24/01/2018, 12:40
Pero, para su completo horror, cuando giró la cabeza de nuevo hacia su compañero de equipo se encontró con el rostro de Amedama Kiroe, aún vestida con las ropas de Daruu, sonriéndole de forma siniestra.
—¡JAJA, SÍ! SOY YO. KIROE-SAN.
—¡¡¡AAAAAAAHHH!!!
Ayame chilló, presa del pánico. Pues la voz que había salido de los labios de aquella mujer seguía siendo la de su hijo.
Y entonces, su cabeza estalló en una nube de humo y el Hyūga volvió a reaparecer de entre los jirones.
—Ayame, eres muy inocente —le dijo.
—Eres... ¡¡IDIOTA!! —aulló ella, con el gesto al rojo vivo por la vergüenza y la rabia contenidas. Tuvo que recordarse que estaban volando a lomos de dos pájaros a decenas de metros de altura, porque no le faltaban las ganas de saltar sobre él y agarrarle del cuello como mínimo.
—A ver, son palitos rebozados sin espinas y que no saben nada a mar. Tienen especias y vienen con salsa y patatas. Me gustan. Es mi placer culpable. La excepción que confirma la regla.
—¡Me da igual! Eres tonto. —se reafirmó ella con los brazos cruzados sobre el pecho, tajante—. El taiyaki no te lo quisiste comer porque tenía forma de pez siendo sólo masa y relleno sin nada de pescado.
—Basta de juegos —les cortó Kōri desde el frente—. Pero esto no ha sido sólo un juego. Ayame, deberías aprender a no creértelo todo. Te puedes llevar más de un disgusto por ello, por no hablar de hacer peligrar las misiones en las que participes.
Ella agachó la cabeza, apesadumbrada. Sabía que su hermano y sensei tenía razón, pero también sabía que por mucho que lo había intentado a lo largo de todo aquel tiempo, le resultaba imposible ponerlo en práctica.
Sólo le quedaba seguir poniendo todo su empeño en ello.
—¡JAJA, SÍ! SOY YO. KIROE-SAN.
—¡¡¡AAAAAAAHHH!!!
Ayame chilló, presa del pánico. Pues la voz que había salido de los labios de aquella mujer seguía siendo la de su hijo.
Y entonces, su cabeza estalló en una nube de humo y el Hyūga volvió a reaparecer de entre los jirones.
—Ayame, eres muy inocente —le dijo.
—Eres... ¡¡IDIOTA!! —aulló ella, con el gesto al rojo vivo por la vergüenza y la rabia contenidas. Tuvo que recordarse que estaban volando a lomos de dos pájaros a decenas de metros de altura, porque no le faltaban las ganas de saltar sobre él y agarrarle del cuello como mínimo.
—A ver, son palitos rebozados sin espinas y que no saben nada a mar. Tienen especias y vienen con salsa y patatas. Me gustan. Es mi placer culpable. La excepción que confirma la regla.
—¡Me da igual! Eres tonto. —se reafirmó ella con los brazos cruzados sobre el pecho, tajante—. El taiyaki no te lo quisiste comer porque tenía forma de pez siendo sólo masa y relleno sin nada de pescado.
—Basta de juegos —les cortó Kōri desde el frente—. Pero esto no ha sido sólo un juego. Ayame, deberías aprender a no creértelo todo. Te puedes llevar más de un disgusto por ello, por no hablar de hacer peligrar las misiones en las que participes.
Ella agachó la cabeza, apesadumbrada. Sabía que su hermano y sensei tenía razón, pero también sabía que por mucho que lo había intentado a lo largo de todo aquel tiempo, le resultaba imposible ponerlo en práctica.
Sólo le quedaba seguir poniendo todo su empeño en ello.