29/01/2018, 11:25
La joven de precioso nombre volvió a escribir en su libreta justo después de sacar un paquete envuelto que guardaba unas rebanadas de pan, a los ojos de Eri —y para su estómago— aquello se veía delicioso, ¿lo habría preparado ella misma? Sí, eran trozos de pan con fruta, pero a esas alturas la pelirroja sentía que todo lo que le diesen sabría a oro.
—No quiero ser una molestia, Taeko-san —murmuró mientras bajaba la vista, aquella dulce muchacha estaba dispuesta a compartir su comida con una desconocida solo por ayudarla. ¿Y si era alguien malvada? ¿Y si hacía eso con mucha gente y al final acababa secuestrada? O peor... ¿Y si la mataban? Un sentimiento de querer proteger a Taeko la invadió, pero con el estómago vacío...
Se sentó a su izquierda y tomó con delicadeza una rebanada de pan, con cuidado de no tirar ninguna de las otras.
—Lo sé, Taeko-san, muchas gracias por invitarme —respondió con una amplia sonrisa —. ¡Qué aproveche!
Sin más dilación, la kunoichi del Remolino pegó un pequeño mordisco al pan. ¡Qué maravilla! La textura, el sabor... ¡Todo estaba delicioso! Quiso llorar de la emoción al tomar aquello, pero se contuvo, pegando pequeños mordiscos hasta que el pan poco a poco fue desapareciendo de sus manos.
—¡Qué rico, Taeko-san! —exclamó, totalmente emocionada por tomar algo así. ¿Haría comidas así siempre? —. Por cierto, ¿qué hacías por aquí? ¿Has venido a visitar los arrozales? —preguntó, curiosa, antes de dar otro bocado —. Yo estoy de camino a Tane-Shigai, pero la verdad es que... —pausa, bocado—. Creo que me he perdido...
—No quiero ser una molestia, Taeko-san —murmuró mientras bajaba la vista, aquella dulce muchacha estaba dispuesta a compartir su comida con una desconocida solo por ayudarla. ¿Y si era alguien malvada? ¿Y si hacía eso con mucha gente y al final acababa secuestrada? O peor... ¿Y si la mataban? Un sentimiento de querer proteger a Taeko la invadió, pero con el estómago vacío...
Se sentó a su izquierda y tomó con delicadeza una rebanada de pan, con cuidado de no tirar ninguna de las otras.
—Lo sé, Taeko-san, muchas gracias por invitarme —respondió con una amplia sonrisa —. ¡Qué aproveche!
Sin más dilación, la kunoichi del Remolino pegó un pequeño mordisco al pan. ¡Qué maravilla! La textura, el sabor... ¡Todo estaba delicioso! Quiso llorar de la emoción al tomar aquello, pero se contuvo, pegando pequeños mordiscos hasta que el pan poco a poco fue desapareciendo de sus manos.
—¡Qué rico, Taeko-san! —exclamó, totalmente emocionada por tomar algo así. ¿Haría comidas así siempre? —. Por cierto, ¿qué hacías por aquí? ¿Has venido a visitar los arrozales? —preguntó, curiosa, antes de dar otro bocado —. Yo estoy de camino a Tane-Shigai, pero la verdad es que... —pausa, bocado—. Creo que me he perdido...