18/01/2018, 11:50
—Bueno, honestamente la parte más comercial no está tan mal. De pequeño le tenía mucho miedo, pero al final me he movido bastante por allí acompañando a mi madre. Eso sí, por los barrios malos ni acercarte.
Había dicho Daruu, y Ayame se sonrió para sí. ¿Qué le diría si le dijera que uno de los Kajitsu Hōzuki consiguió colarse en el mismísimo palacio del Señor Feudal del País de la Tormenta para intentar llevársela? Si aquel no era, en teoría, el lugar más seguro de la ciudad...
—Si es un libro con investigaciones sobre técnicas de sellado, sí, sí que es importante. Y más teniendo en cuenta q... —La miró de reojo, y enseguida agachó la cabeza, avergonzado—. ...lo siento.
Ayame tardó algunos segundos en comprender por qué se estaba disculpando Daruu. Pero cuando lo hizo sintió una extraña picazón entre los omóplatos.
—N... ¡No tienes por qué disculparte! —aseguró alzando ambas manos en un gesto nervioso.
—Si no tenéis más preguntas, os esperaré en la entrada de la aldea —intervino Kōri, ladeando ligeramente la cabeza—. Aseguraos de coger todo lo que necesitéis para el viaje. En cuanto estéis listos, partiremos.
No les dio ni tiempo a responder, El Hielo desapareció con apenas una brisa de viento gélido. Ayame se cruzó de brazos, picada. Aunque se había dirigido a los dos, sabía bien que ese mensaje estaba especialmente dirigido a ella.
—Hermano tonto...
Apenas una hora más tarde, Ayame llegó a la entrada de la aldea entre largas zancadas. A su espalda, junto al carcaj, llevaba una enorme mochila que casi era más grande que ella.
—¡Ya estoy aquí! —exclamó, jadeante por la carrera.
—¿Pero dónde vas con todo eso?
Ella parpadeó varias veces, confundida.
—Es para el viaje. Llevo un saco de dormir, la capa por si hace frío, comida, muda de r...
—Ayame, sólo tenemos medio día de viaje. Lo sabes, ¿no?
—¡Pues como necesites algo no te lo voy a dar! —le replicó, ruborizada hasta las orejas.
Había dicho Daruu, y Ayame se sonrió para sí. ¿Qué le diría si le dijera que uno de los Kajitsu Hōzuki consiguió colarse en el mismísimo palacio del Señor Feudal del País de la Tormenta para intentar llevársela? Si aquel no era, en teoría, el lugar más seguro de la ciudad...
—Si es un libro con investigaciones sobre técnicas de sellado, sí, sí que es importante. Y más teniendo en cuenta q... —La miró de reojo, y enseguida agachó la cabeza, avergonzado—. ...lo siento.
Ayame tardó algunos segundos en comprender por qué se estaba disculpando Daruu. Pero cuando lo hizo sintió una extraña picazón entre los omóplatos.
—N... ¡No tienes por qué disculparte! —aseguró alzando ambas manos en un gesto nervioso.
—Si no tenéis más preguntas, os esperaré en la entrada de la aldea —intervino Kōri, ladeando ligeramente la cabeza—. Aseguraos de coger todo lo que necesitéis para el viaje. En cuanto estéis listos, partiremos.
No les dio ni tiempo a responder, El Hielo desapareció con apenas una brisa de viento gélido. Ayame se cruzó de brazos, picada. Aunque se había dirigido a los dos, sabía bien que ese mensaje estaba especialmente dirigido a ella.
—Hermano tonto...
. . .
Apenas una hora más tarde, Ayame llegó a la entrada de la aldea entre largas zancadas. A su espalda, junto al carcaj, llevaba una enorme mochila que casi era más grande que ella.
—¡Ya estoy aquí! —exclamó, jadeante por la carrera.
—¿Pero dónde vas con todo eso?
Ella parpadeó varias veces, confundida.
—Es para el viaje. Llevo un saco de dormir, la capa por si hace frío, comida, muda de r...
—Ayame, sólo tenemos medio día de viaje. Lo sabes, ¿no?
—¡Pues como necesites algo no te lo voy a dar! —le replicó, ruborizada hasta las orejas.