27/01/2018, 18:58
—De todas formas, han dicho que solo te paralizarán si pasas por algo que se considere mortal, no quiere decir que te vaya a evitar cualquier daño, ¿no?
Kaido asintió, teniendo la idea más grandilocuente de todas.
—Tienes razón. Es posible vivir sin un brazo siempre y cuando se le cauterice antes. Podríamos hacer eso con ese hijo de puta. Dejarlo mocho, o chueco. O sin un ojo. Vale, que gran idea, Riko-san.
Finalmente, ambos se movilizaron hasta la puerta número diez. La última, al parecer. Y ahí, un gigantón les pidió con decencia que dejaran cualquier arma o artilugio que cargaran encima, y así tuvieron que hacerlo. Kaido se regodeó en haberse dejado a Nokomizuchi en casa, pensando que al ser un arma tan única probablemente se la quisieran robar una vez se hubiesen sumergido en los bosques. El resto de sus cosas materiales poco le importaban.
Kaido sonrió.
No podía negar que se sentía eufórico, y que la adrenalina, por alguna razón, le inundó todo el cuerpo.
Entonces, el pitazo inicial.
Los Juegos de Supervivencia habían comenzado.
—Equipémonos, pues —dijo, antes de correr endemoniadamente hasta el interior de aquel campo de juego.
Kaido asintió, teniendo la idea más grandilocuente de todas.
—Tienes razón. Es posible vivir sin un brazo siempre y cuando se le cauterice antes. Podríamos hacer eso con ese hijo de puta. Dejarlo mocho, o chueco. O sin un ojo. Vale, que gran idea, Riko-san.
Finalmente, ambos se movilizaron hasta la puerta número diez. La última, al parecer. Y ahí, un gigantón les pidió con decencia que dejaran cualquier arma o artilugio que cargaran encima, y así tuvieron que hacerlo. Kaido se regodeó en haberse dejado a Nokomizuchi en casa, pensando que al ser un arma tan única probablemente se la quisieran robar una vez se hubiesen sumergido en los bosques. El resto de sus cosas materiales poco le importaban.
Kaido sonrió.
No podía negar que se sentía eufórico, y que la adrenalina, por alguna razón, le inundó todo el cuerpo.
Entonces, el pitazo inicial.
Los Juegos de Supervivencia habían comenzado.
—Equipémonos, pues —dijo, antes de correr endemoniadamente hasta el interior de aquel campo de juego.