21/02/2018, 10:49
Tras la orden de Kōri, el trío se internó en la casa. Era una cabaña grande con interiores de madera. Estaba decorada de forma minuciosa y abundante: casi todos los rincones tenían maceteros, casi todas las paredes cuadros de paisajes y casi todos los estantes figuritas varias. Siguiendo a la chica, llegaron a un salón acogedor iluminado y calentado por una chimenea de piedra encendida. Les instó a que tomaran asiento en uno de los sillones.
Daruu se sentó en un sofá largo que quedaba enfrente de la chimenea y de una mesita de cristal. Dejó un extremo libre para Ayame, y el sillón contrario al que tomó la kunoichi expatriada para El Hielo.
—Sé que es difícil al principio. Pero no nos queda otra que acostumbrarnos. Al fin y al cabo, aquí se vive de lujo —dijo, con una sonrisa falsa—. A veces, sólo hay que tener un poco de paciencia.
—¿Quién eres...? —preguntó Daruu.
—Quien yo fuese no importa ya. ¿Quién soy? ¡Una ferviente seguidora de la Diosa!
Daruu levantó una ceja y comenzó a mover la mano por encima del asiento para mandarle un mensaje con la lengua de signos. La muchacha, sin embargo, se dio cuenta, se levantó de golpe y le revolvió el cabello a Daruu.
—Esperad. —Clavó una mirada severa en él, y luego volvió a cambiar de registro—: ¡No os he traído nada para beber! ¿Qué queréis?
—U... una hidr... —Se detuvo al sentir la dura mirada de Ayame en el cogote—. Una Ame-Cola. ¿Tienes Ame-Colas aquí?
—¡Por supuesto! —respondió con una sonrisa, de nuevo, tan radiante como falsa.
Daruu se sentó en un sofá largo que quedaba enfrente de la chimenea y de una mesita de cristal. Dejó un extremo libre para Ayame, y el sillón contrario al que tomó la kunoichi expatriada para El Hielo.
—Sé que es difícil al principio. Pero no nos queda otra que acostumbrarnos. Al fin y al cabo, aquí se vive de lujo —dijo, con una sonrisa falsa—. A veces, sólo hay que tener un poco de paciencia.
—¿Quién eres...? —preguntó Daruu.
—Quien yo fuese no importa ya. ¿Quién soy? ¡Una ferviente seguidora de la Diosa!
Daruu levantó una ceja y comenzó a mover la mano por encima del asiento para mandarle un mensaje con la lengua de signos. La muchacha, sin embargo, se dio cuenta, se levantó de golpe y le revolvió el cabello a Daruu.
—Esperad. —Clavó una mirada severa en él, y luego volvió a cambiar de registro—: ¡No os he traído nada para beber! ¿Qué queréis?
—U... una hidr... —Se detuvo al sentir la dura mirada de Ayame en el cogote—. Una Ame-Cola. ¿Tienes Ame-Colas aquí?
—¡Por supuesto! —respondió con una sonrisa, de nuevo, tan radiante como falsa.