11/02/2018, 17:28
Primera Flor, Primavera del año 218.
Se podía vislumbrar dos figuras en el centro de la calle principal del humilde pueblo llamado Ushi, dedicado a la ganadería.
Una de ellas era un campesino de aspecto dejado, cabello corto y negruzco, barba de unos pocos días, facciones rechonchas acompañadas de una gran nariz, en concordancia con su portentosa barriga, producto de demasiadas jarras de cerveza. Sus ropajes, visiblemente desgastados, eran de baja calidad, típicos del campesinado. A su vera descansaba un carro de madera desprovisto tanto de carga como de animal que tire de él.
La otra figura pertenecía a un joven de cabellos también azabache. Por su forma de vestir y porte, cualquiera con dos dedos de frente sabría que no era un campesino. Es más, el hitai-ate en su frente le delataría como shinobi de la Hierba. Los que ya se habían topado con el muchacho lo reconocerían como Uchiha Ralexion, vestido con su ya habitual conjunto de fatigas, tan oscuro como sus ojos. A la cintura su portador de objetos, y a la espalda una mochila de viaje.
Parecía que el trabajador de la tierra y el ninja estaban discutiendo, a juzgar por sus expresiones y su tono sensiblemente alzado. Algún que otro habitante del pueblo se giraba para dedicarles una mirada curiosa cuando atravesaba la calle y reparaba en la presencia del dúo.
—¡Pero si es que ya te he pagado, y me dijiste que hoy, a esta hora, podríamos partir, joder!
—¡¿En qué idioma te lo tengo que decir para que me entiendas?! —el hombre gesticuló exageradamente— ¡Hoy no puedo, mañana! ¡Mañana te llevo en brazos si quieres, pero hoy no puedo!
El Uchiha arrugó la nariz y se cruzó de brazos.
—Maldita sea... ¡devuélveme el dinero! ¡Volveré caminando yo mismo si hace falta, pero no me puedo quedar otro día aquí!
—¡¿Devolverte el dinero?! ¡CLARO QUE SÍ, AMIGO! ¡Mañana te llevaré tal y como prometí o mi nombre no es Hidetatsu, o sé un criajo impaciente y pierde tu dinero, a mí me da igual!
—¡Maldito timador...! —el moreno le señaló con el índice de la mano derecha— ¡Tienes suerte de que lleve prisa y no me pueda permitir problemas ahora mismo, o te juro que te obligaba a devolverme lo que es mío...!
El hombre giró el rostro hacia la izquierda y escupió. Sabía que los shinobi eran extremadamente peligrosos y no le merecía la pena enfurecer en demasía al Uchiha por un puñado de monedas, pero por otro lado era consciente de que Ralexion no podía atacarle sin motivo aparente. O contaba con ello, al menos.
—Mañana, aquí, a la misma hora —giró sobre sus talones y se marchó con grandes zancadas, dejando al Uchiha solo y zanjando el tema de forma unilateral.
—¡Hay que joderse...!
Ralexion no estaba de servicio, a pesar de que llevaba encima el protector de Kusagakure para que se le identificase como shinobi fácilmente. Ya llevaba cinco días siguiendo un rastro que, al final, parecía haber quedado frío. Se había enterado por casualidad de unos rumores que aseguraban que una banda de bandidos especialmente sanguinaria había sido avistada en la zona. El joven tenía que saldar unas cuentas con ellos, unas extremadamente personales...