12/01/2018, 20:45
El hombre se presentó de nuevo, obviamente para la recién llegada, aunque por suerte o desgracia el pelado era el único que no había dado a torcer el brazo con esas puntuales formalidades. Su nombre aún estaba en el anonimato para el hombre, aunque bien que éste había recibido del hombre dos veces esa información. Tras la nueva presentación, confirmó que si aceleraban el paso lo suficiente, llegarían al destino al anochecer. Quizás lo había exagerado un poco.
Las riendas guiaron a los caballos con velocidad por los senderos, así como por las extensas praderas que daban periferia a la gran urbe de Amegakure. Ambos genin nada mas que tuvieron que seguir al hombre, el cuál miraba de vez en cuando a su retaguardia, en pos de que ninguno quedase rezagado. Galoparon hasta llegar a una bifurcación del camino, donde uno se desviaba hacia un pueblo que quedaba en la falda de una montaña, mientras que otro quedaba justo en lo mas alto de la misma. Dos pueblos vecinos, que sin duda les sonaría en referencia, eran los pueblos del hombre y el que habían de investigar.
El que se encontraba en lo mas alto tenía la mayor parte de las casas de color blanco, pequeñas edificaciones que no iban mas allá de las dos plantas construidas, salvo un campanario que claramente destacaba al resto. Aunque calmado, parecía haber cierto bullicio de gente hablando, niños jugando a la pelota, y personas que simplemente paseaban y hablaban.
Por contra, el pueblo de la parte baja de la montaña estaba constituido por edificios de las mismas características, incluso con un campanario gemelo, pero faltaba algo bastante importante... el bullicio de gente. Las pocas calles que se podían divisar desde donde se encontraban estaban desiertas, nadie parecía estar viviendo allí, casi parecía un pueblo fantasma.
—Ya hemos llegado, chicos —anunció el hombre, por si éstos no lo habían notado —hogar, dulce hogar.
»¿Me acompañaréis esta noche o vais a ir directamente al trabajo? Os puedo ofrecer una cama, y algo de comer. Por la mañana seréis libres de explorar a vuestras anchas.
El atardecer ya casi había vencido, dando paso a una noche que se podía prever oscura, sin luna siquiera. Estaba en manos de los chicos el qué hacer, tenían total libertad lo creyesen o no.
Las riendas guiaron a los caballos con velocidad por los senderos, así como por las extensas praderas que daban periferia a la gran urbe de Amegakure. Ambos genin nada mas que tuvieron que seguir al hombre, el cuál miraba de vez en cuando a su retaguardia, en pos de que ninguno quedase rezagado. Galoparon hasta llegar a una bifurcación del camino, donde uno se desviaba hacia un pueblo que quedaba en la falda de una montaña, mientras que otro quedaba justo en lo mas alto de la misma. Dos pueblos vecinos, que sin duda les sonaría en referencia, eran los pueblos del hombre y el que habían de investigar.
El que se encontraba en lo mas alto tenía la mayor parte de las casas de color blanco, pequeñas edificaciones que no iban mas allá de las dos plantas construidas, salvo un campanario que claramente destacaba al resto. Aunque calmado, parecía haber cierto bullicio de gente hablando, niños jugando a la pelota, y personas que simplemente paseaban y hablaban.
Por contra, el pueblo de la parte baja de la montaña estaba constituido por edificios de las mismas características, incluso con un campanario gemelo, pero faltaba algo bastante importante... el bullicio de gente. Las pocas calles que se podían divisar desde donde se encontraban estaban desiertas, nadie parecía estar viviendo allí, casi parecía un pueblo fantasma.
—Ya hemos llegado, chicos —anunció el hombre, por si éstos no lo habían notado —hogar, dulce hogar.
»¿Me acompañaréis esta noche o vais a ir directamente al trabajo? Os puedo ofrecer una cama, y algo de comer. Por la mañana seréis libres de explorar a vuestras anchas.
El atardecer ya casi había vencido, dando paso a una noche que se podía prever oscura, sin luna siquiera. Estaba en manos de los chicos el qué hacer, tenían total libertad lo creyesen o no.