17/08/2015, 18:13
"Que maravilla, hoy hace un día esplendido..." Hoy era uno de esos días primaverales que conseguían ponerme de buen humor. Me levante de mi modesta cama y miré desde la ventana, el cielo estaba perfectamente despejado, sin rastro de nubes por ninguna parte, y el sol iluminaba radiante en lo más alto, como si nos quisiera advertir lo que nos deparará en la siguiente estación.
"Hoy podría salir a leer fuera"
Sin más demora, me aseé y me vestí con la intención de salir de casa. Me dirigí a aquella parte pequeña de la casa que hacíamos llamar cocina, con la esperanza de que hubiera algo para desayunar, por que anoche me fui a dormir, como en muchas otras con hambre canina. Inspeccioné la despensa y no hizo falta mucho tiempo hasta que me di cuenta de que no había nada para llevarse a la boca.
"Debo empezar a realizar misiones, o moriré de hambre..."
Muy abuelo por su parte, estaba hace horas en su pequeño local en donde vendía sus pequeñas piedras, apenas nos daban para comer, pero no había otra forma de donde sacar algo de dinero para comprar comida. Por ese mismo motivo, debía apresurarme y comenzar mis labores como shinobi.
La desilusión se apodero de mi rostro, e indignado, me dirigí hacía la salida con el libro en mano que estaba dispuesto a liquidar hoy mismo. Un libro que Mitsuki la bibliotecaria me prestó, un libro muy antiguo que se titulaba "El arte de la guerra" cuyo autor me aseguró que fue muy importante en su época, pero que cayó en el olvido por turbios intereses de aquellos que ostentaban el poder en su tiempo. Las leyendas dicen que aquellos que lograban leer el libro en su totalidad, y entenderlo, se convertían en excelentes generales, capaces de llevar a cualquier ejercito a la más brillante de las victorias.
Una vez en el exterior, me dirigí a la zona de la aldea donde imperaba un bonito y cuidado parque, en donde la gente solía ir a pasear. Todo estaba en flor y hacía un clima tan cálido, que pronto se me pasó los retortijones del estómago. Localicé un banco que estaba solitario y me senté en él, y continué con mi lectura plácidamente, únicamente en compañía del cantar de los pájaros.
"Hoy podría salir a leer fuera"
Sin más demora, me aseé y me vestí con la intención de salir de casa. Me dirigí a aquella parte pequeña de la casa que hacíamos llamar cocina, con la esperanza de que hubiera algo para desayunar, por que anoche me fui a dormir, como en muchas otras con hambre canina. Inspeccioné la despensa y no hizo falta mucho tiempo hasta que me di cuenta de que no había nada para llevarse a la boca.
"Debo empezar a realizar misiones, o moriré de hambre..."
Muy abuelo por su parte, estaba hace horas en su pequeño local en donde vendía sus pequeñas piedras, apenas nos daban para comer, pero no había otra forma de donde sacar algo de dinero para comprar comida. Por ese mismo motivo, debía apresurarme y comenzar mis labores como shinobi.
La desilusión se apodero de mi rostro, e indignado, me dirigí hacía la salida con el libro en mano que estaba dispuesto a liquidar hoy mismo. Un libro que Mitsuki la bibliotecaria me prestó, un libro muy antiguo que se titulaba "El arte de la guerra" cuyo autor me aseguró que fue muy importante en su época, pero que cayó en el olvido por turbios intereses de aquellos que ostentaban el poder en su tiempo. Las leyendas dicen que aquellos que lograban leer el libro en su totalidad, y entenderlo, se convertían en excelentes generales, capaces de llevar a cualquier ejercito a la más brillante de las victorias.
Una vez en el exterior, me dirigí a la zona de la aldea donde imperaba un bonito y cuidado parque, en donde la gente solía ir a pasear. Todo estaba en flor y hacía un clima tan cálido, que pronto se me pasó los retortijones del estómago. Localicé un banco que estaba solitario y me senté en él, y continué con mi lectura plácidamente, únicamente en compañía del cantar de los pájaros.