29/01/2018, 08:21
Por más que Shikanori se las había ingeniado para dormirse de pie contra la fachada del Torreón de la Academia y sin que su paraguas dejara de protegerlo de la incesante lluvia que cae sobre Amegakure, no pudo permanecer seco mucho tiempo. El brazo con el que sostenía el paraguas, desprovisto ya de cualquier nivel de tensión muscular, cedió ante la gravedad. Las frías gotas comenzaron a mojar al joven shinobi, quien despertó de repente al sentir la humedad sobre su rostro.
« Vaya... esto es problemático » Pensó luego de unos pocos segundos tras abrir los ojos. Sabía que acababa de suceder pero no sabía con exactitud cuantos minutos le había dedicado a esa inesperada e inoportuna siesta. Se atrevió a suponer que había madrugado en vano y que llegaría tarde. Sin embargo, no se apresuró. Simplemente se rascó la cabeza fuertemente, liberó un suspiro quejoso y entró al Torreón caminando con las manos dentro de sus bolsillos.
No necesitaba buscar desesperadamente información, conocía el sitio al que debía ir, pues había averiguado todos los detalles del evento con anterioridad. Sin embargo, parecía que no todo el mundo era tan precavido y mucho menos tan relajado como él. Cuando oyó lo que le pareció el ruido de una estampida, se extrañó y se dio vuelta para confirmar con sus ojos lo que había escuchado con sus orejas. Al hacerlo, se encontró cara a cara con una niña que lo embistió y le dejó parte de su desayuno como souvenir sobre el rostro. La tostada mojada no tardó en despegarse de su rostro, sin embargo quedaron algunos pedacitos pastozos adheridos. Mientras la niña continuaba ascendiendo por el Torreón, Shikanori se pasó la mano por la cara para deshacerse de los restos del desayuno que le acababan de servir. Si bien no sabía cuan limpio había quedado, continúo en dirección al aula asignada. Al entrar en ella, tuvo la fortuna de que el maestro se encontraba ocupado hablandoles a aquellos genins que habían llegado a tiempo. Así que se movió con tan sigilosamente como le fue posible y avanzó hasta ocupar uno de los asientos disponibles en el fondo del aula. Cuando estuvo sentado, apoyó los brazos sobre el pupitre y recargó su cabeza sobre estos. Al poco tiempo llegó la dueña de la tostada, pero Shikanori no le presto atención. Si bien su intención era prestarle toda su atención al maestro, se había colocado en una posición demasiado comoda. Así que, para cuando entró ella, ya estaba dormitando de nuevo.
« Vaya... esto es problemático » Pensó luego de unos pocos segundos tras abrir los ojos. Sabía que acababa de suceder pero no sabía con exactitud cuantos minutos le había dedicado a esa inesperada e inoportuna siesta. Se atrevió a suponer que había madrugado en vano y que llegaría tarde. Sin embargo, no se apresuró. Simplemente se rascó la cabeza fuertemente, liberó un suspiro quejoso y entró al Torreón caminando con las manos dentro de sus bolsillos.
No necesitaba buscar desesperadamente información, conocía el sitio al que debía ir, pues había averiguado todos los detalles del evento con anterioridad. Sin embargo, parecía que no todo el mundo era tan precavido y mucho menos tan relajado como él. Cuando oyó lo que le pareció el ruido de una estampida, se extrañó y se dio vuelta para confirmar con sus ojos lo que había escuchado con sus orejas. Al hacerlo, se encontró cara a cara con una niña que lo embistió y le dejó parte de su desayuno como souvenir sobre el rostro. La tostada mojada no tardó en despegarse de su rostro, sin embargo quedaron algunos pedacitos pastozos adheridos. Mientras la niña continuaba ascendiendo por el Torreón, Shikanori se pasó la mano por la cara para deshacerse de los restos del desayuno que le acababan de servir. Si bien no sabía cuan limpio había quedado, continúo en dirección al aula asignada. Al entrar en ella, tuvo la fortuna de que el maestro se encontraba ocupado hablandoles a aquellos genins que habían llegado a tiempo. Así que se movió con tan sigilosamente como le fue posible y avanzó hasta ocupar uno de los asientos disponibles en el fondo del aula. Cuando estuvo sentado, apoyó los brazos sobre el pupitre y recargó su cabeza sobre estos. Al poco tiempo llegó la dueña de la tostada, pero Shikanori no le presto atención. Si bien su intención era prestarle toda su atención al maestro, se había colocado en una posición demasiado comoda. Así que, para cuando entró ella, ya estaba dormitando de nuevo.