10/01/2018, 23:28
La respuesta que el Uchiha le proporcionó estuvo lejos de convencerla porque se le notaba hasta en el tono de voz. Pero indagar en ello no tenía ningún sentido, si no quería hablar al respecto no podría obligarle y ya lo había aprendido en los anteriores encuentros que había tenido con aquel chico.
Simplemente se dejó guiar, caminando lo suficientemente cerca del contrario para asegurarse de que no le perdería de vista en algún tumulto y por suerte nada ocurrió.
Llegaron a destino, un restaurante que más de una vez había visto y recordaba haber visitado alguna que otra vez durante su infancia, pero los recuerdos eran muy vagos como para poder afirmar nada. Y de todas maneras, tan pronto como ingresaron una empleada los recibió y guió hasta un cubículo equipado solamente con una mesa y unos cojines. Era un ambiente bastante tradicional y agradaba a la pelirroja.
Antes de ingresar imitó a su compañero y se quitó el calzado, para luego tomar asiento en uno de los cojines que estaban en el lado contrario al que había ocupado Ralexion, así al menos quedarían enfrentados aunque Ritsuko recordaba bien que la última vez el chico le había exigido que se sentase a su lado. ¿Volvería a hacerlo?
—Échale un vistazo a la carta, a mí no me hace falta —no, no lo haría por lo visto.
La kunoichi asintió —con su semblante melancólico habitual— y tomó la carta para echarle un vistazo rápido. No quería tomarse demasiado tiempo indagando así que se decantaría por la especialidad del lugar, así de paso podría asegurarse de que la carne se esté bien cocida como a ella le gusta.
Con el pequeño trámite solventado, la joven de ojos blancos dejó la carta sobre el kotetsu y alzo la vista hacia su acompañante, buscando la mirada del contrario.
—¿De qué querías hablar? —preguntó algo temerosa.
En el fondo se hacía una buena idea del asunto él probablemente querría tratar, pero al no estarse segura prefirió callar y esperar a que él mismo lo dejase en claro.
Simplemente se dejó guiar, caminando lo suficientemente cerca del contrario para asegurarse de que no le perdería de vista en algún tumulto y por suerte nada ocurrió.
Llegaron a destino, un restaurante que más de una vez había visto y recordaba haber visitado alguna que otra vez durante su infancia, pero los recuerdos eran muy vagos como para poder afirmar nada. Y de todas maneras, tan pronto como ingresaron una empleada los recibió y guió hasta un cubículo equipado solamente con una mesa y unos cojines. Era un ambiente bastante tradicional y agradaba a la pelirroja.
Antes de ingresar imitó a su compañero y se quitó el calzado, para luego tomar asiento en uno de los cojines que estaban en el lado contrario al que había ocupado Ralexion, así al menos quedarían enfrentados aunque Ritsuko recordaba bien que la última vez el chico le había exigido que se sentase a su lado. ¿Volvería a hacerlo?
—Échale un vistazo a la carta, a mí no me hace falta —no, no lo haría por lo visto.
La kunoichi asintió —con su semblante melancólico habitual— y tomó la carta para echarle un vistazo rápido. No quería tomarse demasiado tiempo indagando así que se decantaría por la especialidad del lugar, así de paso podría asegurarse de que la carne se esté bien cocida como a ella le gusta.
Con el pequeño trámite solventado, la joven de ojos blancos dejó la carta sobre el kotetsu y alzo la vista hacia su acompañante, buscando la mirada del contrario.
—¿De qué querías hablar? —preguntó algo temerosa.
En el fondo se hacía una buena idea del asunto él probablemente querría tratar, pero al no estarse segura prefirió callar y esperar a que él mismo lo dejase en claro.