18/01/2018, 21:09
(Última modificación: 18/01/2018, 21:09 por Amedama Daruu.)
A medida que Nabi iba hablando, iba añadiendo un ingrediente más al cóctel de sentimientos que inundaba la cansada mente del pobre Daruu. Pero había un ingrediente inesperado en esa mezcla: la risa. Cuando escuchó lo de Amegakure, no pudo sino echarse a reír.
—Oh, sí. Son malvados, casi inhumanos. ¿Sabes que entrenan a los ninjas con látigos bajo la tormenta? Y si cumplen mal una misión, los atan de un palo puntiagudo para que les caiga un rayo encima —dijo.
—Y esa gente de mi aldea con la que has tenido problemas... ¿no se llamaría Datsue por casualidad?
Vuelco al estómago. Precaución. Indecisión. Cruce de brazos.
—Os conocéis —afirmó en lugar de preguntar—. No fue con Datsue-san. Fue con otro Uchiha. Pero a ese también lo conozco.
Se agarró el obi que ataba su uwagi y le dio la vuelta, revelando la bandana de Amegakure.
—Ahora, ¿te ato de un palo o qué hago contigo?
—Oh, sí. Son malvados, casi inhumanos. ¿Sabes que entrenan a los ninjas con látigos bajo la tormenta? Y si cumplen mal una misión, los atan de un palo puntiagudo para que les caiga un rayo encima —dijo.
—Y esa gente de mi aldea con la que has tenido problemas... ¿no se llamaría Datsue por casualidad?
Vuelco al estómago. Precaución. Indecisión. Cruce de brazos.
—Os conocéis —afirmó en lugar de preguntar—. No fue con Datsue-san. Fue con otro Uchiha. Pero a ese también lo conozco.
Se agarró el obi que ataba su uwagi y le dio la vuelta, revelando la bandana de Amegakure.
—Ahora, ¿te ato de un palo o qué hago contigo?