27/01/2018, 17:17
El Uchiha no fue consciente hasta el último momento, pero resultó que todo lo llevado a cabo por el campesino era teatro, puro y duro. Resultaba afortunado que hubiese mantenido la guardia alta y su juicio cínico.
Ritsuko había finalizado el acondicionamiento del santuario y le indicó que iría para el siguiente. «Mierda, otro del que se ocupa sin ayuda... estoy siendo un compañero terrible... ¡Oh, será mejor que no deje que se vaya sola!», todo ello resonó en su mente mientras la observaba, ignorando durante unos momentos al hombre.
Acto seguido el referido se alzó y demostrando una disposición que poco tenía que ver con su pena anterior partió del lugar, no sin antes increpar al rapaz de Kusagakure. El moreno le dedicó una expresión que expresaba a gritos molestia con un "¿qué cojones?" encima. «La gente...».
Mas ahora que ese obstáculo se había esfumado podía eliminar la distancia que le separaba de la pelirroja a toda velocidad. Siguieron su camino, los dos santuarios restantes aguardaban. En el proceso de la caminata el muchacho sintió con claridad la llamada del hambre abriéndose paso entre sus entrañas. La enfermedad se compinchaba con la falta de nutrientes para aportarle una molesta sensación de debilidad.
Fue entonces que se percató de la presencia, en el camino, de un puesto ambulante de ramen. ¿Estarían los dioses empezando a apidarse de ellos? Primero el cese de la tormenta, y ahora esto.
—Eh, Ritsuko, ¿te gustaría comer algo? Yo estoy que me caigo... —cuestionó al señalar el carro.
Ritsuko había finalizado el acondicionamiento del santuario y le indicó que iría para el siguiente. «Mierda, otro del que se ocupa sin ayuda... estoy siendo un compañero terrible... ¡Oh, será mejor que no deje que se vaya sola!», todo ello resonó en su mente mientras la observaba, ignorando durante unos momentos al hombre.
Acto seguido el referido se alzó y demostrando una disposición que poco tenía que ver con su pena anterior partió del lugar, no sin antes increpar al rapaz de Kusagakure. El moreno le dedicó una expresión que expresaba a gritos molestia con un "¿qué cojones?" encima. «La gente...».
Mas ahora que ese obstáculo se había esfumado podía eliminar la distancia que le separaba de la pelirroja a toda velocidad. Siguieron su camino, los dos santuarios restantes aguardaban. En el proceso de la caminata el muchacho sintió con claridad la llamada del hambre abriéndose paso entre sus entrañas. La enfermedad se compinchaba con la falta de nutrientes para aportarle una molesta sensación de debilidad.
Fue entonces que se percató de la presencia, en el camino, de un puesto ambulante de ramen. ¿Estarían los dioses empezando a apidarse de ellos? Primero el cese de la tormenta, y ahora esto.
—Eh, Ritsuko, ¿te gustaría comer algo? Yo estoy que me caigo... —cuestionó al señalar el carro.