15/01/2018, 12:14
(Última modificación: 15/01/2018, 12:15 por Aotsuki Ayame.)
—Esperemos... —respondió Eri, y Ayame sonrió para sus adentros. Parecía que la de Uzushiogakure odiaba el café tanto como ella.
Puso la carta entre las dos de forma lateral para que ambas pudieran leer sin demasiados problemas. Afortunadamente, la carta de la cafetería era bastante variada; además de cafés, había todo tipo de bebidas como zumos, tés, otro tipo de infusiones y batidos. A Ayame no le hizo falta darle demasiadas vueltas para saber qué era lo que quería tomar.
—Creo que ya sé qué pediré —dijo Eri.
—Yo también.
Poco después se les acercó una mujer que debía rondar la treintena. Tenía los ojos castaños, con marcadas ojeras, y su cabello estaba recogido en una coleta alta.
—Buenas noches, chicas —saludó, con una afable sonrisa—. ¿Qué os pongo?
—Buenas noches, yo quisiera un batido de vainilla, por favor...
Ayame palideció súbitamente, pero era su turno de hablar y se esforzó por sacudir la cabeza.
—P... ¡Para mí un batido de chocolate, por favor!
La mujer no tardaría en alejarse con el pedido, y Ayame se volvió hacia la ventana. Una luna menguante coronaba el cielo estrellado.
«Mi hermano me va a matar...»
—No me había dado cuenta de que ya era de noche... —murmuró.
Puso la carta entre las dos de forma lateral para que ambas pudieran leer sin demasiados problemas. Afortunadamente, la carta de la cafetería era bastante variada; además de cafés, había todo tipo de bebidas como zumos, tés, otro tipo de infusiones y batidos. A Ayame no le hizo falta darle demasiadas vueltas para saber qué era lo que quería tomar.
—Creo que ya sé qué pediré —dijo Eri.
—Yo también.
Poco después se les acercó una mujer que debía rondar la treintena. Tenía los ojos castaños, con marcadas ojeras, y su cabello estaba recogido en una coleta alta.
—Buenas noches, chicas —saludó, con una afable sonrisa—. ¿Qué os pongo?
—Buenas noches, yo quisiera un batido de vainilla, por favor...
Ayame palideció súbitamente, pero era su turno de hablar y se esforzó por sacudir la cabeza.
—P... ¡Para mí un batido de chocolate, por favor!
La mujer no tardaría en alejarse con el pedido, y Ayame se volvió hacia la ventana. Una luna menguante coronaba el cielo estrellado.
«Mi hermano me va a matar...»
—No me había dado cuenta de que ya era de noche... —murmuró.