15/02/2018, 13:01
—Yo soy un amejin. Yo me ahogo bajo la tormenta. ¡Y tengo antepasados que usaban el Mokuton! ¡Eso es como ser medio árbol! ¡Estoy seguro de que seré el primero en atraer un rayo! —había discutido Daruu, irónico, cuando Datsue había tratado de convencerle—. Me gusta el dinero como a todo el mundo, pero tengo una vida que mantener. La mía.
Luego, el muchacho se había echado flores sobre sí mismo, como ya había visto anteriormente en el Torneo, aunque tuvo que admitir que ni siquiera alguien tan intrépido como él podría llevar un barco bajo una tormenta.
—Oiga… Capitán. ¿Seguro que no se ha confundido? Los ribereños del Sur son los hijos de puta, no los del Norte. Esos maleantes… no me extrañaría que se hiciesen pasar por los del Norte solo para engañarle. ¡No son de fiar, ya se lo digo yo!
Aquél fue el principio del fin.
—Oh, no, ¡tú eres otro hijo de la gran puta del Norte! ¡Malparido! ¡No te daría ni un sólo gramo de mi tesoro! ¡Fuera de aquí, que se te trague Uminokami!
Daruu se acercó a las rejas y casi pegó su rostro entre los huecos.
—¡Pero tú morirías igual! ¡Tenemos que salir de aquí!
—Escucha, muchacho, no es por ti. Es por ese puto demonio del Norte. ¡Nos traicionará y nos robará todo el oro! ¡Y de paso nos dejaría tirados en la isla!
Daruu se giró hacia Datsue.
—¡Datsue! ¿Qué demonios pasa aquí?
Luego, el muchacho se había echado flores sobre sí mismo, como ya había visto anteriormente en el Torneo, aunque tuvo que admitir que ni siquiera alguien tan intrépido como él podría llevar un barco bajo una tormenta.
—Oiga… Capitán. ¿Seguro que no se ha confundido? Los ribereños del Sur son los hijos de puta, no los del Norte. Esos maleantes… no me extrañaría que se hiciesen pasar por los del Norte solo para engañarle. ¡No son de fiar, ya se lo digo yo!
Aquél fue el principio del fin.
—Oh, no, ¡tú eres otro hijo de la gran puta del Norte! ¡Malparido! ¡No te daría ni un sólo gramo de mi tesoro! ¡Fuera de aquí, que se te trague Uminokami!
Daruu se acercó a las rejas y casi pegó su rostro entre los huecos.
—¡Pero tú morirías igual! ¡Tenemos que salir de aquí!
—Escucha, muchacho, no es por ti. Es por ese puto demonio del Norte. ¡Nos traicionará y nos robará todo el oro! ¡Y de paso nos dejaría tirados en la isla!
Daruu se giró hacia Datsue.
—¡Datsue! ¿Qué demonios pasa aquí?