26/01/2018, 13:17
El trío de shinobi llegó por fin a Coladragón. El olor a mar y el sonido de las olas les recibieron con los brazos abiertos, mientras los tres disfrutaban de un poco de tranquilidad después de estirar las piernas. Estaban cansados, y a Daruu no se le ocurría, al menos en ese momento, un mejor lugar donde parar a descansar. Él ya había estado allí, y conocía los barcos y el muelle y los puestos, las tiendas y los restaurantes de calle con pescado rebozado y patatas fritas. Pero Ayame, como una niña pequeña ilusionaba, botaba con sus pasos de gacelilla de un lado para otro maravillándose con cada detalle, con los edificios de madera blancos y azules, con la playa a ambos lados del embarcadero.
Daruu sonrió y apoyó una mano en su hombro con ternura. «Jamás me ha hecho tan feliz ver a alguien con esa expresión de ilusión. Eres maravillosa, Ayame-chan.»
—¡Antes de irnos tengo que comprarme algún recuerdo! —exclamó la kunoichi.
—¡Pero bueno! Que no hemos venido de turismo —rio Daruu.
—¿Os parece bien que vayamos a comer algo antes de iniciar la misión? —les preguntó Kōri.
Daruu se giró hacia él y bufó con fastidio.
—¿Cómo, que no vamos siquiera a esperar hasta mañana para empezar? ¡Estoy muy cansado!
Daruu sonrió y apoyó una mano en su hombro con ternura. «Jamás me ha hecho tan feliz ver a alguien con esa expresión de ilusión. Eres maravillosa, Ayame-chan.»
—¡Antes de irnos tengo que comprarme algún recuerdo! —exclamó la kunoichi.
—¡Pero bueno! Que no hemos venido de turismo —rio Daruu.
—¿Os parece bien que vayamos a comer algo antes de iniciar la misión? —les preguntó Kōri.
Daruu se giró hacia él y bufó con fastidio.
—¿Cómo, que no vamos siquiera a esperar hasta mañana para empezar? ¡Estoy muy cansado!