6/02/2018, 13:52
Pese a lo esperable, el clon de nieve no sufrió ningún percance. Siguió avanzando, esquivando como buenamente podía los huesos que alfombraban el suelo, y Kōri entrecerró los ojos.
—Vamos —indicó, dando un pequeño empujón a Ayame para que se pusiera en marcha antes de colocarse él al frente.
—T... ten... cuidado... —consiguió decir ella en un susurro.
Entraron en la habitación, y por mucho que intentó evitarlo, Ayame vio su mirada atrapada entre los múltiples huesos que llenaban la habitación y no pudo refrenar los macabros pensamientos que acudían a su cabeza.
«Todos somos así... todos acabamos así... Incluso yo...»
Contó al menos una decena de cráneos, pero lo verdaderamente extraño es que todos aquellos esqueletos estaban vestidos, por lo que sólo quedaba a la vista las manos de largos y delgados dedos, parte del cúbito y el radio, en algunos parte del húmero, parte de la columna vertebral y algunas costillas, y los pies que se habían visto desprovistos de sus zapatos al no tener carne con la que rellenarlos.
La réplica de nieve se acercó con cuidado a la mesa, sorteando el esqueleto de la silla de ruedas. Sobre el escritorio, el ansiado libro reposaba abierto de par en par sobre un atril. Tal y como había afirmado Daruu, el sello ocupaba las dos páginas enteras, pero desgraciadamente ninguno de los allí presentes sabría descifrarlo, y brillaba con tal fuerza que era visible incluso para sus ojos no sensibles al chakra. Con delicadeza y extremada precaución, el clon alargó la mano e intentó cogerlo...
Ayame se pegó aún más a su hermano y a Daruu.
—Vamos —indicó, dando un pequeño empujón a Ayame para que se pusiera en marcha antes de colocarse él al frente.
—T... ten... cuidado... —consiguió decir ella en un susurro.
Entraron en la habitación, y por mucho que intentó evitarlo, Ayame vio su mirada atrapada entre los múltiples huesos que llenaban la habitación y no pudo refrenar los macabros pensamientos que acudían a su cabeza.
«Todos somos así... todos acabamos así... Incluso yo...»
Contó al menos una decena de cráneos, pero lo verdaderamente extraño es que todos aquellos esqueletos estaban vestidos, por lo que sólo quedaba a la vista las manos de largos y delgados dedos, parte del cúbito y el radio, en algunos parte del húmero, parte de la columna vertebral y algunas costillas, y los pies que se habían visto desprovistos de sus zapatos al no tener carne con la que rellenarlos.
La réplica de nieve se acercó con cuidado a la mesa, sorteando el esqueleto de la silla de ruedas. Sobre el escritorio, el ansiado libro reposaba abierto de par en par sobre un atril. Tal y como había afirmado Daruu, el sello ocupaba las dos páginas enteras, pero desgraciadamente ninguno de los allí presentes sabría descifrarlo, y brillaba con tal fuerza que era visible incluso para sus ojos no sensibles al chakra. Con delicadeza y extremada precaución, el clon alargó la mano e intentó cogerlo...
Ayame se pegó aún más a su hermano y a Daruu.