19/01/2018, 12:12
(Última modificación: 19/01/2018, 12:12 por Uzumaki Eri.)
Antes de que la pobre Ayame terminase de decir una palabra, fue como sí el invierno azotase la plaza como si el otoño se hubiera marchado en cuestión de segundos, y con él, algo detrás de Ayame apareció, mejor dicho, alguien, pues aquella blanca silueta no era ni más ni menos que otro shinobi de la Lluvia. «¿Será su hermano?» Se preguntó mentalmente mientras le escrutaba con la mirada, pero parecía imposible: Ayame era vivaracha, alegre y jovial, aquel chico era tan inexpresivo, que seguramente no tendría ni cosquillas.
—Buenas noches, kunoichi-san —le saludó el chico, y Eri asintió con la cabeza, todavía ensimismada por intentar asimilar aquello—. Ayame, ¿dónde estabas? Te he estado buscando por toda la ciudad durante horas.
«Sí que son hermanos...» Terminó por descubrir, solo cuando se dio la vuelta para regañar a su hermana.
Ayame se disculpó con él y Eri no pudo evitar sentir pena por aquella escena. Si hubiera sido la pelirroja la que hubiese desaparecido, Ryuusuke estaría bastante cabreado. Era algo normal, pero a veces no se podía evitar.
—¡L-lo siento muchísimo, A-aotsuki-san! —corrió a decir ella, poniéndose al lado de Ayame y torciendo su cuerpo hacia delante, en una reverencia —. Su hermana me ayudó con un a-asunto y quise compensárselo de alguna manera, por ello se ha visto obligada a llegar t-tarde —explicó, de forma atropellada pues aquel chico había logrado que se pusiese nerviosa tan solo de verlo —. ¡Por favor, perdónenos! —rogó, con los ojos apretados y bien cerrados, esperando por otra inexpresiva reprimenda.
—Buenas noches, kunoichi-san —le saludó el chico, y Eri asintió con la cabeza, todavía ensimismada por intentar asimilar aquello—. Ayame, ¿dónde estabas? Te he estado buscando por toda la ciudad durante horas.
«Sí que son hermanos...» Terminó por descubrir, solo cuando se dio la vuelta para regañar a su hermana.
Ayame se disculpó con él y Eri no pudo evitar sentir pena por aquella escena. Si hubiera sido la pelirroja la que hubiese desaparecido, Ryuusuke estaría bastante cabreado. Era algo normal, pero a veces no se podía evitar.
—¡L-lo siento muchísimo, A-aotsuki-san! —corrió a decir ella, poniéndose al lado de Ayame y torciendo su cuerpo hacia delante, en una reverencia —. Su hermana me ayudó con un a-asunto y quise compensárselo de alguna manera, por ello se ha visto obligada a llegar t-tarde —explicó, de forma atropellada pues aquel chico había logrado que se pusiese nerviosa tan solo de verlo —. ¡Por favor, perdónenos! —rogó, con los ojos apretados y bien cerrados, esperando por otra inexpresiva reprimenda.