23/01/2018, 23:04
El muchacho se aproximó al afligido. Le habría costado entenderle si no fuera porque se había criado en lugares donde un acento así era el pan de cada día; casi creyó haberse transportado de vuelta a aquellos tiempos de su infancia. No le encontró sentido al problema del señor, pero era consciente de que los campesinos tendían a ser extremadamente supersticiosos, creyentes y religiosos, así que se podía hacer una idea de lo que ocurría.
Le echó un rápido vistazo a Ritsuko. Lo que captó con su campo de visión le llevó a masajearse las sienes durante unos instantes. La irritación de su psique crecía como los granos de un adolescente que sufría de acné.
«Estoy demasiado enfermo como para ocuparme de estas cosas...».
Se acuclilló, devolviendo su atención al campechano campesino.
—Mire, somos ninjas de Kusagakure, nos han encargado arreglar los templos. ¿Imagino que le robaron su ofrenda los vándalos que se han dedicado a dañar los santuarios de esta zona? —expresó con tono ligeramente tosco— Podrá poner otra cuando lo arreglemos todo.
Le echó un rápido vistazo a Ritsuko. Lo que captó con su campo de visión le llevó a masajearse las sienes durante unos instantes. La irritación de su psique crecía como los granos de un adolescente que sufría de acné.
«Estoy demasiado enfermo como para ocuparme de estas cosas...».
Se acuclilló, devolviendo su atención al campechano campesino.
—Mire, somos ninjas de Kusagakure, nos han encargado arreglar los templos. ¿Imagino que le robaron su ofrenda los vándalos que se han dedicado a dañar los santuarios de esta zona? —expresó con tono ligeramente tosco— Podrá poner otra cuando lo arreglemos todo.