11/01/2018, 23:15
Ritsuko retiró las tejas rotas que cubrían la parte superior del santuario, amontonándolas junto al mismo. Luego, con ayuda del pesado martillo, retiró por completo todos los tablones podridos. Solo aquello ya le llevó un buen rato, pero dado que su compañero Ralexion parecía haberse entretenido en —efectivamente— coger algo de abrigo para ambos, todavía tendría que apañárselas sola.
Luego tomó los tablones de madera que se ajustaban al largo y ancho de la parte trasera del santuario y los colocó con cuidado. Rebuscando entre las cajas de herramientas y materiales halló una cajita pequeña repleta de clavos. Con ayuda, una vez más, de su fiel martillo fue claveteando los tablones con más o menos destreza.
Cuando terminó pudo observar que la trasera del santuario no había quedado tan bien como podía esperarse —y, desde luego, no tan bien como la construyese un versado carpintero en su día—, pero había sido un trabajo más que aceptable.
La lluvia seguía apretando, y la muchacha no paraba de temblar. La cabeza le dolía como mil demonios y se le caían mocos espesos de la nariz. En aquellas condiciones había tardado tanto en sus labores que, si se giraba, podría ver la figura de Ralexion acercándose de vuelta por el sendero.
Luego tomó los tablones de madera que se ajustaban al largo y ancho de la parte trasera del santuario y los colocó con cuidado. Rebuscando entre las cajas de herramientas y materiales halló una cajita pequeña repleta de clavos. Con ayuda, una vez más, de su fiel martillo fue claveteando los tablones con más o menos destreza.
Cuando terminó pudo observar que la trasera del santuario no había quedado tan bien como podía esperarse —y, desde luego, no tan bien como la construyese un versado carpintero en su día—, pero había sido un trabajo más que aceptable.
La lluvia seguía apretando, y la muchacha no paraba de temblar. La cabeza le dolía como mil demonios y se le caían mocos espesos de la nariz. En aquellas condiciones había tardado tanto en sus labores que, si se giraba, podría ver la figura de Ralexion acercándose de vuelta por el sendero.