17/02/2018, 13:54
Daruu también se había acercado a ella, y la tomó por detrás de los hombros en un gesto cálido cargado de cariño.
—No te preocupes, Ayame. Saldremos de aquí —dijo, antes de volverse hacia Kōri—: Kōri-sensei, ¿crees que esa chica podría estar en contra de Shiruuba? Por cómo hablaba el dueño del restaurante, no parece que la vieja se tome muy bien las herejías.
—No lo sé, y por eso no podemos bajar la guardia. Aunque lo más probable sea que, si de verdad esa mujer está en contra de Shiruuba y ella como supuesta diosa no se ha dado cuenta, es que está actuando con la misma precaución que nosotros o más. Mantener esa fachada durante tanto tiempo...
—Aunque, dicho sea de paso, me intriga que no nos haya enviado a nosotros a ese Infierno del que tanto habla. ¿Estará intentando convencernos?
—Es probable —respondió el jōnin—. Pero dudo mucho que tenga tanta paciencia como para mantener esa piedad en el tiempo.
—Entonces debemos darnos prisa... —intervino Ayame.
Los tres shinobi siguieron su trayecto hacia el norte del pueblo. A cada paso que daban, Ayame miraba por el rabillo del ojo las casas que les rodeaban. Aún no se hacía a la idea de que tendría que pasar la noche sola en una de aquellas, y a cada momento que pasaba la idea se le antojaba más y más terrorífica.
—Me pregunto, ¿por qué llevar una posada cuando no te mueves por dinero? —preguntó en voz alta, recordando al tabernero—. Quiero decir, si puedes tener todo lo que quieras sin esfuerzo... ¿para qué necesitas trabajar?
—No te preocupes, Ayame. Saldremos de aquí —dijo, antes de volverse hacia Kōri—: Kōri-sensei, ¿crees que esa chica podría estar en contra de Shiruuba? Por cómo hablaba el dueño del restaurante, no parece que la vieja se tome muy bien las herejías.
—No lo sé, y por eso no podemos bajar la guardia. Aunque lo más probable sea que, si de verdad esa mujer está en contra de Shiruuba y ella como supuesta diosa no se ha dado cuenta, es que está actuando con la misma precaución que nosotros o más. Mantener esa fachada durante tanto tiempo...
—Aunque, dicho sea de paso, me intriga que no nos haya enviado a nosotros a ese Infierno del que tanto habla. ¿Estará intentando convencernos?
—Es probable —respondió el jōnin—. Pero dudo mucho que tenga tanta paciencia como para mantener esa piedad en el tiempo.
—Entonces debemos darnos prisa... —intervino Ayame.
Los tres shinobi siguieron su trayecto hacia el norte del pueblo. A cada paso que daban, Ayame miraba por el rabillo del ojo las casas que les rodeaban. Aún no se hacía a la idea de que tendría que pasar la noche sola en una de aquellas, y a cada momento que pasaba la idea se le antojaba más y más terrorífica.
—Me pregunto, ¿por qué llevar una posada cuando no te mueves por dinero? —preguntó en voz alta, recordando al tabernero—. Quiero decir, si puedes tener todo lo que quieras sin esfuerzo... ¿para qué necesitas trabajar?