6/02/2018, 14:07
Tras la prueba de fuego (¿o tal vez debería de decir prueba de hielo?) del clon, el trío estaba preparado para hacer una incursión propia en la habitación. Como habían acordado, Kōri se puso al frente de la marcha. Con cuidado, los tres sortearon cráneos sacados de la peor película de terror que pudiesen haber imaginado hasta plantarse en pleno centro de la estancia.
El clon de nieve se acercó a la mesa sorteando la silla de ruedas. El tomo le esperaba sobre su atril, brillando con luz propia como una lámpara de una mesita de noche. No había un sello en las dos páginas, como había descrito a primera vista con el Byakugan (estaba más preocupado de los esqueletos que rodeaban al libro), sino que en cada una de las dos páginas había un sello distintos. Ambos brillaban con la misma intensidad.
El Bunshin cogió el libro.
El sello de la página izquierda empezó a brillar con una fuerza increíble tan pronto el clon posó un dedo encima del libro. La réplica desapareció al instante. Daruu activó su Byakugan instintivamente, pero ya era demasiado tarde.
—¡La habitación está llena de chakra! ¡Se mete den...! ¡Es un Genjutsu, mierda, mierda, cuidado! —exclamó, y formuló un sencillo sello con la intención de deshacerlo.
Pero ninguno de los tres podría haber disipado una ilusión de tamaña magnitud.
Pronto, caerían en un profundo sueño, los tres juntos, rodeados y acompañando a los que vinieron antes que ellos, y ahora dormían para siempre...
—¡¡UAFF!!
Daruu cayó sobre un lecho de arena y rodó unos metros hasta que el rozamiento del suelo frenó su avance. Las puntas de los dedos de su mano derecha fueron lamidas por una ola. Se levantó de golpe, tanto que le dio un mareo y volvió a caer de rodillas. Estaban en una playa, en una isla redonda que no debía de medir más de cien metros de orilla a orilla, a juzgar por su posicion. La playa se adentraba diez metros hacia el interior, y luego, súbitamente, se veía cortada por múltiples rocas irregulares, pero más o menos cúbicas, de dos metros cuadrados, que se amontonaban en una pila alrededor del territorio.
El equipo entero de ninjas estaba allí, aunque se habían precipitado a varios metros de distancia cada uno del otro.
—Mierda, mierda, ¿dónde estamos? —dijo, y entonces le golpeó una terrible realidad—. ¡Oh, no! ¡Los esqueletos! ¡Ellos también cayeron en este Genjutsu! ¡Vamos a acabar como ellos!
El clon de nieve se acercó a la mesa sorteando la silla de ruedas. El tomo le esperaba sobre su atril, brillando con luz propia como una lámpara de una mesita de noche. No había un sello en las dos páginas, como había descrito a primera vista con el Byakugan (estaba más preocupado de los esqueletos que rodeaban al libro), sino que en cada una de las dos páginas había un sello distintos. Ambos brillaban con la misma intensidad.
El Bunshin cogió el libro.
El sello de la página izquierda empezó a brillar con una fuerza increíble tan pronto el clon posó un dedo encima del libro. La réplica desapareció al instante. Daruu activó su Byakugan instintivamente, pero ya era demasiado tarde.
—¡La habitación está llena de chakra! ¡Se mete den...! ¡Es un Genjutsu, mierda, mierda, cuidado! —exclamó, y formuló un sencillo sello con la intención de deshacerlo.
Pero ninguno de los tres podría haber disipado una ilusión de tamaña magnitud.
Pronto, caerían en un profundo sueño, los tres juntos, rodeados y acompañando a los que vinieron antes que ellos, y ahora dormían para siempre...
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—¡¡UAFF!!
Daruu cayó sobre un lecho de arena y rodó unos metros hasta que el rozamiento del suelo frenó su avance. Las puntas de los dedos de su mano derecha fueron lamidas por una ola. Se levantó de golpe, tanto que le dio un mareo y volvió a caer de rodillas. Estaban en una playa, en una isla redonda que no debía de medir más de cien metros de orilla a orilla, a juzgar por su posicion. La playa se adentraba diez metros hacia el interior, y luego, súbitamente, se veía cortada por múltiples rocas irregulares, pero más o menos cúbicas, de dos metros cuadrados, que se amontonaban en una pila alrededor del territorio.
El equipo entero de ninjas estaba allí, aunque se habían precipitado a varios metros de distancia cada uno del otro.
—Mierda, mierda, ¿dónde estamos? —dijo, y entonces le golpeó una terrible realidad—. ¡Oh, no! ¡Los esqueletos! ¡Ellos también cayeron en este Genjutsu! ¡Vamos a acabar como ellos!