10/01/2018, 13:02
Tal y como habían acordado durante los ensayos, Ayame le agarró del brazo en el último instante después de esquivarle y, utilizando su propio peso como apoyo, le hizo pasar por encima de su hombro. Daruu se dejó hacer, y al aterrizar al suelo, dio una voltereta simple y se volteó, con el sello del Tigre formulado. Sus labios expulsaron una Teppōdama directa a la cabeza de Ayame. La muchacha sólo tenía que agacharse. Para entonces, el shinobi se impulsaría y derribaría a Ayame, kunai falso de goma en mano.
Sonrió debajo de su máscara. Aquello sin duda les sorprendería.
Daruu bajó la mano del kunai y apuñaló a Ayame en la cara. La muchacha estalló en agua para gran asombro del público, que estalló en vítores. Daruu se levantó, y para dar la sensación de que estaba profundamente confuso, miró a un lado y a otro. Incluso se permitió mantener la mirada sobre los ojos de los miembros del público, como intentando escudriñar si alguno de ellos era el enemigo disfrazado.
Entonces lo vio.
Fue solo un instante, pero aquél destello blanco era inconfundible. Kōri estaba allí, sentado en una mesa, tomándose una bebida, tranquilamente —si hubiera estado de otra manera que no fuese tranquilamente, Daruu no lo hubiera sabido, de todas formas—. El muchacho no se permitió ponerse nervioso porque su maestro les estuviera juzgando, y enseguida apartó la mirada.
Más tarde volvería a buscarlo, pero Kōri ya no estaría allí...
Ayame le agarró por la espalda, instantes después de que el público gritase "¡cuidado!". Daruu sonrió para sus adentros y emitió una ráfaga de chakra, arrojándola al suelo. El público dijo "ooooh".
Ayame sacó entonces su propio kunai, y tras levantarse de un salto, corrió hacia Daruu, enarbolándolo tal y como lo había hecho él. El muchacho se movió a un lado, desvió la muñeca de su compañera con una ráfaga de chakra suave, y la empujó con otra. Entonces llegó la hora del Genjutsu.
El público gritó, entre asustado y sorprendido cuando aquellas copias de Ayame, oscuras como la noche, surgieron del fondo del escenario, de los pilares e incluso entre las mesas. Daruu activó su Byakugan y escudriñó para averiguar la posición de Ayame. De todas formas, se hizo el sorprendido y volvió a repetir su papel.
—¡Sólo un vil ser de la Luna atacaría con una treta así! —se permitió decir—. Pero los rayos del Sol disiparán la oscuridad.
Daruu esquivó los kunai de los clones con gracilidad y formuló el sello del Carnero, disipando la ilusión. Corrió hacia Ayame y derrapó sobre la madera de la tarima para derribarla. La kunoichi saltó y le aturdió con su Genjutsu auditivo.
«No tenías... que hacerlo a tope de potencia... asquerosa...»
Daruu se levantó con dificultad segundos después. Era consciente de que había llegado el final de sus planes. ¿Cuánto tiempo más tendrían que improvisar, pues?
—Maldita... ¡El Clan del Sol prevalecerá! —gritó Daruu, y para ganar tiempo, decidió que lo mejor era volver al Taijutsu.
Entonces, hubo un estallido en la doble tarima montañosa. Una nube de polvo y nieve les envolvió.
Nieve.
A Daruu le dio un vuelco el estómago.
Efectivamente, allí estaba él.
Kōri, el Hielo.
Kōri estaba allí, con los dos Señores Feudales a sendos lados, atados con las manos por delante del cuerpo.
—JA, JA, JA, JA. —Era una risa que pretendía ser malévola, pero en boca de Kōri sonaba exactamente igual que la lectura en voz alta de una onomatopeya por parte de alguien que estaba aprendiendo a leer. El disfraz no era en absoluto apropiado para él, tampoco. era una túnica negra con algún que otro pincho metálico aquí y allá. En la cara, llevaba una máscara que le cubría la cara hasta por encima de la nariz—. Gracias a vuestras rencillas, el Clan del Eclipse se quedará con todo el Continente Astro. ¡ESTAIS ACABADOS! —Era evidente tanto para ellos como para el público que Kōri no servía para ser actor, aunque daba la impresión de que se estaba esforzando al máximo para imprimir un tono malvado en su voz. Sin éxito.
Pero Kōri tenía otras armas para ganarse al público. Dos espadas, para ser concretos. Con un movimiento en arco de los brazos, desprendió las cabezas de los cuerpos de los señores, y todo el mundo enmudeció. Hasta Daruu. Porque lo que había hecho... parecía realista. ¿Los había matado de verdad? Tenía que ser un truco...
El Hielo pateó a sus dos Kage Bunshin disfrazados y los arrojó detrás de la tarima, donde se desharían sin que nadie descubriera el truco de magia. Entonces, en un silbar del viento, apareció entre Daruu y Ayame, con los brazos extendidos.
—PERECED.
El suelo se resquebrajó y un centenar de carámbanos de hielo creció de cada flanco, dispuesto a atravesar tanto su hermana como a su otro alumno. Daruu supo que aquél ataque no era una falsedad, y se apartó justo a tiempo para que la técnica sólo le hiciese un pequeño arañazo. El público vitoreó entusiasmado.
«¿¡Pero qué!? ¡Kōri-sensei!»
Sonrió debajo de su máscara. Aquello sin duda les sorprendería.
Daruu bajó la mano del kunai y apuñaló a Ayame en la cara. La muchacha estalló en agua para gran asombro del público, que estalló en vítores. Daruu se levantó, y para dar la sensación de que estaba profundamente confuso, miró a un lado y a otro. Incluso se permitió mantener la mirada sobre los ojos de los miembros del público, como intentando escudriñar si alguno de ellos era el enemigo disfrazado.
Entonces lo vio.
Fue solo un instante, pero aquél destello blanco era inconfundible. Kōri estaba allí, sentado en una mesa, tomándose una bebida, tranquilamente —si hubiera estado de otra manera que no fuese tranquilamente, Daruu no lo hubiera sabido, de todas formas—. El muchacho no se permitió ponerse nervioso porque su maestro les estuviera juzgando, y enseguida apartó la mirada.
Más tarde volvería a buscarlo, pero Kōri ya no estaría allí...
Ayame le agarró por la espalda, instantes después de que el público gritase "¡cuidado!". Daruu sonrió para sus adentros y emitió una ráfaga de chakra, arrojándola al suelo. El público dijo "ooooh".
Ayame sacó entonces su propio kunai, y tras levantarse de un salto, corrió hacia Daruu, enarbolándolo tal y como lo había hecho él. El muchacho se movió a un lado, desvió la muñeca de su compañera con una ráfaga de chakra suave, y la empujó con otra. Entonces llegó la hora del Genjutsu.
El público gritó, entre asustado y sorprendido cuando aquellas copias de Ayame, oscuras como la noche, surgieron del fondo del escenario, de los pilares e incluso entre las mesas. Daruu activó su Byakugan y escudriñó para averiguar la posición de Ayame. De todas formas, se hizo el sorprendido y volvió a repetir su papel.
—¡Sólo un vil ser de la Luna atacaría con una treta así! —se permitió decir—. Pero los rayos del Sol disiparán la oscuridad.
Daruu esquivó los kunai de los clones con gracilidad y formuló el sello del Carnero, disipando la ilusión. Corrió hacia Ayame y derrapó sobre la madera de la tarima para derribarla. La kunoichi saltó y le aturdió con su Genjutsu auditivo.
«No tenías... que hacerlo a tope de potencia... asquerosa...»
Daruu se levantó con dificultad segundos después. Era consciente de que había llegado el final de sus planes. ¿Cuánto tiempo más tendrían que improvisar, pues?
—Maldita... ¡El Clan del Sol prevalecerá! —gritó Daruu, y para ganar tiempo, decidió que lo mejor era volver al Taijutsu.
Entonces, hubo un estallido en la doble tarima montañosa. Una nube de polvo y nieve les envolvió.
Nieve.
A Daruu le dio un vuelco el estómago.
Efectivamente, allí estaba él.
Kōri, el Hielo.
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Kōri estaba allí, con los dos Señores Feudales a sendos lados, atados con las manos por delante del cuerpo.
—JA, JA, JA, JA. —Era una risa que pretendía ser malévola, pero en boca de Kōri sonaba exactamente igual que la lectura en voz alta de una onomatopeya por parte de alguien que estaba aprendiendo a leer. El disfraz no era en absoluto apropiado para él, tampoco. era una túnica negra con algún que otro pincho metálico aquí y allá. En la cara, llevaba una máscara que le cubría la cara hasta por encima de la nariz—. Gracias a vuestras rencillas, el Clan del Eclipse se quedará con todo el Continente Astro. ¡ESTAIS ACABADOS! —Era evidente tanto para ellos como para el público que Kōri no servía para ser actor, aunque daba la impresión de que se estaba esforzando al máximo para imprimir un tono malvado en su voz. Sin éxito.
Pero Kōri tenía otras armas para ganarse al público. Dos espadas, para ser concretos. Con un movimiento en arco de los brazos, desprendió las cabezas de los cuerpos de los señores, y todo el mundo enmudeció. Hasta Daruu. Porque lo que había hecho... parecía realista. ¿Los había matado de verdad? Tenía que ser un truco...
El Hielo pateó a sus dos Kage Bunshin disfrazados y los arrojó detrás de la tarima, donde se desharían sin que nadie descubriera el truco de magia. Entonces, en un silbar del viento, apareció entre Daruu y Ayame, con los brazos extendidos.
—PERECED.
El suelo se resquebrajó y un centenar de carámbanos de hielo creció de cada flanco, dispuesto a atravesar tanto su hermana como a su otro alumno. Daruu supo que aquél ataque no era una falsedad, y se apartó justo a tiempo para que la técnica sólo le hiciese un pequeño arañazo. El público vitoreó entusiasmado.
«¿¡Pero qué!? ¡Kōri-sensei!»