16/02/2018, 23:01
Daruu apretó los puños y los dientes con rabia. «Es decir, o haces lo que yo digo y aceptas que te vas a quedar aquí para siempre o te castigo». Aquello era, definitivamente, una auténtica tiranía. Pero no sólo estaba eso. Estaba también ese supuesto Infierno. ¿Qué podía ser un infierno? Si Daruu hubiera sido un gato, se le habrían erizado todos los pelos de la espalda.
Aquél mundo les prometía una casa, pero no un hogar. Su hogar estaba lejos, en el piso de arriba de una pastelería.
Kōri siguió con su máscara de hielo y le dio la razón al dueño de la taberna como a los locos. «Como lo que es». Luego, les instó a irse. Daruu se levantó, arrastrando las patas de la silla sobre la madera
—¿De verdad vamos a hacerlo? ¿Buscar una casa para cada uno? —preguntó Ayame cuando salieron del local.
—No, vamos a...
—No parece que haya elección —respondió Kōri—. Pero me gustaría conocer a esa chica de la que ha hablado el tabernero. Puede que sea como él, pero también ser que guarde algo interesante. —se volvió hacia Ayame y con una mano le revolvió los cabellos en un gesto fraternal—. Deja de preocuparte tanto, Ayame. Tu actitud sólo va a levantar sospechas entre los vecinos.
—Lo siento...
Daruu se acercó a Ayame y la cogió por detrás de los hombros con delicadeza y cariño.
—No te preocupes, Ayame. Saldremos de aquí.
»Kōri-sensei, ¿crees que esa chica podría estar en contra de Shiruuba? Por cómo hablaba el dueño del restaurante, no parece que la vieja se tome muy bien las herejías.
»Aunque, dicho sea de paso, me intriga que no nos haya enviado a nosotros a ese Infierno del que tanto habla. ¿Estará intentando convencernos?
Aquél mundo les prometía una casa, pero no un hogar. Su hogar estaba lejos, en el piso de arriba de una pastelería.
Kōri siguió con su máscara de hielo y le dio la razón al dueño de la taberna como a los locos. «Como lo que es». Luego, les instó a irse. Daruu se levantó, arrastrando las patas de la silla sobre la madera
—¿De verdad vamos a hacerlo? ¿Buscar una casa para cada uno? —preguntó Ayame cuando salieron del local.
—No, vamos a...
—No parece que haya elección —respondió Kōri—. Pero me gustaría conocer a esa chica de la que ha hablado el tabernero. Puede que sea como él, pero también ser que guarde algo interesante. —se volvió hacia Ayame y con una mano le revolvió los cabellos en un gesto fraternal—. Deja de preocuparte tanto, Ayame. Tu actitud sólo va a levantar sospechas entre los vecinos.
—Lo siento...
Daruu se acercó a Ayame y la cogió por detrás de los hombros con delicadeza y cariño.
—No te preocupes, Ayame. Saldremos de aquí.
»Kōri-sensei, ¿crees que esa chica podría estar en contra de Shiruuba? Por cómo hablaba el dueño del restaurante, no parece que la vieja se tome muy bien las herejías.
»Aunque, dicho sea de paso, me intriga que no nos haya enviado a nosotros a ese Infierno del que tanto habla. ¿Estará intentando convencernos?