25/01/2018, 19:55
El campesino alzó los ojos, rojos de llorar, cuando Ralexion le preguntó qué clase de ofrenda le había dejado a los dioses. Dudó un momento, y luego comentó con aire distraído.
—Po mire, zagalillo... Yo leh había dejao unoh quezoh mu bueno que compré cerca de Tane-Zigai... Y también un citurón de cuero, el único que tenía... Y un buen ramo de ziempreviva... —luego agachó la cabeza con gesto exageradamente servil—. Vamo, que entre tó yo me habría gahtao... Unoh quinientoh ryoh.
Entonces alzó la mirada y, componiendo una mueca de aflicción total, remató.
—¡Pero tó ezo ze lo han llevao!
Entretanto, Ritsuko ya había terminado con el santuario. Dos más les esperaban.
—Po mire, zagalillo... Yo leh había dejao unoh quezoh mu bueno que compré cerca de Tane-Zigai... Y también un citurón de cuero, el único que tenía... Y un buen ramo de ziempreviva... —luego agachó la cabeza con gesto exageradamente servil—. Vamo, que entre tó yo me habría gahtao... Unoh quinientoh ryoh.
Entonces alzó la mirada y, componiendo una mueca de aflicción total, remató.
—¡Pero tó ezo ze lo han llevao!
Entretanto, Ritsuko ya había terminado con el santuario. Dos más les esperaban.