29/01/2018, 17:55
Pese a la insistencia de la propietaria del puesto de ramen, los muchachos no sólo acabaron por no aceptar el descuento sino que pagaron dos ryos de más. La mujer estaba exultante —tanto por haber tenido la oportunidad de dar de comer a dos ninjas de la Aldea de su país como por la generosidad de los mismos—, y les despidió con unas palabras de ánimo y agitando su brazo con energía.
Los muchachos caminaron durante un buen rato más hasta llegar al tercer santuario. El Sol brillaba con fuerza sobre el cielo azul celestey a aquellas horas, ya pasando el mediodía, hacía una temperatura nada desagradable para andar por los senderos de Mori no Kuni. Hasta los síntomas del incipiente resfriado parecían haber remitido de forma pasajera en ambos genin.
Cuando llegaron por fin a la tercera y penúltima localización, lo que vieron fue —quizá para su alivio— un pequeño santuario que se mantenía estructuralmente sano. El problema era que alguien —o álguienes— habían dibujado pintadas por las dos paredes laterales y también en la trasera.
Al acercarse, podrían distinguir más claramente las consignas pintarrajeadas; "¡los dioses han muerto!", "¡libérate de tus cadenas, compañero!, "¡del pueblo y para el pueblo!", "¡sí a la razón, no a la fe!". Como detalle curioso, todas parecían haber sido grafiteadas con una caligrafía exquisita; algo quizás impropio de unos vándalos.
Junto al santuario los monjes habían dejado varias latas de pintura blanca y verde, los colores originales en los que estaban pintados los tablones de madera del santuario.
Los muchachos caminaron durante un buen rato más hasta llegar al tercer santuario. El Sol brillaba con fuerza sobre el cielo azul celestey a aquellas horas, ya pasando el mediodía, hacía una temperatura nada desagradable para andar por los senderos de Mori no Kuni. Hasta los síntomas del incipiente resfriado parecían haber remitido de forma pasajera en ambos genin.
Cuando llegaron por fin a la tercera y penúltima localización, lo que vieron fue —quizá para su alivio— un pequeño santuario que se mantenía estructuralmente sano. El problema era que alguien —o álguienes— habían dibujado pintadas por las dos paredes laterales y también en la trasera.
Al acercarse, podrían distinguir más claramente las consignas pintarrajeadas; "¡los dioses han muerto!", "¡libérate de tus cadenas, compañero!, "¡del pueblo y para el pueblo!", "¡sí a la razón, no a la fe!". Como detalle curioso, todas parecían haber sido grafiteadas con una caligrafía exquisita; algo quizás impropio de unos vándalos.
Junto al santuario los monjes habían dejado varias latas de pintura blanca y verde, los colores originales en los que estaban pintados los tablones de madera del santuario.