces, sin saber muy bien qué decir. No terminaba de creérselo. No terminaba de creer que al público le hubiese gustado tanto la actuación que habían hecho. Pero al final no pudo reprimir una sonrisa cargada de felicidad, consciente de lo que eso significaba para la pelirroja.
—¡Sí! ¡Felicidades, Eri-san, lo has conseguido! —se interrumpió momentáneamente, al reparar en algo que había quedado eclipsado con toda aquella montaña rusa de sensaciones—. Es una pena que no hayan clasificado también a Patsue-san... él también lo hizo muy bien con esas canciones tan divertidas.