6/02/2018, 11:22
Había un detalle que no había mencionado, claro, pero no tenía ganas de revivir la visión, no al menos hasta que el inevitable momento de subida a aquél despacho lo reviviera por sí mismo y en directo. Delante del libro abierto había un esqueleto sentado en una silla de ruedas. Por deducción, uno podría haber supuesto que se trataba del de Shiruuba.
Mientras Daruu se recomponía, se estableció un pequeño diálogo entre los dos hermanos del equipo. Concluyó con dicho inevitable momento. Kōri sugirió que debían entrar en la casa, aunque ellos dos irían detrás de él. A Daruu no lo alivió ese plan.
«¿Y luego, qué, el libro te convierte en un esqueleto a ti, sensei?»
Los ojos de Ayame y de Daruu se cruzaron por un instante, preocupados. Sin embargo, Daruu miró de nuevo a su maestro y asintió, aunque la cabeza le pesó como una losa. Luego, tras él, saltó la valla, mientras que Ayame optó por licuar su cuerpo y traspasar la verja.
El trío de ninjas avanzó hasta la puerta de la cabaña. Kōri puso la mano primero en ella, dispuesto a girar el picaporte, a comprobar si nadie había echado la llave, u otra cosa... y la puerta se abrió apenas rozándola.
—Mirad ahí —dijo Daruu, señalando el canto normalmente oculto de la entrada, que tenía signos de roce y astillas rotas—. La puerta ha sido forzada. Ladrones, definitivamente.
Mientras Daruu se recomponía, se estableció un pequeño diálogo entre los dos hermanos del equipo. Concluyó con dicho inevitable momento. Kōri sugirió que debían entrar en la casa, aunque ellos dos irían detrás de él. A Daruu no lo alivió ese plan.
«¿Y luego, qué, el libro te convierte en un esqueleto a ti, sensei?»
Los ojos de Ayame y de Daruu se cruzaron por un instante, preocupados. Sin embargo, Daruu miró de nuevo a su maestro y asintió, aunque la cabeza le pesó como una losa. Luego, tras él, saltó la valla, mientras que Ayame optó por licuar su cuerpo y traspasar la verja.
El trío de ninjas avanzó hasta la puerta de la cabaña. Kōri puso la mano primero en ella, dispuesto a girar el picaporte, a comprobar si nadie había echado la llave, u otra cosa... y la puerta se abrió apenas rozándola.
—Mirad ahí —dijo Daruu, señalando el canto normalmente oculto de la entrada, que tenía signos de roce y astillas rotas—. La puerta ha sido forzada. Ladrones, definitivamente.