26/01/2018, 11:42
Aún cruzado de brazos, Jin arqueó una ceja ante la pregunta de Ayame. Por un momento, la kunoichi temió que no supiera de lo que estaba hablando. Pero entonces...
—Sí, claro, está aquí —El chico metió la mano en el bolsillo y Ayame suspiró aliviada cuando les enseño la codiciada pieza—. Vamos a investigar.
Jin se adelantó para liderar la marcha, y el trío terminó por entrar en la habitación restante. Se trataba de un salón de pequeño tamaño, con el suelo cubierto por una vetusta alfombra de color oscuro y paredes amarillentas por el paso del tiempo. Contaba con dos estanterías a ambos lados, una ventana en el extremo opuesto del habitáculo y una mesita y dos sillones en el centro.
Para su congoja, Juro no parecía estar allí.
—¿Dónde estás, Juro-san...? —le preguntó al aire.
Pero aún así se adentró con paso lento y cauteloso en la habitación, mirando a su alrededor. Al menos allí no había ningún hombre ahorcado, ni había manera de que ningún grifo se abriera de manera descontrolada; pero después de las experiencias que habían tenido en las dos habitaciones anteriores, toda precaución era poca. En cualquier momento podía pasar cualquier cosa...
—¿Qué hacemos? ¿Creéis que deberíamos buscar primero a Juro-san o las piezas que faltan? —preguntó, preocupada por el estado de su otro compañero.
—Sí, claro, está aquí —El chico metió la mano en el bolsillo y Ayame suspiró aliviada cuando les enseño la codiciada pieza—. Vamos a investigar.
Jin se adelantó para liderar la marcha, y el trío terminó por entrar en la habitación restante. Se trataba de un salón de pequeño tamaño, con el suelo cubierto por una vetusta alfombra de color oscuro y paredes amarillentas por el paso del tiempo. Contaba con dos estanterías a ambos lados, una ventana en el extremo opuesto del habitáculo y una mesita y dos sillones en el centro.
Para su congoja, Juro no parecía estar allí.
—¿Dónde estás, Juro-san...? —le preguntó al aire.
Pero aún así se adentró con paso lento y cauteloso en la habitación, mirando a su alrededor. Al menos allí no había ningún hombre ahorcado, ni había manera de que ningún grifo se abriera de manera descontrolada; pero después de las experiencias que habían tenido en las dos habitaciones anteriores, toda precaución era poca. En cualquier momento podía pasar cualquier cosa...
—¿Qué hacemos? ¿Creéis que deberíamos buscar primero a Juro-san o las piezas que faltan? —preguntó, preocupada por el estado de su otro compañero.