17/08/2015, 22:21
La mañana de Sayaka había mejorado visiblemente, no como para tirar cohetes pero si que había mejorado. Durante su paseo matutino se estaba dedicando a sembrar el miedo y el caos por los parques por los que se aventuraba, valiéndose de su fiel aliada: Kaori.
"Asustar mocosos es lo más fácil del mundo, pero adoró como entran en pánico" se regocijaba la pequeña de sus fechorías "Lástima que me tenga que conformar con asustarlos..."
La pequeña avanzaba lentamente, dando pequeños saltos como si de una dulce heydi se tratase... con la única diferencia que tras cada salto y caída se podía escuchar el siniestro traquetear de la lujosa muñeca que cargaba a su espalda. Sus pasos la habían llevado a un nuevo parque, así que decidió reconocer el terreno y ver que posibilidades se abrían ante ella.
"Seguro que debe haber algún que otro crío que asustar" no le llevó mucho tiempo dar una vuelta por el lugar, no era un parque excesivamente grande (de hecho mucho más pequeño que el jardín la mansión de la pequeña)
"Vaya mierda..." se lamentó, tras recorrerlo tan completamente "Todos los mocosos están con sus padres... que mala suerte" ya se preparaba la pelirubia para dar media vuelta cuando sus ojos se posaron en un chico que parecía estar estudiando en medio de aquel parque. Era unos años mayor que ella, la robustez de su cuerpo le delataba bajo las viejas telas de un kimono, cabía destacar un gran obi en su cintura y multitud de vendas alrededor de las manos que sostenían el libro "Uhmm" aquello llamó su atención "Ese parece que esta solo..." la chica ladeó la cabeza mientras observaba con detenimiento al pelicastaño "Creo haberlo visto alguna vez en la academia..." la chica esbozó una gran sonrisa "Será divertido" su mente había concebido el primer apunte de un guión para nada agradable y el actor principal de aquella obra ya estaba elegido
La pequeña Sayaka dió unos pasos (acompañados del siniestro traqueteo) hasta quedar prácticamente encima del chico, interponiendo su pequeña cabeza entre el libro y su dueño, para esto había tenido que ponerse de puntillas pues su tallaje no era suficiente. Así que se sirvió de sus manos para agarrar el libro y empujarlo hacia abajo, haciendo más fácil molestar que era lo que buscaba
—¿Qué lees, oni-chan?— pregunto con una voz suave y dulce, casi de niña pequeña. Nada tenía que ver con la usada en su mansión para dar órdenes
"Asustar mocosos es lo más fácil del mundo, pero adoró como entran en pánico" se regocijaba la pequeña de sus fechorías "Lástima que me tenga que conformar con asustarlos..."
La pequeña avanzaba lentamente, dando pequeños saltos como si de una dulce heydi se tratase... con la única diferencia que tras cada salto y caída se podía escuchar el siniestro traquetear de la lujosa muñeca que cargaba a su espalda. Sus pasos la habían llevado a un nuevo parque, así que decidió reconocer el terreno y ver que posibilidades se abrían ante ella.
"Seguro que debe haber algún que otro crío que asustar" no le llevó mucho tiempo dar una vuelta por el lugar, no era un parque excesivamente grande (de hecho mucho más pequeño que el jardín la mansión de la pequeña)
"Vaya mierda..." se lamentó, tras recorrerlo tan completamente "Todos los mocosos están con sus padres... que mala suerte" ya se preparaba la pelirubia para dar media vuelta cuando sus ojos se posaron en un chico que parecía estar estudiando en medio de aquel parque. Era unos años mayor que ella, la robustez de su cuerpo le delataba bajo las viejas telas de un kimono, cabía destacar un gran obi en su cintura y multitud de vendas alrededor de las manos que sostenían el libro "Uhmm" aquello llamó su atención "Ese parece que esta solo..." la chica ladeó la cabeza mientras observaba con detenimiento al pelicastaño "Creo haberlo visto alguna vez en la academia..." la chica esbozó una gran sonrisa "Será divertido" su mente había concebido el primer apunte de un guión para nada agradable y el actor principal de aquella obra ya estaba elegido
La pequeña Sayaka dió unos pasos (acompañados del siniestro traqueteo) hasta quedar prácticamente encima del chico, interponiendo su pequeña cabeza entre el libro y su dueño, para esto había tenido que ponerse de puntillas pues su tallaje no era suficiente. Así que se sirvió de sus manos para agarrar el libro y empujarlo hacia abajo, haciendo más fácil molestar que era lo que buscaba
—¿Qué lees, oni-chan?— pregunto con una voz suave y dulce, casi de niña pequeña. Nada tenía que ver con la usada en su mansión para dar órdenes