19/01/2018, 13:58
(Última modificación: 19/01/2018, 14:00 por Amedama Daruu.)
—De verdad, que me siento muy alagado, pero no puedo corresponder tus sentimientos. Yo... soy hetero... así que nada de hacer cosas conmigo ni de atar a palos. Respeto las practicas de tu villa, pero aquí no sodomizamos a nadie por incumplir misiones, y menos aún cuando yo no he fallado ninguna.
Daruu no podría haber imaginado una respuesta más fuera de lugar. De cualquier otra persona, hubiera reaccionado inmediatamente pensando que aquello era una broma, una chanza o una burla más de un provocador. Pero uno miraba a la cara de aquél muchacho y descubría sinceridad. ¿Y en qué momento alguien reacciona así si ha estado siguiendo la conversación hasta entonces? ¿Quién sería capaz de hacerlo? «Un loco, sin lugar a dudas.»
Era como si Daruu y el chico fuesen aparatos radiofónicos sintonizados en diferentes ondas. Daruu hablaba sobre algo, y él respondía algo aleatorio, con sentido pero yéndose por tantas ramas que al final el receptor acababa perdiéndose.
Como narrador, debo decir que romper la cuarta pared está sobrevalorado, pero estoy seguro de que si aquellos dos chicos hubiesen sido administradores de, no sé, un portal en línea donde se cuentan historias, seguramente ocurriría lo mismo día tras día mientras intentaban ponerse de acuerdo en el lugar reservado para la administración.
Así pues, Daruu podría haber hecho muchas cosas. Podría haber reaccionado bien, o podría haber reaccionado mal. Pero lo único que sentía en ese momento era... estupefacción. Y lo único que pudo decir fue:
—Eh.
Se rascó la cabeza, confuso.
«¿Se habrá olvidado la medicación?»
Terminó por darse la vuelta y echar a caminar hacia el puerto. El País del Remolino era más extraño cuanto más conocía de él. Lo mejor era salir de allí y olvidar aquellas epopeyas de locura.
—Mira, tío. No me rayes.
Daruu no podría haber imaginado una respuesta más fuera de lugar. De cualquier otra persona, hubiera reaccionado inmediatamente pensando que aquello era una broma, una chanza o una burla más de un provocador. Pero uno miraba a la cara de aquél muchacho y descubría sinceridad. ¿Y en qué momento alguien reacciona así si ha estado siguiendo la conversación hasta entonces? ¿Quién sería capaz de hacerlo? «Un loco, sin lugar a dudas.»
Era como si Daruu y el chico fuesen aparatos radiofónicos sintonizados en diferentes ondas. Daruu hablaba sobre algo, y él respondía algo aleatorio, con sentido pero yéndose por tantas ramas que al final el receptor acababa perdiéndose.
Como narrador, debo decir que romper la cuarta pared está sobrevalorado, pero estoy seguro de que si aquellos dos chicos hubiesen sido administradores de, no sé, un portal en línea donde se cuentan historias, seguramente ocurriría lo mismo día tras día mientras intentaban ponerse de acuerdo en el lugar reservado para la administración.
Así pues, Daruu podría haber hecho muchas cosas. Podría haber reaccionado bien, o podría haber reaccionado mal. Pero lo único que sentía en ese momento era... estupefacción. Y lo único que pudo decir fue:
—Eh.
Se rascó la cabeza, confuso.
«¿Se habrá olvidado la medicación?»
Terminó por darse la vuelta y echar a caminar hacia el puerto. El País del Remolino era más extraño cuanto más conocía de él. Lo mejor era salir de allí y olvidar aquellas epopeyas de locura.
—Mira, tío. No me rayes.