16/01/2018, 17:00
Un rato después —quizá más largo de lo esperado, pues en su estado actual los genin eran considerablemente más lentos a la hora de realizar cualquier tipo de tarea— las tejas del pequeño santuario estaban apiladas sobre las vigas con más o menos coherencia y fijeza. El cartel ya se había secado y estaba listo para ser colgado de un par de anillas metálicas que se agarraban, a su vez, al mástil de madera que había junto a la construcción.
Todavía les quedaban tres santuarios más por arreglar y, contando con el tiempo que ya habían perdido, probablemente se les haría de noche antes de que pudieran llegar al último. La tos, el dolor de cabeza y los mocos les fastidiarían de sobremanera y ralentizarían su paso, que debía conducirles ahora hacia el siguiente santuario, a más o menos una hora de camino.
Todavía les quedaban tres santuarios más por arreglar y, contando con el tiempo que ya habían perdido, probablemente se les haría de noche antes de que pudieran llegar al último. La tos, el dolor de cabeza y los mocos les fastidiarían de sobremanera y ralentizarían su paso, que debía conducirles ahora hacia el siguiente santuario, a más o menos una hora de camino.